El estrés es una respuesta natural del cuerpo ante situaciones demandantes o amenazantes. Si bien puede ser beneficioso a corto plazo, al prepararnos para actuar, el estrés crónico tiene efectos perjudiciales profundos en nuestro cerebro y salud mental.
Cuando nos estresamos, nuestro cerebro libera hormonas como el cortisol y la adrenalina. A niveles elevados y sostenidos, estas hormonas tóxicas pueden inhibir la formación de nuevas neuronas en el hipocampo, un área clave para el aprendizaje y la memoria. Estudios han demostrado que personas con trastornos relacionados con el estrés como depresión o PTSD, tienden a tener volúmenes hipocampales reducidos.
El estrés crónico también provoca cambios en la amígdala cerebral, haciéndola más reactiva y sensible a las amenazas. Una amígdala hiperactiva puede llevarnos a percibir situaciones como más estresantes y peligrosas de lo que son realmente. Esto puede contribuir a la ansiedad y miedo excesivos.
Por otro lado, el estrés perjudica la corteza prefrontal, la región del cerebro responsable del control cognitivo, la toma de decisiones y la regulación emocional. Cuando está comprometida, es más difícil modular las respuestas emocionales, lo que resulta en más impulsividad y dificultad para pensar con claridad.
Sin embargo, el cerebro es plástico y estos cambios pueden revertirse al reducir el estrés. Técnicas como la meditación, yoga, ejercicio y psicoterapia pueden restablecer los circuitos neuronales saludables. Es crucial aprender a manejar y reducir el estrés para proteger nuestra salud mental y cerebral.