Te puse mi corazón en bandeja de plata,
dejé la lata porque no me gusta nada procesado,
nos podemos mentir, también, para alimentarnos,
pero lo mejor es saborear el cielo,
cubiertos de egos, igual cuando Eva quiso el compromiso.
Un cuerpo como el tuyo en resurrección,
me levanta entre los muertos,
me vuelve loco, distraído, tetraplegico
entre gemidos que son cantos de sirena.
Pero soy alérgico a las flechas de Cupido,
¿esperabas algo mejor?
lamento decepcionarte, he puesto al sol acobijarse
de tanto frío,
y no es cinismo, soy un imbécil con cara de idiota.
Llorando el magma de un volcán inactivo,
ni los boleros calman tanta penuria,
no me siguen los perros, pero sí las ratas,
me huyen los auras y aún sigo pensando
que este es el mejor poema de amor.
Poema propio.
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