La memoria, esa arcilla blanda y maleable, se presta a ser esculpida por la mirada del presente, guiada por la curiosidad insaciable. Con el cincel de la introspección y el martillo de la reflexión, moldeo mis recuerdos, no para falsear la verdad, sino para descubrir nuevas perspectivas, recovecos ocultos en la narrativa de mi vida.
Resignificación, dirán los teóricos, subjetividad, lo llamarán otros, pero es, para mí, un cuaderno que se transforma en un taller de creación donde mi curiosidad es la artista principal. Con cada pincelada de análisis, cada trazo de cuestionamiento, doy forma a una versión renovada de mi historia, una versión no atada a la rigidez del pasado, sino impregnada de la fluidez del presente, donde el perdón y el agradecimiento danzan.
Al explorar los rincones de mi memoria con la lupa de la curiosidad, descubro detalles antes inadvertidos, matices que enriquecen la comprensión de mis experiencias. La mirada retrospectiva, lejos de ser un ejercicio nostálgico, es una herramienta de transformación, un catalizador de nuevas emociones y aprendizajes.
La subjetividad, moldeable por la curiosidad, me permite reconciliarme con el pasado, no para borrar las heridas o negar los errores, sino para comprenderlos en un contexto más amplio, con la sabiduría acumulada a lo largo del camino. Es en este proceso de reinterpretación donde surge la verdadera libertad, la libertad de ser autor de mi propia historia, no víctima de las circunstancias.
Al esculpir la memoria con la mirada curiosa, me voy convirtiendo en arquitecto del presente, construyendo un futuro más sólido y consciente, cimentado en la comprensión profunda de las experiencias y en la capacidad de transformarlas en fuente de crecimiento y aprendizaje.
La subjetividad, moldeable a merced de la curiosidad, es un regalo invaluable que me permite navegar las aguas del pasado, no para anclarme en la nostalgia, sino para zarpar hacia nuevos horizontes de autoconocimiento y transformación.
Sigo navegando, sabiendo que vendrán nuevas tormentas.
I continue to browse
Memory, that soft and malleable clay, lends itself to be sculpted by the gaze of the present, guided by insatiable curiosity. With the chisel of introspection and the hammer of reflection, I mold my memories, not to falsify the truth, but to discover new perspectives, hidden nooks and crannies in the narrative of my life.
Resignification, theorists will say, subjectivity, others will call it, but it is, for me, a notebook that becomes a creative workshop where my curiosity is the main artist. With each brushstroke of analysis, each stroke of questioning, I shape a renewed version of my story, a version not tied to the rigidity of the past, but impregnated with the fluidity of the present, where forgiveness and gratitude dance.
As I explore the corners of my memory with the magnifying glass of curiosity, I discover previously unnoticed details, nuances that enrich the understanding of my experiences. Looking back, far from being a nostalgic exercise, is a tool for transformation, a catalyst for new emotions and learning.
Subjectivity, moldable by curiosity, allows me to reconcile with the past, not to erase the wounds or deny the mistakes, but to understand them in a broader context, with the wisdom accumulated along the way. It is in this process of reinterpretation that true freedom emerges, the freedom to be the author of my own history, not a victim of circumstances.
By sculpting memory with a curious gaze, I become the architect of the present, building a more solid and conscious future, based on a deep understanding of experiences and the ability to transform them into a source of growth and learning.
Subjectivity, moldable at the mercy of curiosity, is an invaluable gift that allows me to navigate the waters of the past, not to anchor myself in nostalgia, but to set sail towards new horizons of self-knowledge and transformation.
I keep sailing, knowing that new storms will come.
CRÉDITOS
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Traductor Deepl
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