Tierra Páramo - Capítulo I

in #spanish7 years ago

 

I


(En un cuarto. El padre Rentería está sentado en una silla y Doña Susana está acostada en un féretro, al centro del cuarto.)    


Padre Rentería: Ese que se escucha es el mismísimo Diablo que viene por mi alma. ¿No tiene algún pedazo de pan para alimentar mis lombrices? ¿Los escucha? Son centenares de pisadas, sus huestes, todos con machete en mano. Me quieren crucificar. Soy el último cruzado. Mi voz habla por los hombres. Mi rostro sangrante. Tengo miedo, sudo sangre. El cura no bendijo mi cruz. Pero yo siempre hablé en nombre de Cristo, siempre en nombre de él. Cuando la voz, como una castaña, truene, mis gemidos no serán suficientes. Entonces me desprenderé de las túnicas y me uniré a los muertos. Mire, sólo es el ruido de los metales tras la puerta. No vaya a abrir la puerta, se lo ruego. Ellos no sólo quieren mi cuerpo, quieren mi alma. ¿Un pedazo de tocino? ¿Por el amor de Dios? Tengo miedo, Susana. Cuando sea mi hora hablarán por mí los caníbales, lo más selecto de la necrofilia. Yo no tengo la culpa de que todo haya sido una farsa. Esos pobres diablos buscaban consuelo y no se los pude dar; ahora quieren mi sangre para saciar su frustración. Mi sangre de villano. Esos pobres no soportan una bromita. ¿Usted cree?, sólo les dije que el cielo existía. Déjeme Susana. Desde que el hijo del desalmado mató a mi hermano, le tengo respeto a los muertos. Mejor deme una docena de moneditas de oro, para arreglar el confesionario. ¿Sabe?, desde que murieron todos en este pueblo, mi iglesia se ha ido derrumbando. Ahora vivo de los animalejos que se quedan en el camino por deshidratación. Yo también tengo voz de daga, como todos vosotros. Y no sé que hacer. A veces grito al cielo que libere mi espíritu, amarrado por unas enormes cadenas. Pero nunca sucede nada. Es la voz de mi hija; bueno, no es mi hija, es de mi hermano. Es que ella es tan dulce, Susana. Yo sí me alegre de que muriera el hijo de ese desalmado. A Ana sólo la toco yo, y eso porque yo tengo la voz de Dios, aquí, en el oído. Ella viene en las noches. Sabe, murió al dar a luz. El hijo es mío. No me da vergüenza, ¿por qué me habría de dar vergüenza? Yo la amaba. Sólo que su voz es... es curioso, suena como usted. Bueno, su voz que es de lamento, su voz que tienta lo mas hondo de mi corazón. Al final no soy más que un pobre hombre, ¿verdad, Doña Susana? No sabe cuánto he vagado tratando de calmar mis culpas. Mi Lolita. El mundo de Lolita. Lo-li-ta: “La punta de la lengua emprende un viaje de tres pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de los dientes.” ¿Tuvo mi Ana una precursora? Quizá fue usted Doña Susana. Juego. No vaya a dejar que entren, no deje que se lleven mi alma: un alma sin cuerpo está desprotegida ante todo el horror del mundo. Esos monstruos. ¡Cállense! Porque ahora estamos solos, solos en el mundo; todos murieron en la revolución. Yo los maté. Esos no son más que fantasmas. Y los fantasmas no existen... no deben existir. Deme un vasito con vino, Doña Susanita, de todas maneras a usted ya no le sirve. Le juro que cuando murió fue por usted por la única persona que oré. ¿No vine acaso a hablarle del perdón, no le hablé de lo hermoso del infierno, de las almas ardiendo, de las noches sin descanso? Sólo hice eso por usted, Doña Susana; lo menos que espero es un pedazo de jamón con un pequeño vaso de vino. Además, ¿cómo iba a saber que todo estaba mal? Es verdad que yo les prometí un México libre de los terratenientes, para los campesinos, guiado por las manos de Cristo. ¿Cómo iba a saber que a Cristo no le importa lo más mínimo? No es justo, Susana; al final de cuentas no soy más que otro pecador en esta tierra de pecados. ¿Si no tenemos la ilusiones qué tenemos? Es de hombres equivocarse. ¿Debo creer, por ser tierra de enfermos, que lo que busca es la venganza, él, mi Dios? No doña, Susana. No es de hombres el arrepentimiento. Al final de cuentas es esto lo que yo construí, lo que yo quise construir. Deje de decir esas cosas que me va a condenar más. ¿No ve que ya se llevó a medio pueblo su actitud? Y yo me llevé la otra mitad. Usted sabe, también Cristo fue un revolucionario. Yo también la amo. Pero no debemos decir estas cosas a estas horas. Puede que aquí no entren los hombres de Damasio pero sí puede venir Don Pedro. Si no me crucifican ellos me crucifica él, ya ve que es un hombre sin corazón. No comprende que todo lo que hago lo hago por amor. Es usted tan hermosa Doña Susana. Susana. Cuando era niño tuve una novia que se llamaba Susana. Se hizo prostituta. Y usted tan bella: “Dulce y triste la faz, la veste zarca...” Esa eres tú, mi amada Susana. Es usted tan inocente. Ya lo había escrito alguien del pueblo sobre usted: que a los locos no les vale la confesión, y aun cuando tengan el alma impura son inocentes. Usted nació sin retrógrados, Susana. Por eso es así. ¿Alguien se lo dijo? Usted es inocente pero me va a condenar más de lo que ya estoy condenado. Ese hombre no sabía de lo que hablaba. A de creer que porque los aztecas veneraban la muerte también los mexicanos lo hacen. Pero eso es falso, no hay nada que un mexicano deteste más que la muerte. A de ser porque todos están muertos. Y no soy mexicano, soy hijo de Roma, por eso la amo. Mire, se han callado los ruidos. Esos machetes se han de volver gemidos jubilosos. La violo Susana. Rasguño sus muslos. Sepulto mi pecado en su inocencia. Ahora estoy muerto Susana. “Dulce y triste la faz, la veste zarca...” ¿Qué es? El fantasma. 

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