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RE: 📖 PARTE 10: Daré hasta 2 dólares a todos los que comenten su comprensión sobre el video. Para apoyar a la gente especialmente en países de habla hispana como Venezuela, Bolivia, Guyana, Paraguay, Uruguay, Ecuador y Perú ... 📖

in #spanish6 years ago (edited)

Muchas bendiciones para ti @hiroyamagishi

Y Él mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros. (Efesios 4:11)
Después del paréntesis explicativo (vv. 9–10) de la analogía basada en el Salmo 68:18, Pablo continúa su explicación de los dones espirituales. Cristo no solo da dones a creyentes individuales sino al cuerpo como un todo. Él da a cada creyente dones especiales de capacitación divina, y a la iglesia en general da hombres dotados de manera especial como líderes (véase v. 8 “dio dones a los hombres”), bajo las designaciones de apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros.
“Constituyó” hace énfasis en la elección y autoridad soberanas que fueron dadas a Cristo a causa de Su cumplimiento perfecto de la voluntad del Padre. No solo los apóstoles y profetas son llamados y emplazados por voluntad divina, sino también los evangelistas y los pastores, y maestros.
Apóstoles y Profetas
En 1 Corintios 12:28, Pablo dice: “Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros”. Esa declaración no solo añade peso a la idea del llamamiento divino sino también al orden cronológico de importancia (“primeramente… luego… lo tercero”) y en la constitución que Dios hace de estos hombres dotados en la iglesia como dádivas para su crecimiento.
A los dos primeros tipos de hombres dotados, apóstoles y profetas, les fueron asignadas tres responsabilidades básicas:
(1) Colocar los cimientos de la iglesia (Ef. 2:20); (2) recibir y declarar la revelación de la Palabra de Dios (Hch. 11:28; 21:10–11; Ef. 3:5); y (3) dar confirmación de esa Palabra mediante “señales, prodigios y milagros” (2 Co. 12:12; cp. Hch. 8:6–7; He. 2:3–4).
Los primeros hombres dotados por Dios en la iglesia del Nuevo Testamento fueron los apóstoles, entre los cuales Jesucristo mismo tuvo la preeminencia (Heb. 3:1). El significado básico de apóstol (apóstolos) es simple: aquel que es enviado para cumplir una misión. En su sentido más elemental y técnico, Ia palabra apóstol solo se emplea en el Nuevo Testamento con referencia a los doce, incluido Matías quien reemplazó a Judas (Hch. 1:26), y a Pablo quien fue apartado de una manera única para ser apóstol a los gentiles (Gá. 1:15–17; cp. 1 Co. 15:7–9; 2 Co. 11:5). Las cualidades requeridas para ese apostolado eran el haber sido seleccionado directamente por Cristo y haber sido testigos oculares del Cristo resucitado (Mr. 3:13; Hch. 1:22–24). Pablo fue el último en cumplir esos requisitos (Ro. 1:1, etc). Por lo tanto, no es posible, como algunos alegan, que hoy día existan apóstoles en la iglesia. Algunos han observado que los apóstoles fueron como delegados que asistieron a una convención constitucional. Al terminar la convención, el cargo o la posición cesa. Al ser completado el Nuevo Testamento, el oficio de apóstol dejó de existir como tal.
El término apóstol se emplea en un sentido más general para hacer alusión a otros hombres de la iglesia primitiva, tales como Bernabé (Hch. 14:4), Silas y Timoteo (1 Ts. 2:6), y otros contados líderes sobresalientes (Ro. 16:7; 2 Co. 8:23; Fil. 2:25). Los falsos apóstoles de quienes se habla en 2 Co. 11:13 sin duda pretendieron adulterar esta clase de apostolado porque la otra estaba limitada a trece personas reconocidas por todos. Los apóstoles verdaderos en el segundo grupo eran llamados “mensajeros [apostoloi] de las iglesias” (2 Co. 8:23), mientras que los trece fueron apóstoles de Jesucristo (Ga. 1:1; 1 P. 1:1; etc).
Los apóstoles en ambos grupos eran autenticados “por señales, prodigios y milagros” (2 Co. 12:12), pero ninguno de los dos oficios podía perpetuarse, ya que a partir de Hechos 16:4 deja de usarse el termino apóstol en ambos sentidos. Tampoco existe registro en el Nuevo Testamento de un apóstol en cualquiera de los grupos que hubiera sido reemplazado por otro al morir.
Los profetas también eran designados por Dios como hombres con dones especiales y se diferencian de los creyentes que tienen el don de profecía (1 Co. 12:10). No todos esos creyentes podían ser llamados profetas. Parece que la posición de profeta estaba destinada de forma exclusiva al trabajo dentro de una congregación local, mientras que el apostolado era un ministerio mucho más amplio y no se confinaba a un área en particular, como lo implica la palabra apostolos (“el que es enviado en una misión”). Por ejemplo, a Pablo se hace referencia como un profeta cuando ministraba a escala local en la iglesia de Antioquía (Hch. 13:1), pero el resto del tiempo siempre es llamado un apóstol.
Los profetas hablaban en algunas ocasiones con revelación directa de Dios (Hch. 11:21–28) y a veces solo hacían una exposición explicativa de revelación ya dada (como está implícito en Hch. 13:1, donde se presentan en conexión con maestros). Siempre hablaban en nombre de Dios, pero no siempre daban un nuevo mensaje revelado de parte de Dios. Los profetas secundaban a los apóstoles y su mensaje debía ser juzgado conforme al de los apóstoles (1 Co. 14:37). Otra distinción entre los dos oficios pudo haber sido que el mensaje del apóstol era más general y doctrinal, mientras que el de los profetas era más personal y práctico.
Sin embargo, al igual que los apóstoles, su oficio llegó a un cese definitivo al quedar completo el Nuevo Testamento, así como los profetas del Antiguo Testamento desaparecieron con la culminación de ese testamento, unos 400 años antes de Cristo. La iglesia fue establecida y edificada “sobre el fundamento de los apóstoles y profetas, siendo la principal piedra del ángulo Jesucristo mismo” (Ef. 2:20). Una vez que el fundamento quedó asentado, la obra de los apóstoles y profetas llegó a su fin.
No se menciona que los últimos dos oficios reemplacen a los primeros dos, porque en tiempos del Nuevo Testamento todos eran operantes. No obstante, el hecho es que en su servicio continuado a la Iglesia, los evangelistas y pastores sí tomaron la batuta de la primera generación de apóstoles y profetas.
Desde su inicio en el Pentecostés, la Iglesia ha sido deudora de los apóstoles, por medio de quienes Cristo estableció doctrina plena del Nuevo Testamento (véase Hch. 2:42). Aquellos hombres con llamado y capacitación espiritual únicos consignaron la revelación definitiva de Dios tal como les fue revelada.
Los profetas, aunque por lo general no recibían revelación directa de Dios, fueron de todas maneras instrumentos esenciales en la edificación y el fortalecimiento de la iglesia primitiva. Tanto los apóstoles como los profetas han salido de la escena (Ef. 2:20), pero el fundamento que asentaron es el mismo sobre el que se ha construido toda la Iglesia de Cristo.

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