El problema que tenemos al frente es que entendemos lo moderno como lo deseable, y deseamos lo que nos gusta, el gusto se forma desde la cultura y desde nuestra experiencia, entendiéndola como las relaciones psíquicas y sociales que conformamos con nuestro entorno primero el primario, el familiar, y luego el social. Alrededor de estos espacios conformamos nuestras costumbres que determinan, en buena parte nuestros gustos. Pero ese conjunto de vivencias hace a su vez que nuestros gustos se limiten a esa experiencia, yo no he comido nunca caviar, por su aspecto pienso que no me guste, pero es que jamás lo he comido y, entonces ¿Podemos basar nuestras motivaciones al conjunto de gustos limitados por nuestra experiencia?
Existen muchos programas motivacionales que nos llevan a pensar en no hacer lo que no nos guste, esta idea es peligrosa, el gusto no es un buen punto de referencia para escoger un camino que me permita crecer. Para lograr conseguir un camino de crecimiento interior, de autocultivación, de esfuerzo individual y colectivo por transformarme en una persona mejor debo realizar un trabajo, que es posible que no me guste, además no tiene porque gustarme porque no lo he recorrido y no forma parte de mi experiencia, es un camino QUE NECESITO recorrer si quiero alcanzar mis metas. Debo hacer las cosas porque necesito hacerlo si quiero conseguir mis objetivos, y es desde esas premisas que elijo las herramientas que sean necesarias para cultivar mi voluntad y continuar directo hacia mis sueños.
Creo que fue a Confucio al que le leí alguna vez: “Todos los hombres son muy parecidos por naturaleza, son sus hábitos los que los diferencian”. Tenemos que tener fe en la posibilidad de que los seres humanos somos imperfectos pero mejorables, perfectibles y capaces de aprender, siempre que se lleve a cabo el esfuerzo adecuado
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