El domingo posterior a la muerte de Jesús, muy temprano, las mujeres fueron al sepulcro donde había sido colocado el cuerpo del Maestro. Al ver la tumba vacía, María Magdalena lloraba, desesperada por la ausencia de su Señor…
“Jesús le dijo: Mujer, ¿por qué lloras? ¿A quién buscas? Ella, pensando que era el hortelano, le dijo: Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. Jesús le dijo: ¡María! Volviéndose ella, le dijo: ¡Raboni! (que quiere decir, Maestro) Jesús le dijo: No me toques, porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios" (Juan 20:15,16).
María, en medio de su llanto, no había visto a su maestro. Sus lágrimas le impedían ver a Jesús frente a ella. Y allí hay un profundo mensaje para ti: tal vez hoy no puedas ver a Jesús en medio del dolor y el gemir de tu alma, quizás hoy estás pasando por la mayor crisis de tu vida: la pérdida de un hijo, tu esposo o esposa, tu madre u otro ser querido, pero quiero recordarte que, como hizo con María Magdalena, Jesús te dice: ¿Por qué lloras? Él está contigo en medio de tu dolor, él siente tu vacío y está dispuesto a ocupar ese lugar perdido en su vida.
La Biblia nos dice:
“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados” (Rom. 8:28).
María al ver que era el Maestro, se asió a los pies de Jesús… Jesús le dijo que no lo tocara, porque aún no había subido a su Padre (Juan 20:16). ¿Estás el dolor por la muerte de un ser amado? aferrate a Jesús y a su palabra espera la hermosa promesa de la resurrección de los justos, cuando Cristo aparezca en las nubes de los cielos:
“Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tes. 4:16).
Dios cumplirá su promesa cuando Jesús venga de nuevo a esta tierra. ¡Tú puedes creer también! No importa cuánto dolor estés sintiendo en este instante en tu vida, cerca está el día cuando esa tristeza se convertirá en gozo y Dios borre todo dolor de nuestra mente y corazón, pues “enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apoc. 21:4).
Puedes caer a los pies de Jesús, asirse de su mano poderosa, creer en Su palabra, confiar totalmente en las promesas dadas a cada uno de nosotros, pues pronto se cumplirán y serán una gran realidad ¡Maranata!
Bendiciones,