Fue una conversación breve de apenas dos minutos,durante la que tan solo fui capaz de articular monosílabos, concretamente uno: "si", respondí a todo lo que me preguntó afirmativamente, cuando colgué el teléfono pensé que había sido un poco estúpido, o mucho, al no haber prolongado la conversación para sonsacarle algunas cosas, como por ejemplo, como había conseguido mi número, que tipo de papeleo no entendía y porque había pensado en mi para ayudarla.
Me había citado con ella al salir del trabajo, a eso de las 20:30 en el café central, llamé a casa y advertí que me retrasaría un par de horas con la excusa de que había llamado un cliente con un asunto que no podía esperar.
Mientras la esperaba, en la misma mesa que esa misma mañana había compartido con mi suegro, mi mente iba rápidamente de un pensamiento al totalmente opuesto: me arrepentía de estar allí y tenía temor a lo que podría venir después de esa cita, pero quería verla de nuevo, me impacientaba que aun no llegase pero cada vez que sonaba la campanita de la puerta y veía que no era ella la que llegaba sentía cierto alivio, deseaba que no se presentase a la cita pero me humillaba pensando en que no lo hiciese.
Me dije que la esperaría hasta las nueve, concederle medía hora por cortesía me parecía correcto, mientras, apuraba la cerveza que había pedido y ojeaba la sección de deportes del periódico que había cogido de la barra. Cuando faltaban cinco minutos y daba por sentado que no iba a venir la vi llegar a través de la cristalera, entró, me miró y se dirigió hacia donde yo estaba sosteniéndome la mirada con una preciosa sonrisa.
-Hola Quique, disculpa el retraso, no encontraba aparcamiento -dijo mientras acercaba su cara para darme un par de besos.
-No tiene importancia, a estas horas aparcar por aquí es casi imposible -dije mientras nos sentábamos.
Se quitó el abrigo, lo dobló y lo dejó sobre la silla vacía que tenía a su derecha, yo la miraba fijamente sin perder detalle de su belleza, abrió el bolso sacó unos papeles los puso en la mesa y dejó el bolso en el suelo junto a su pié.
-No sé que son estos papeles ni mucho menos que hacer con ellos, pero veo mucho dinero.
Cogí los papeles, y les eché un vistazo , en principio parecían ser contratos de préstamos en los que solo aparecía un nombre, una fecha, una cantidad, unas condiciones abusivas que iban mas allá de la usura y una firma. Habría una docena de documentos, redactados a una sola hoja y la cantidad sumada entre todos ellos superaba el millón y medio de euros.
-He cogido esos, pero hay más -dijo mientras movía con la cucharilla el café que había pedido.
-¿Sabes si tu marido prestaba dinero? -pregunté.
-No lo sé, él nunca me habló de nada de esto, ni de drogas, ni de armas, ni de dinero.
-¿Y vuestro abogado que dice sobre esto?
-No, no puedo hacer eso, no puedo hablar con él, es su abogado, no el mio -dijo negando con la cabeza-. Luis y yo estábamos iniciando los trámites para divorciarnos. Hacía meses que se había vuelto muy reservado y desconfiado, puso una cerradura en su despacho para que nadie pudiera entrar, se limitaba a darme una cantidad de dinero todos los meses para los gastos familiares y poco más. No quiero que sepa que tengo esos papeles.
-¿Como los has conseguido? ¿estaban en tu casa?
-No, pasé por casa de los padres de Luis a recoger unas maletas y bolsas con cosas que él tenía allí. Después de lo que ha pasado han decidido trasladarse a Alicante por un tiempo, con su hija. Los papeles estaban en una de las maletas, bajo la ropa.
La conversación se interrumpió cuando un hombre que salía del WC se acercó para preguntarme si había terminado con el periódico, era un tipo bajito, no muy bien vestido, poco aseado y mal hablado, se podría decir que era un chusma, si hubiese podido se habría cenado allí mismo a Maite, la miró con descaro y le soltó una grosería.
-Con una morena como esta haría yo maravillas.
Me levanté de la silla como un resorte y el tipo dio un paso atrás, tropezó con la silla vacía y torpemente se le cayó el periódico y un abrigo que llevaba en su brazo izquierdo, recogió el abrigo y salió corriendo de la cafetería.
-¿Están bien? -El camarero se acercó a preguntarnos- les pido disculpas por lo ocurrido ¿desean tomar algo? Invita la casa.
-No, ya nos íbamos -respondió Maite- la cuenta por favor -dijo poniéndose en pie algo nerviosa.
-Están invitados -dijo el camarero.
Cogió su abrigo y cuando buscó su bolso que había dejado en suelo vio que ya no estaba.
-¡Mi Bolso, mi bolso! ¡me han robado el bolso! -dijo levantando la voz.
-Ha sido el tipo de antes, el chusma ese.- dije.
-Dios mio, lo tenía todo ahí: las llaves del coche y las de casa, mi monedero, mi documentación -dijo muy alterada.
-Tranquilízate, vamos a comisaría a poner una denuncia -recogimos los papeles que había sobre la mesa y salimos de la cafetería hacía la comisaría que había a un par de manzanas de allí.
Desde la cabina de teléfonos que había en comisaría llamé avisando de que me retrasaría, aun más, contando que nos habían robado. Sería la una de la madrugada cuando terminamos, Maite estaba más tranquila, y me ofrecí a llevarla, por la mañana vendría a por su coche en taxi, con otro juego de llaves que ahora tendría que buscar en su casa.
Casi no había gente por la calle, hacia algo de frío, caminábamos muy cerca el uno del otro, comentando como pudo el tipo ese robar el bolso sin percatarnos, Maite me rodeó con su brazo por la cintura y apoyó su cabeza en mi, no supe que hacer, simplemente me dejé llevar pensando que aquello significaba algo más.