Añoranza del rojo que emana el porro cuando estamos acostados en lo oscuro,
del humo que se expande por toda la habitación.
Añoranza de esa droga que me das,
y no hablo de esa que le compras a un jíbaro por un precio insólito.
Añoranza de tus palabras,
de tus consejos.
Añoranza de tu guía,
de tu mano cruzando la calle agarrada de la mía.
Añoranza de la playa acompañada de tus desplayes,
de tus celos,
de tu paranoia plenamente justificada.
Añoranza de tu sudor,
añoranza de nuestros cuerpos luego de hacer el amor.
Añoranza de poner mi pecho entre tú, yo y lo que nos acongoja,
de compartir el poder que siento en la mano cuando se me sobrecarga la emoción y siento que te amo aunque ya pasó mucho tiempo.
Añoranza de tu imagen a contra luz cuando miras por la ventana,
de tu cuerpo despojándose de las prendas mientras suavemente te me abalanzas encima.
Añoranza de tus manos sobre mis músculos cansados y tensos,
de un té que me preparas cuando no me sientes en calma.
Añoranza de meter mi corazón en tu pecho para que lo tengas de repuesto por si se te cansa el otro,
de ver nuestros cuerpos evolucionando con el paso del tiempo agregado el esfuerzo que pongamos para cuidarlos.
Añoranza de estar contigo para cuando cumplamos 40,
50,
60,
70 años.
Añoranza de llenar tus oídos de la más hermosa música,
de planes y proyectos,
de aspiraciones que nos pongan más cerca de lo que nunca hemos estado de alcanzar la independencia que tanto buscamos.
Añoranza de sostener tu mano para que bajes de la escalera,
de ir contigo durante la calle más larga.
Añoranza de tus labios,
de tus dientes,
de tus encías,
y si tienes,
hasta de tus caries.
Añoranza del amanecer estando contigo,
de que caiga la noche y no nos hayamos movido.
Añoranza del silencio hermoso que comparto contigo porque no hay peor ruido que lo que está afuera destruyéndome.
Añoranza de volver contigo para amarte como antes y a la vez como nunca.