Aquel día, a nadie le importó que fuese únicamente vestido de emociones, de deseos, de sueños y anhelos; Nadie se burló de su ausencia de pudor. Y es que no cabía la burla, porque ese desconocido era el vivo reflejo del sentir de cada uno de sus acompañantes; porque todo aquel que pierde sus derechos, muy en el fondo de su alma, se siente desnudo, desvalido, expuesto.
Y así, un hombre, un desconocido, pero compañero en sentimiento y alma, alzó su voz mucho más alto, se armó de hojas y palabras, hizo de su piel su escudo, creó con su espíritu, la poesía más pura, más elocuente, más osada.
Corrió, sí, pero no se rindió. Pidió con humildad, pero no con sumisión. Le atacaron con gritos, perdigones y amenazas; y ahllí permaneció.
Armado de una voluntad que escrita quedará en la historia, aquel desconocido hizo que el muro de la apatía de tantas miradas ajenas se desvaneciera por unos pocos segundos.
Loco o rebelde, poco importa. Él, seguirá representando el sentir de un pueblo que ya no teme, que no se arrodilla, que no se avergüenza; él, nunca dejará de ser el símbolo inequívoco, ineluctable de que la razón y la inteligencia, también forjan libertades.
Él fue, es y será, la prueba de que el valor de un pueblo decidido no se viste de verde —tampoco de rojo—, no calza botas, no empuña fusiles, no requiere de saña para vestirse de gloria; ni de chantajes para motivar a miles.
Ese joven, soñador, ingenuo, desconocido, humilde y desnudo es, simplemente, un poema a la libertad; nuestra libertad.
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Este texto ha sido editado y mejorado de su versión original publicada en 2017 en mi blog personal viviendo entre dos mundos.
¡Nos leemos en la próxima historia!
Estupendo. muy lindo. No imagino lo decepcionado que debe estar ahora que las calles se enfriaron, pero su valentía permanecerá para siempre