Tu texto me resulta más que interesante, triste. No cederle un asiento a un hombre por ser hombre parece ser más bien un razonamiento machista "eres hombre, puedes estar de pie, no seas maricón", no importa la condición física en la que esté, tampoco el acto de caballerosidad, tiene que aguantarse porque sino no es un macho machote.
Mi filosofía para ceder puesto no se trata de una cuestión de género, sino de lo que exterioriza la persona. Si alguien se ve cansado o tiene algún problema físico y yo estoy sentado el asiento es para él; si yo realmente estoy cansado y veo a una mujer que exteriormente se ve bien y tranquila ¿por qué tendría que darle el puesto? ni siquiera es un asunto de "toma tu igualdad de género", es que en un país en el que no se termina de determinar qué función cumplen los asientos de las unidades de transporte público uno tiene que imponer un sistema de reglas más o menos complejo.
Una anécdota
un día iba sentado al lado de la ventana del metro, una mujer con dos niños y dos mujeres que la acompañaban se sientan al lado, uno de los niños (el más pequeño) está en su pecho, la otra niña no tenía donde sentarse y se rehusaba en sentarse en las piernas de la joven (que era amiga de su mamá, quien se encontraba de pie), así que yo me arrimé y le hice la seña de que se sentara entre mi cuerpo delgado y el cuerpo gordo de la mamá de su amiga. Todos felices.
El problema entonces no es a quién se le da el puesto, sino por qué. Muchas de las personas que salen a la calle se vuelven automáticamente egoístas, carentes de la empatía más básica...eso es peligroso en una situación de crisis como la que vivimos, no solo yo estoy pasando trabajo, son todos, y hasta que no se entienda la probabilidad de que se reflexione en torno a la desigualdad de género y edad disminuya paulatinamente.
Con el tiempo también he tomado la costumbre de dar el puesto cuando la persona a la que se lo doy, se ve más cansada que yo. También depende del recorrido, como dices, hay muchos factores y uno se vuelve un tanto reflexivo al respecto.
Qué cuchi la anécdota, también lo he hecho, aunque me molesta si el/la niño/a se comienza a apoderar de mi asiento jajajaj, así como a veces es sumamente necesario porque los trenes están muy llenos y los aplastan o sofocan. El egoísmo aumenta en tanto aumenten las condiciones adversas, uno empieza a pensar más en sí mismo de una manera ¿defensiva, quizá?
Gracias por un comentario tan dedicado, vale! Un abrazote, Silvio<3