Myrtle, la gallina paracaidista

in #spanish6 years ago (edited)

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Día 18 de septiembre de 1944, Segunda Guerra Mundial, Países Bajos. Tras meses de tensa espera, la 4ª Brigada Paracaidista de la 1ª División Aerotransportada británica se movilizaba por fin. El día anterior había comenzado la Operación Market Garden, la mayor operación aerotransportada de los aliados durante la guerra (y también su más sonado fracaso). Dada su gran actuación durante en el Desembarco de Normandía, el peso de esta operación descansaba sobre los hombros de los paracaidistas británicos y estadounidenses. Los mandos pensaban que, si lograban controlar el cauce bajo del Rin por Holanda, lograrían envolver a Alemania desde el norte y el oeste y finalizar la guerra ese mismo año. Así que lo intentaron.

La misión de la 4ª Brigada era reforzar al resto de la 1ª División, que había saltado el día anterior, el 17 de septiembre, y lo estaba pasando francamente mal en las cercanías de Arnhem. Debían hacerse con el control del puente sobre el Rin, pero se habían encontrado con una resistencia inesperada de la 9.ª División Panzer SS. Dentro de los aviones, los soldados trataban de templar los nervios y se iban preparando ya para el salto. Aunque había uno, entre ellos, que no pensaba lo más mínimo en la batalla que les aguardaba allí abajo. En realidad era «una», en femenino; una paracaidista muy especial, con pico, cresta y llena de plumas: la gallina Myrtle.

Myrtle era una gallina de color rojizo que partenecía al teniente Pat Glover, intendente del 10º batallón. El teniente la había adquirido de un granjero local para defender su postura en una discusión de taberna. Defendía que todas las aves con alas desarrolladas eran capaces de volar, y lo quiso demostrar. Se hizo con la gallina y se la llevó a todos sus saltos de entrenamiento dentro de una bolsa de lona. En el primer salto, la gallina asomó la cabeza y se volvió a esconder en la seguridad de su bolsa. En los siguientes saltos, una vez que se había abierto el paracaídas, el teniente empezó a soltarla. Al principio cuando estaban a 20 m del suelo, pero luego fue aumentando progresivamente altura hasta alcanzar los 100 m. Myrtel simplemente aleteaba hasta llegar a tierra sin sufrir ningún percance. Luego esperaba tranquilamente a su amo. A los paracaidistas les hacía mucha gracia los cacareos que soltaba la gallina cuando descendía.

El teniente Glover le cogió mucho aprecio. Mantenía a su mascota en una barra que instaló en su despacho, con la escusa, ante sus mandos, de que era pura logística: «raciones vivas» para enfrentarse a una posible escasez de alimentos. A lo largo del verano, Myrtle participó en 6 saltos, con lo que se ganó el honor de llevar las alas de los paracaidistas, una insignia que le colgaron del pescuezo con una cinta elástica. Era el orgullo de todo el batallón.


El teniente Joseph Winston Pat Glover con el 10º batallón y Myrtle a la espalda. Fotografía tomada del Pegasus Archive.

Como ese día se trataba de un salto operativo, el teniente decidió mantener la bolsa cerrada durante todo el descenso y no soltar a Myrtel. Sobrevolaron el objetivo con un intenso fuego antiaéreo que dio de lleno al C47 en el que iba el batallón de Glover. A pesar de todo, el teniente fue el primero en saltar. En poco tiempo, vio todo el cielo cubierto de paracaídas.

Mientras bajaba, Glover pudo ver el infierno que les esperaba allá abajo: fuego de mortero, una incesante lluvia de balas y numerosos incendios que se habían propagado por todo el campo. El teniente se las arregló para llegar a salvo al suelo, y rodó sobre su hombro para evitar lastimar a la gallina. Otros compañeros no tuvieron esa suerte. El campo estaba lleno de muertos y heridos.

Después de comprobar que Myrtle estaba bien, Glover se la entregó su asistente, el soldado Scott, para que la cuidara, y corrió a socorrer a uno de sus hombres, que colgaba herido de un árbol. Luego, una vez reunidos todos los supervivientes, se movieron hacia el centro de Arnhem para reunirse con el grueso de las tropas en el punto de encuentro. Decidieron seguir la línea de ferrocarril y aprovechar su terraplén como protección. Pero, justo cuando estaban pasando al otro lado fueron emboscados por un grupo de alemanes. Se refugiaron como pudieron y respondieron al fuego enemigo.

Cuando terminó la escaramuza, Pat se dio cuenta de que el soldado Scott no llevaba la bolsa de Myrtle. Le preguntó por ella y entonces el asistente se dio cuenta de que, cuando comenzó a cavar el parapeto, había dejado la bolsa en el borde de la zanja. Glover fue a por ella rápidamente. Pero, como temía, la encontró agujereada por las balas. Myrtle yacía, muerta, en su interior.

Durante la noche, enterraron a la gallina paracaidista en su lona, con toda solemnidad, bajo un seto cercano al lugar en el que había caído. «Myrtle estuvo en la partida hasta el final, señor», fueron las palabras de Scott ante la improvisada tumba. Como había caído en combate, el teniente Glover decidió enterrarla con sus alas, el emblema de su rango, un honor que se merecía.

Pues nada, espero que os haya entretenido la historia de la gallina paracaidista. También me he enterado de que este año pasado se presentó una nueva cerveza en Inglaterra para conmemorar al 10º batallón y su peculiar mascota. Como no podía ser de otra manera, la marca de esta cerveza es Myrtle.

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Fuente

Fuentes:

HERNÁNDEZ MARTÍNEZ: Jesús: Historias asombrosas de la Segunda Guerra Mundial, Nowtilus, Madrid, 2007

FRIENDS OF THE TENTH

Autor: Javier G. Alcaraván (@iaberius)

 


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Ay no, yo no quería que muriera 🙄.
Más que entretener, ame está historia, una gallina amada, cuidada, viajera, paracaidista...muere y es despedida como una más del grupo, que bonito el Teniente Glover, que bonita historia.
Yo amo a las gallinas, ella será un personaje ideal para mis cuentos, quiero que todos conozcan está historia. 😍

Me quedo con la parte más alegre de la historia; me imagino a la gallina cacareando incesantemente, sobrepasando a los paracaidistas mientras aleteaba sin cesar.

Soy asiduo lector de temas sobre la Segunda Guerra Mundial y no conocía esta pequeña gran historia. Gracias por compartirla.

¡A ti por leerla!

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