A raíz de todo el boom migratorio que atraviesa mi país (Venezuela), mi cabeza ha estado pasando por una fase reflexiva en relación a cuáles son los motivos exactos de la gran mayoría de jóvenes que deciden salir de la “comodidad” de su hogar, a un país donde nunca han estado, donde no tienen conocimiento de las leyes que regulan y protegen a un empleado, y donde no están al lado de los suyos. (Nunca he salido de Venezuela)
“Estoy luchando por mi futuro y por el de mi familia”, “vine a este país buscando mejor calidad de vida”, “me cansé de no tener nada en Venezuela”. En contraposición a esto, son muchas las afirmaciones que aseguran que la vida en otros países se torna realmente un desafío, cuando aparte de estar en soledad crónica (en muchos de los casos), el venezolano comienza a conocer los hábitos y legalidades del país donde ha decidido hacer su vida. Y es que, ¿para qué negarlo? Nos encanta un día feriado, un domingo bajo las cobijas todo el día, y un fin de semana largo. Se nos ha inculcado ese poder de encontrar mini vacaciones a razón de cualquier fecha, y disfrutamos de cada día que nos regalan laboralmente. Con asados, piscinas, o películas y un montón de snacks.
La situación adversa obedece al cambio impactante que denota la ausencia del círculo social que se ha adquirido con años de socialización, y es esto lo que genera la carga sentimental del tema de migración.
Entonces comienzan mis preguntas; a pesar de esta costumbre de las tertulias entre semana, con o sin vacaciones, ¿no tenemos derecho a tener un buen trabajo?, ¿no merecemos como jóvenes profesionales, emprendedores y con ganas de más, tener oportunidades de crecimiento tanto profesional como personal? Pregúntate y sé honesto; ¿existen esas oportunidades en el mercado laboral venezolano?
Los estudios de mercado nos han reflejado desde hace algunos años, que un 37,5% de la población ocupada, tiene un ingreso propio y no un trabajo en sector público o privado, y que la demanda de personal verdaderamente calificado es abismalmente desproporcional ante las ofertas de empleo que se adecúan a las necesidades personales y profesionales del candidato; haciendo que, en función de la depresión económica del país, estas necesidades se desvirtúen y se haga una prioridad para el empleado, simplemente cumplir con un horario de trabajo y recibir una remuneración medianamente decente. Los beneficios laborales pierden sentido y atractivo, por lo tanto se busca generar ingresos por el mercado informal
La idiosincrasia con la que salimos del territorio nacional nos sacude mentalmente al encontrarnos con países donde los únicos días que no se trabaja son Navidad y Año Nuevo, donde las jornadas laborales son mayores a 10 o 12 horas, e incluso 20 o 24; con un periodo corto de tiempo para reponerse y volver al sitio de trabajo. He escuchado en más de una oportunidad “aquí se trabaja como burro”, y una frase que particularmente me trae un choque de emociones: “allá no se puede descansar, allá se trabaja las 8 horas”; ahora me pregunto yo: ¿no es eso lo que se debe hacer? Cumplir con las tareas inherentes a tu cargo en las 8 horas que se te asignan diariamente para eso, y de no ser así, continuarlas al día siguiente; de acuerdo a la urgencia o prioridad de la necesidad? Les quiero dejar en claro lectores; que soy más venezolana que la arepa, y que defenderé a mi país y a mis paisanos, tanto o más que a la pizza sin piña; pero al César lo que es del César. Si estando en Venezuela, tu remuneración se fue a la deriva por el desfalco económico que atraviesa el país, y saliste para incrementar tus ganancias, representar a tu familia en el extranjero, y desarrollarte como profesional, entonces recibe lo que viene conjuntamente con eso; TRABAJO.
No me niego a la existencia de explotación, porque la hay, extensivamente a venezolanos que han salido del país sin papeles en regla para ejercer en el exterior; tema del que me gustaría conversarles en otro post; pero el núcleo de muchos de los fracasos en los empleos de venezolanos en el exterior, se encuentra en la visión del empleado en relación a lo que quiere obtener del empleo. Si eres un paisano trabajando en cualquier otra parte del mundo, pregúntate ¿qué buscas con ese empleo? ¿Qué ganas, aparte del dinero? ¿Estás a gusto? ¿Consideras que este empleo generará en ti un crecimiento y/o desarrollo de carrera, o es más de lo mismo a lo que veías en Venezuela? Sopesa tus respuestas con lo que realmente quieres, lo que de verdad deseas, y MUÉVETE. Incluso con oportunidades limitadas, y temores oportunamente válidos, tú y solo tú tienes el poder y la decisión de moverte, de salir de donde no eres feliz. Después de todo, ya saliste de tu casa, ya despegaste el cordón umbilical de tu mamá, de las arepitas de tu abuela, de tu país, así que despegarte de un trabajo donde sólo estás atado por una quincena debería ser pan comido para ti.
Eres una persona joven, inteligente, valiente, y con muchas cosas para dar, descubrir, y pedirle a la vida. Es perfectamente entendible que tengas dudas sobre esto, porque estás solo y lejos de casa, pero estás en todo tu derecho a ser y producir alegría y tranquilidad. Si verdaderamente, tomaste tus maletas y formas parte del índice de migración porque “estás buscando mejorar tu calidad de vida”, atrévete a cambiar, atrévete a correr, y atrévete a ser feliz con lo que haces, para que, entre otras cosas, no tengas que llamarle trabajo.
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¿Cual será ese lugar donde se trabaja por más de 20 o 24 horas?
Ni de visita me atrevería ir...!
Saludos @iramyjr11
Jajajaja! Me refería a los turnos que tienen que cumplirse para obtener una buena remuneración; como los de vigilancia, salud, o puestos en negocios que abren 24 hrs. Gracias por tomarte el tiempo de leer mi reflexión, saludos! @henrycalu
Ok! ya le entendí... je je!