Del 21 de octubre de 2014 a las 10:06
…la invasión de luz, acompañada de calor insufrible revienta el día por lo más alto, la sensación de una arcada inminente te manda sin miramientos al trono; descargas cansada el alimento nunca asimilado y te levantas con frente sudorosa sobre los retos del día.
Ante ti mil proyectos se arremolinan demandando tanta atención y recursos emocionales como el perro faldero que te araña la pierna.
El sueño de balbuceo ininteligible y respuesta incoherente corona el primer intento de arranque, pero cuando creerías que toda la jornada se desenvolvería en igual tono, deslizas tu mirada sobre el refrigerador mientras de pronto explota en algún lugar de tu interior una marea de sensaciones satisfactorias.
El bienestar te recorre como una caricia en el cuello y va paulatinamente dibujando la sonrisa matizada de imágenes recurrentes, recuerdos breves que te rinden cuentas sobre la titánica felicidad de la que eres propietaria.
Sientes exhumada la dicha interna de un futuro próximo preñado de picos, éxitos… precintos que aseguran la veracidad de anhelos añejos sembrados en tu infancia y casi amenazados por capas de experiencia signada por la negativa y la reconstrucción.
Ya levantado y gradualmente consiente luego de resentir la marca del último latigazo verbal, das por hecho el blindaje de brazos portentosos y afectos complacientes que no te desamparan bajo escenario alguno.
Pones pies escalera abajo como carga de caballería contra el ciclo de 24 que se te encima, pronuncias tu primer saludo tal como el que hoy te mando y diente pelado dices... BUEN DÍA!