Si llega usted a verla estoy seguro quedara prendado de los sortilegios que la envuelven y encantos que le disparataran los sentidos al instante. Observe su figura, vea como la vestidura ceñida a su piel deja adivinar a un cuerpo hecho de ritmos, de fuegos, de olas agitadas. Observe como su blusa generosa perfila la silueta de su busto y deja adivinar dos racimos de uvas que prenden de su pecho moreno. Tenga cuidado, mucho cuidado con su pelo, es un suicidio que uno persigue como abúlico pelele y lo lleva consigo hasta la madrugada para martirizarse de su aroma y sus reflejos encendidos. Sentada tortura la mirada, de pie importuna la cama y el sosiego, una emboscada al corazón que desordena sus latidos como un redoblante en el pecho, como un tambor sin pautas. Fíjese usted en sus ojos, percatara que sus ojos dicen pero callan, guardado silencio, tal vez advierte severidad, pero si usted escudriña más al fondo, encontrara nostalgia y pasiones. Seguro le gustara más su ojo derecho que es más chico, que es más tierno, que es más bebe. Sus ojos hermosos, sus ojos son traviesos, malcriados y un tanto trúhanes, se apagan por momentos, pero si reanima la fuerza de su espíritu, si levanta su corazón decaído recobran su vivacidad, retoman su brillo incandescente y le vuelve la esperanza hecha luz en sus pupilas. Lo que más le gustara es su andar, su marcha, la sinuosidad de sus pasos que deja la estela de su ritmo, abandona su coqueteo natural, furtivo, inconquistado de silvestre talante. Sus piernas corintias van un tanto delante de su cuerpo con gracia y elegancia de pasarela, con ritmo de gacela retozando en la quietud de la pradera, como un poema montado en el precipicio que es el fuego de sus caderas y la brevedad de su cintura. Su caminar tiene tendencia evasivas, sentirá que se marchara para siempre y no la vera más, yo entonces, me pongo triste y digo para mí que ella es una quimera, ella es una utopía, que ella es solo un sueño, sin embargo encontraras refugio en su frescor. Notara que es cortes y amable con quien lo merezca, se dará cuenta que se distancia de la intriga y que es auténtica, hermosamente autentica, no arde con facilidad, no explota, no ahoga, no domina, no atropella porque la reflexión es cosa que aprendió y liberada esta de elucidaciones presurosas, lejos está de la estridencia, pero si cerca de las indagaciones de la virtud y las solicitudes del corazón. Es buena chica, tan buena que la abundancia de su amor le emana de su boca en cada palabra pronunciada. No puedo negar que he imaginado un domingo completo con ella en su propio territorio, sería un sujeto dulce y obediente, le prohibiría que se incorporara de la cama, yo haría todos sus oficios, pintaría las uñas de sus manos de paloma, metería sus pies en agua abundante crema, masajearía todo su cuerpo, empezaría con ternura por sus hombros tersos, a las seis de la mañana la despertaría con una agradable repercusión tan suave como la seda tupida como su canto, fluctuando entre el susurro y la caricia tenue. Café humeante llevaría a la cama, todas las frutas del mundo le daría a comer como los pajaritos y un beso en el dedo gordito de su pie derecho. En absoluto silencio le tomaría su muslos clandestinamente por debajo de la sabana, me hundiría en la blancura del pecado, me quemaría en su fuego lentamente, me dejaría invadir por la codicia de algún gemido entrecortado y escalaría hasta alcanzar las colinas de mi desvarió, derrotaría mi timidez y mi rubor, deshaceria mi miedo hasta arribar al viñedo de su boca tibia y húmeda, convertiría en vino y miel toda su piel para encender mis tentaciones y la recorrería lentamente. Viajaría después más allá de las galaxias imposibles, daría gracias a dios por el regalo que me concedió en el otoño primoroso de mi vida y me despediría de ella diciéndole que vuelo para ella cuando tenga mi segunda vida ¡que me espere! Que no se enamore más ¡porque yo vuelvo, yo vuelvo solo para ella! ¡Lo juro yo vuelvo!