Nunca pudieron las alturas de mi imaginación
comprender tu belleza.
Fina, ligera, como las alas de una ave,
o mejor aún, como el aliento de los dioses.
Nunca me imaginé que hubiera alguien como tú.
Y ya que el sol se ha puesto,
y la luna brilla, iluminando tu cuerpo sin vida,
me gustaría saber una sola cosa:
¿te veré otra vez, una sola vez más?
Tu voz hermosa no me responde.
Los dioses no me responden.
Lo único que puedo oír es el viento que llora por tu ausencia...
Como yo.