UN VIAJE INESPERADO
Adentrarse en la espesa neblina. No hay peor sitio que las espesas nubes que cubren el panorama, en ese momento en que sientes el alivio del turbulento despegue chocar con las ansias que causa el vértigo de estar a 100000 pies de altura, después de pasar una noche abrumadora. Me sentí mareado el domingo por la mañana al partir en mi vuelo a Moscú.
Fue entonces cuando mi móvil sonó aquel sábado por la tarde, desperté de mi siesta matutina y atendí, al escuchar una voz solloza y muda, ¿Será Carlos? Pensaba ya y entonces pregunté - ¿eres tú? Quien más podía contactarme desde que llegue a Katmandú, Nepal. En ese momento tocaron la puerta de mi habitación.
Sr Milin ¿cómo está? – Me pregunto la Sra Iliana, quien amablemente me traía un té de manzanilla cómo todas las tardes. Desde que me recibieron ella y su marido, Don Maximiliano, quien se encontraba atendiendo al capataz que cuidaba al rebaño.
Ese sábado por la tarde me quede pensando que habrá sucedido ¿por qué me habría contactado? Mientras me tomaba el té en el cálido sol del verano. Me dispuse a llamarlo, era difícil después de casi 10 años sin apenas saber de el a través de algunas postales que le enviaba.
Hola Carlos ¿Cómo estás? – le pregunté mientras encendía un habano. Bien – me respondió no pudo contenerse y rompió en llanto, ¿Qué pasa, porque lloras? Le dije. Nada, me decía con un nudo en la garganta. Cuéntame ¿qué ha pasado? Entonces me conto lo sucedido, perdió a su hermano (único pariente que le quedaba) en una explosión en el almacén donde trabajaba por unos productos químicos y su mujer había descubierto que se encontraba atraído por otra persona.
¿Qué? Dije con voz sorprendida al escuchar la noticia de su hermano y su pareja. Mañana salgo para allá - Le comenté, Agarraré el primer vuelo a Moscú. Solo me dijo – Está bien, aquí hablamos Milin.
Fue el peor momento de mi vida, 10 años sin subirme a un avión, una mezcla de sensaciones. Vértigo, miedo, Nauseas, intriga. Un vaivén de emociones explotó dentro de mí. Veré a Carlos después de aquella despedida, 10 años habrían pasado después de la última vez que vi sus ojos cafés.
Envuelto en la abrumadora duda si en su interior yace la llama que encendimos aquel invierno que marco nuestras vidas el 15 de noviembre del 2010. Carlos casi se caía al posar su pie derecho para terminar de subir el Monte Everest, fue entonces cuando sujeté su mano.
El montículo donde había posado su pie se desprendió de la montaña, asustados al escuchar el vacío lo tome de su mano y levante lo más que pude y con su pie izquierdo tomo impulso hasta subir, cayó sobre mí, fue entonces cuando nuestras miradas se cruzaron. No pude contenerme, lo besé. Sucumbidos ante la tentación de ser correspondidos en ese beso, olvidamos nuestras vidas, él tenía una mujer quien lo esperaba en casa.
Cuando volvimos en si ya era tarde, habíamos encendido una llama entre nosotros. Con la mirada cortada nos levantamos y el silencio se apodero de la cima del monte Everest. Nuevamente recordé el silencio abrumador del vacío al caer la roca de hielo, nos quitamos las botas de alpinismo y nos preparamos para bajar.
No hubo palabras, no hubo miradas, solo un adiós que sepulto todo contacto entre nosotros, después de nuestra despedida en el Monte Everest, Nepal. Carlos siguió su vida cotidiana al lado de su mujer. Yo regresé a Venezuela, 6 meses después conseguí un puesto de Social Mánager en una pequeña empresa de lana en Katmandú, Nepal.
En mi vuelo a Moscú recordé nuestro último encuentro en el Monte Everest, la mirada, el adiós, la sociedad que nos tachaba, su mujer esperando su regreso. No podía imaginar lo que estaba viviendo en ese momento, la muerte de su hermano, la ruptura de su hogar, el mundo se le venía encima y yo solo quería estar ahí para él.
Al aterrizar el avión solo podía recordar el miedo a las alturas que nació desde aquella ves que la roca de hielo cayó al vacío, y la mirada de Carlos, ese preciso instante en el que nuestros ojos se cruzaron y el tiempo se paralizo.
AN UNEXPECTED JOURNEY
Entering the thick fog. There is no worse place than the thick clouds that cover the panorama, at that moment when you feel the relief of the turbulent takeoff collide with the anxieties caused by the vertigo of being at 100,000 feet, after spending an overwhelming night. I felt dizzy on Sunday morning as I departed on my flight to Moscow.
It was then that my cell phone rang that Saturday afternoon, I woke up from my morning nap and answered it, hearing a sobbing and mute voice, Could it be Carlos? I thought and then I asked - is it you? Who else could contact me since I arrived in Kathmandu, Nepal. At that moment there was a knock on the door of my room.
Mr. Milin, how are you? - I was asked by Mrs. Iliana, who kindly brought me a chamomile tea like every afternoon. Since she and her husband, Don Maximiliano, who was attending to the foreman who was taking care of the herd, welcomed me.
That Saturday afternoon I was left wondering what had happened, why had she contacted me? While I was drinking tea in the warm summer sun. I decided to call him, it was difficult after almost 10 years without hearing from him through a few postcards I sent him.
Hello Carlos, how are you - I asked him while lighting a cigar. Good - he answered, he couldn't contain himself and burst into tears. I told him. Nothing, he said with a lump in his throat. Tell me what happened? Then he told me what happened, he lost his brother (the only relative he had left) in an explosion in the warehouse where he worked for some chemical products and his wife had discovered that he was attracted to someone else.
What? I said in a surprised voice when I heard the news about his brother and his partner. I'm leaving tomorrow - I told him, I'll take the first flight to Moscow. He just told me - Okay, here we talk Milin.
It was the worst moment of my life, 10 years without getting on a plane, a mixture of sensations. Vertigo, fear, nausea, intrigue. A back-and-forth of emotions exploded inside me. I will see Carlos after that farewell, 10 years would have passed after the last time I saw his brown eyes.
Wrapped in the overwhelming doubt if inside him lies the flame that we lit that winter that marked our lives on November 15, 2010. Carlos almost fell down when he set his right foot to finish climbing Mount Everest, it was then when I held his hand.
The mound where he had placed his foot fell off the mountain, scared to hear the emptiness I took his hand and lifted as much as I could and with his left foot he took momentum to climb, he fell on me, it was then when our eyes met. I could not contain myself, I kissed him. Succumbed to the temptation of being reciprocated in that kiss, we forgot our lives, he had a woman waiting for him at home.
When we came to, it was too late, we had lit a flame between us. With our eyes locked we stood up and silence took over the summit of Mount Everest. Again I remembered the overwhelming silence of the void as the ice rock fell, we took off our climbing boots and prepared to descend.
There were no words, no looks, just a goodbye that buried all contact between us, after our farewell on Mount Everest, Nepal. Carlos continued his daily life with his wife. I returned to Venezuela, 6 months later I got a job as Social Manager in a small wool company in Kathmandu, Nepal.
On my flight to Moscow I remembered our last meeting on Mount Everest, the look, the goodbye, the society that crossed us out, his wife waiting for his return. I could not imagine what he was going through at that moment, the death of his brother, the breakup of his home, the world was coming down on him and I just wanted to be there for him.
When the plane landed I could only remember the fear of heights that was born from that time when the ice rock fell into the void, and the look in Carlos' eyes, that precise moment when our eyes met and time stood still.
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