EL ÁRBOL Y EL VIEJO
Te mece, te mece el viento hoja frágil de mi alma, extraída de mi árbol cansado de tantos años, se pierde la sabía buena como se agua mi sangre.
Las raices agotadas se carcomen en su base, como se cansan las mías con el paso de los años, las raices y las piernas parecen como hermanadas.
Las hojas como los brazos se caen por su secadés, los dolores brotan solos las hojas vuelan después, al desprenderse del árbol, hojas secas por doquiér.
El sonido de los huesos el crujir del árbol seco, cuándo el viento lo castiga, son simil en su agonía, se retuercen de dolor, sólo que el árbol no chilla como grita el leñador.
Los años siguen su ruta de destrucción con paciencia, no los para ni la ciencia ni la buena alimentación, hasta que los dos perecen el viejo y el árbol seco, a uno lo entierran hondo al otro en leña para el horno, y solo cenizas quedan.
El cuerpo cuando se cansa por la carga de los años, igual que el árbol ermitaño se dobla por su rigidez, ni las aguas ni los rios los salvan de perecer, es el tiempo que no para de correr, hasta que nos llevan lejos para nunca más volver.
Arnaldo J. Cova
29-01-2018