En los estratos más pobres de nuestra sociedad, existe una creencia muy arraigada y es que en vez de pedirle favores a dios o a cualquier santo o virgen de los muchos que existen se los piden a una leyenda local.
En medio del humo de tabaco y las botellas de aguardiente hacen sus peticiones a “ISMAELITO”, el líder y más famoso miembro de una corte espiritual (corte cale), formada por una decena de delincuentes fallecidos todos de manera trágica en medio de sus andanzas.
De boca en boca la creencia popular se ha encargado de transmitir de manera acelerada la fábula de que “ISMAELITO” cual Robín Hoob caraqueño fue un prestigioso ladrón que dedicó buena parte de su vida a proteger a su barrio y a robar a los ricos para darle el fruto de sus andanzas a los pobres, creando así un manto de impunidad y santidad a sus acciones.
Ya no es solo en Caracas, en cualquier lugar de Venezuela se encuentran a la venta imágenes prácticamente de cualquier tamaño que las personas llevan a sus altares particulares, donde a través de oraciones, rezos y velas son adorados cual dioses del olimpo popular.
En cualquier lugar son muchos los que acuden a solicitar sus favores y en medio de rituales llenos de trucos, esperan que “ISMAELITO” a través de un espiritista o “materia” como le dicen aquí, el cual se retuerce entre palabras que no se entienden, baños de aguardiente y el humo excesivo proveniente de los tabacos y los cigarrillos, entre en un trance con el espíritu del “santo” y este pueda escuchar las peticiones de favores de los que están a su alrededor a sabiendas que al mago se le ven los trucos, pero es más fácil y cómodo creer.
Vertiginosamente esta creencia popular ha ganado espacio entre los estratos más desfavorecidos de nuestra sociedad, sobre todo entre los que deciden andar por los caminos de la delincuencia y hacen de las armas su estilo de vida, los cuales recitan sus oraciones, prenden sus velas y se encomiendan a esta figura vestida con un gorra de lado, arma al cinto, chaqueta y zapatos nike antes de salir a cometer sus fechorías.
Y mientras la desigualdad exista y la educación no desaloje a la violencia de los espacios de los barrios más pobres, los delincuentes se encargaran de que la fe en estos ídolos aumente de manera desmesurada y la leyenda continúe creciendo.
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excelente publicacion hermano ,
muchas gracias, por su tiempo