El 9 de julio de 1997, ocurrió un suceso en mí ciudad que cambio para siempre la forma de ver y llevar mi vida, déjenme decirles que tenía en ese entonces 26 años y me pasaba todos los fines de semana de fiesta en fiesta y de botella en botella, malgastando el dinero que me ganaba trabajando en una empresa de encomiendas, no me importaba nada ni nadie y era un verdadero dolor de cabeza para mi familia, especialmente para mí madre que no encontraba que hacer para encarrilar a la oveja negra de la familia por el buen camino.
Aproximadamente a las tres de la tarde de ese fatídico día, me hallaba en la cola del banco esperando mi turno para unas diligencias relativas a mi trabajo, cuando de pronto se escuchó un rugido ensordecedor que provenía del piso y todo empezó a moverse frenéticamente de un lado a otro, ¡un terremoto¡ grito alguien y se desato el caos, como pude llegue a la puerta y salí fuera, justo para ver como el edificio se movía de un lado a otro, como un árbol azotado por el viento, hasta quedar de nuevo en su posición original, creí que se vendría abajo, pero se mantuvo en pie milagrosamente.
Parecía que el tiempo se había detenido como por arte de magia, todos nos mirábamos las caras asustados, camine hasta la avenida y observe a la gente señalando hacia una nube de polvo y sin saber porque emprendí una veloz carrera hacia el lugar que indicaba las personas, el cual era un edificio de 6 pisos se había desplomado totalmente.
Fui uno de los primeros en lanzarme hacia los escombros, pues sabía que allí había mucha gente atrapada, ayudamos a muchos heridos a salir, unos más graves que otros, gracias a dios solo unos pocos no tuvieron la misma suerte y murieron aplastados en el sitio.
Milagrosamente, la gran mayoría sobrevivió, incluyendo un niño que logre rescatar con la ayuda de otra persona, el cual se abalanzo sobre mí, rompiendo en llanto desconsoladamente, aturdido y sin lograr comprender lo que había pasado.
Al llegar los bomberos y los grupos de rescate y tomar el control de la situación, me senté en el borde de la calzada, recordé a mi madre y rompí a llorar, entendiendo el valor de la vida, lo efímero que esta puede ser, lo delgado del hilo que nos lleva hasta la muerte y el poco aprecio que tenemos por las cosas que de verdad valen la pena.
Comprendí el dolor que le estaba causando a mi madre al llevar una vida tan díscola y me prometí a mí mismo cambiar.
Cambio que he cumplido a cabalidad en mi faceta como hijo y ahora también como padre y esposo.
Ese día hubo 73 muertos y mas de 700 heridos y estoy seguro que este terremoto cambio para bien o para mal la vida de muchos.