LOS SELECCIONADOS
Mientras corría con el cuerpo del señor Vicenzo, aún sujeto por sus axilas, levanté mi mirada y me fijé como, por decir un número, unos treinta Contemporáneos estaban a unos pocos metros de nosotros. Un frío invernal subió por mi espalda, pero eso no me detuvo de seguir con mi camino. Frank batallaba con el peso del hombre que cargaba, no era nada sencillo llevarlo, y menos con la presión que nos ocasionaban los Contemporáneos.
Se me hacía eterno llegar hasta las escaleras para subir a PB como mi padre había dicho, en dichas escaleras de emergencia había una puerta. Al entrar planeaba cerrarla para que los Contemporáneos se quedaran del otro lado, pero era más fácil decirlo que hacerlo.
—¡Corre Frank! —El pobre chico se resbalaba, pero no se caía. Lo comprendía, quizá él quería saber qué tan cerca estaba la muerte.
—¡Eso hago! —Me espetó pero, al segundo después noté como caía hacia su lado derecho, tras él vi una figura nauseabunda con la boca llena de sangre.
—¡Frank! —exclamé lleno de pánico, ahora arrastrando el cuerpo del señor Vicenzo. Miré a Frank cuando éste impacto su pie en el tórax del Contemporáneo, mandándolo a volar hacia atrás.
Frank se levantó como un rayo y se reincorporó con el remolque del cuerpo, pero ésta vez no lo tomó por sus pies, sino que agarró un brazo al igual que yo y lo arrastramos hasta las escaleras de emergencia.
El Contemporáneo que Frank había pateado ya se encontraba de pie corriendo nuevamente con la horda, pero éste quedó de último, los que estaban de primeros se veían peligrosos y diría hasta que "frescos" por no poder apreciar un poco de descomposición en sus cuerpos. Por otro lado, uno de ellos sólo tenía parte de su dorso, no entendía cómo podía mantenerse en pie. Sin embargo, había alrededor de tres niños Contemporáneos, una chica y dos chicos. La niña me recordó mucho a Rudy, tanto por su cabello en ondas que a veces se volvía rebelde, como su estatura.
Mis pensamientos fueron interrumpidos por un ligero toque en mi talón izquierdo, era frío, pero era inanimado: una pared. Volteé y rápido la esquivé para poder entrar a las escaleras de emergencia. Frank hizo lo mismo.
—¡Cierra la puerta! —Se apresuró en decir Frank, ambos teníamos el mismo plan.
Tomé la puerta con ambas manos, iba a cerrarla con todas mis fuerzas, pero al momento de empujarla, no ocurrió nada, estaba trabada.
«¡Maldita sea!» pensé estresado y miré a Frank.
—¡Está trabada! —exclamé. El color moreno que tenía Frank lo perdió en cuestión de millonésimas de segundos, en sus labios pude leer el desespero: "oh mi dios"
No teníamos armas, ni pedazo de vidrio, ni nada. Sólo estábamos indefensos en esperando nuestra inminente muerte. Yo seguía tratando de cerrar la puerta, Frank se me unió, pero igual nada ocurría. Quizá sea una puerta de emergencia, las cuales no se cerraban al momento de una.
¿Acaso no pensaron en este tipo de emergencias?
El primer Contemporáneo pasó, pero no nos notó. Iba directo al cuerpo del señor Vicenzo, sus fauces estaban abiertas a todo dar, pero mi pie la cerró de una sola patada. Si no me había notado ahora sí que lo hacía, ya que volteó y se abalanzó hacia mí. Frank trató de interponerse, pero ya me había agarrado un brazo.
****
Ya no sentía miedo, ya eso se había reducido al tamaño de una hormiga. Lo que sentía era impotencia por no lograr reencontrarme con mi padre, prácticamente estaba a unos cuantos pasos de él, pero por más que lo intentase, no podría reencontrarme con él.
Tomé por el cuello al Contemporáneo que me estaba intimidando y apreté con todas mis fuerzas, o con las que me quedaban, para ver si podía decapitarlo con un poco de presión... Pero no pasó.
Lo que noté fue como sus ojos amarillentos se estaban saliendo de sus cuencas. Se sentía raro ver ese tipo de cosas, pero era eso o morir en el intento. El Contemporáneo tenía las uñas largas, y con ellas me rasguñaba las brazos y antebrazos. No me dolía, no me importaba. Lo único que quería era arrancarle la cabeza, pensé por todo lo que había pasado desde que tenía uso de razón, cada recuerdo malo que tenía se convertía como una inyección de adrenalina.
No me había fijado que Frank estaba protegiendo al señor Vicenzo con nada más que sus puños. Estaba luchando cuerpo a cuerpo con dos mujeres Contemporáneas, cada golpe que le daba, era como una opción de vida. Pero al voltear hacia la puerta y ver que con rapidez la horda llegaba a la entrada y se aglomeraba para poder entrar, esas opciones se volvían sueños.
****
Seguía con mis manos en el cuello de ese Contemporáneo, cada vez más notaba como sus ojos se salían, y de un momento a otro al escuchar una explosión ¡estalló!
¡La cabeza de esa cosa había explotado y toda su sangre negra había caído en mi cara y cuerpo!
En ese mismo instante, sentí un dolor punzante en mi hombro. Dolía un mundo y quemaba como mil soles, bajé la mirada hacia mi hombro y vi una mancha de sangre; ésta si era roja escarlata, la sangre que delataba que aún vivía, la sangre que los Contemporáneos anhelaban tener.
—¡Ethan! —Escuché. Sin duda alguna esa voz era de mi padre. Volví a levantar la mirada y escuché otra vez la misma explosión de poder.
Mi padre tenía un arma en su mano y le estaba disparando a cual Contemporáneo viera. No sólo me dolía el hombro, ahora todo mi brazo lo hacía, como una especie de onda expansiva todos mis nervios se fueron activando generándome un dolor insoportable.
—¡Francisco! —exclamó mi padre disparando varias veces en la dirección que por última vez lo vi.
Escuché al chico gritar, pero al voltear la cabeza hacia su dirección ya las Contemporáneas estaban cayendo al suelo... Pero muchos más estaban entrando.
—¡Suban! —Llamó y disparó un par de veces más—. ¡Vamos suban!
Mi cerebro estaba escuchando a mi padre, pero mis pies no le hacían el más mínimo caso. Estaba estático mirando como los Contemporáneos que se encontraban en la puerta, atorados por su insistencia de querer entrar primero. Los quejidos de Frank se hacían cada vez más notorios, pero no podía reaccionar a nada.
«¡Vamos muévete!» me ordenaba en repetidas ocasiones.
—¡Suban! —Disparó nuevamente mi padre—. ¡Están por salir!
A los segundos escuché un sonido metálico, el mismo sonido que hacían las personas al bajar una escalera. Luego escuché más voces.
Y más disparos...
Alguien me tomó por mi hombro herido y lo quise matar, pero luego noté que era mi padre que me arrastraba hacia arriba.
—Frank vamos —esbozó el hombre. Yo no podía establecerme en el tiempo, estaba perdido en él, parecía estar drogado.
Lo que sabía era que Frank estaba llorando, no era la primera vez que lo veía hacer tal cosa, ni lo juzgaba por hacerlo. Porque yo también lo estaba haciendo.
****
Unas manos diferentes me tomaron, éstas eran cálidas y delicadas.
—¡Llévenlo arriba! —Demandó mi padre.
Lo miré y traía a Frank en su espalda como un costal de papas, detrás de él se encontraba Zoe y Alan con varas de metal, alejando a los Contemporáneos.
—¡Andando! —exclamó.
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Todo estaba pasando en cámara lenta. Veía sombras de personas pasar por mi campo de visión, no eran nuevas, ya las conocía, pero mis tiempos se estaban yendo.
Una chica con cabello castaño, su piel estaba un poco pálida pero con algunos salpicones de sangre en ella, la veía de aquí para allá buscando qué sé yo, sin duda alguna era Zoe.
Algo húmedo me pasaba por la cara en repetidas ocasiones, era un pedazo de tela y mi mirada estaba fija en un punto de su cara. Era otra chica, diferente a la anterior en todos los sentidos de la palabra, ésta adornaba su cabeza con cabellos dorados pero que poseían un pegote de sangre seca. Me perdía en su azulada mirada y sus carnosos labios que repetían muchas veces:
—Ya estamos bien —decía Vanessa.
A mi izquierda estaba un chico que se quejaba de una parte de su brazo. Apenas lo conocía hace un par de días y ya se había convertido en mi hermano. A su lado, sujetando su brazo, estaba el hombre que fue uno de los dos causantes en traerme a este mundo.
Mi padre estaba aplicando un líquido en el brazo de Frank, que en ese momento que lo noté estaba en un río de sangre, al echarlo, el pobre chico ahogó un grito que hizo a la mujer de al frente saltar del susto.
Esa mujer con piel oscura, cabello abundante y una que otra cicatriz en sus piernas, había estado cuidando al pequeño bebé que se había convertido en mi hijo. Admito que Hanny hacía mejor trabajo cuidando de André que yo.
Más allá de la mujer, a unos cuantos metros en una silla sentada, estaba una chica pelirroja hablando por un micrófono, a su lado dos chicos; uno pequeño con cabello rizado comiéndose las uñas y el otro con porte despreocupado y su cabello rubio viendo hacia los monitores en todo momento, como si su vida dependiera de ello.
—¡Corre! —gritaron al unísono Alan, Hugo y Kath.
—Vas a estar bien, no te pasará nada. Tranquilízate —Escuchaba la voz de mi padre repetir una y otra vez las mismas frases—. Vas a estar bien, no te pasará nada. Tranquilízate.
Frank estaba hiperventilado, y yo como medio drogado del dolor. ¿Era mi fin?
A los minutos escuché una puerta abrirse y cerrarse con gran rapidez, luego un suspiro que lo decía todo: "Estoy a salvo"
En el suelo unas manos ayudaron a levantar el cuerpo del señor Vicenzo, ya estaba despierto, ya estaba consciente. Esas mismas manos fueron la que rompieron el espejo del baño y creó un arma improvisada para salir de la embarrada que había ocasionado en el mismo lugar. Zeon había llegado.
Todos habíamos llegado a ese lugar que estaba poco iluminado. Sólo por la luz de los monitores podíamos observarnos entre sí. Habíamos llegado a la sala de vigilancia de la ECC.
Por lo que me pude fijar, no había un solo monitor donde mis ojos no vieran cuerpos caminando de aquí para allá sin ningún rumbo. En algunos pude notar cómo estaban en cuclillas devorando cosas, en otros noté un mar de sangre y muchas butacas tiradas por doquier.
Pero lo que más me llamó la atención fue que, estábamos atrapados en una pequeña habitación de un edificio que había ocurrido un suceso trágico, y al parecer nosotros éramos los únicos sobrevivientes.
Nosotros: Los seleccionados de la ECC.
muy bueno bro, sigue asi.
Muchas gracias bro!
Tu historia nos sigue sorprendiendo. Éxito hermano.