TOXOPLASMA GONDII
Me sorprendí al ver que no entré en pánico, al contrario, estuve firme viendo a los ojos al señor que ahora era uno de ellos. Él corrió hacia mí, su boca estaba de par en par y de ella sólo salían puros gruñidos.
—¡Que alguien ayude a mi hermano! —gritó la chica mientras esquivé a su abuelo.
El viejo Contemporáneo cayó por los escalones largos hasta casi llegar a la tarima, haciendo que las personas que estaban en esa fila salieran corriendo aterrorizadas hacia arriba.
—Tito, ¿Estás bien? —La chica seguía sollozando con la mano en el orificio donde una vez estuvo la oreja del muchacho. Ella estaba en el suelo y tenía el cuerpo de su hermano en su regazo.
Me acerqué a ellos y al lado de nosotros vi como unos hombre uniformados de azul bajaban con sus armas hasta donde estaba el Contemporáneo. Las botas de ellos hacían un estruendo cuando pisaban, sus rostros se veían vacíos, parecía que no querían estar allí.
Yo tampoco quería estar allí.
—Zoe... —Los ojos del chico estaban desorbitados—. Mátame por favor... —Su voz estaba entre cortada porque después de esas palabras vinieron muchas lágrimas.
—¡No! ¡No, no no! —gritó la chica negando con su cabeza y con los ojos cerrados—. ¡No me hagas esto Tito! ¡Se fue el abuelo, no me dejes sola!
—No me hagas sufrir hermana, no quiero convertir a estas personas —habló el chico aclarándose la voz. En la oreja que le quedaba noté un pequeño túnel, se le vería bien si no fuera porque la otra la tenía su abuelo en el estómago—. Y menos a ti.
—¡Me harás sufrir a mí! —espetó la chica tumbándose en el pecho de su hermano—. ¡No me dejes sola! ¡Muérdeme! ¡Vamos muérdeme! —Los chillidos de la chica me ponían nervioso, y más aún cuando colocaba su brazo en la mandíbula de su hermano.
La quité a la fuerza de allí, arrastrándola, llevándola lejos de su hermano.
—¡Mantengan la calma por favor! —Escuché por los altavoces.
«¡¿Cómo quieren que guardemos la calma si tenemos a dos contemporáneos aquí?!» pensé y deposité a la chica entre un pasillo de asientos.
Luego entre toda esa conmoción, entre todo ese desastre, escuché dos detonaciones.
—¡Calma, ya lo han resuelto! —La misma voz habló—. Guarden silencio, por favor.
Mis ojos se posaron en la chica que parecía ahogarse con sus propias lágrimas. Me dio mucha lástima verla así sufrir de tal manera, sus gritos me helaban la sangre. Su cabello negro con ondas le caía sobre su cara, y algunos mechones se mojaban adhiriéndose a su rostro.
—¿No tienes alguna herida? —Le pregunté—. ¿Un rasguño o una mordida, algo que te hayan hecho?
Me negó con la cabeza, se sentó y colocó su cabeza entre sus rodillas flexionadas.
—¿Podrías hacerme un favor? —susurró, casi ni la oí por la posición en la que estaba.
—Sí. Claro —dije. Haría lo que fuese, bueno... Hasta cierto punto.
—Toma. —Me dio un pequeño revólver—. Yo no podría matar a mí hermano. Pero tú sí.
Tomé el arma y la miré a los ojos, estaban hinchados y rojos de tanto llorar.
—Creo que se lo pides a la persona menos indicada —comenté.
—Por favor... —suplicó—. No quiero que mi hermano sea un come gente, él no querría.
Giré mi cuello y lo busqué con la mirada, estaba sentado en uno de los escalones, apoyado en unas de las butacas, estaba pálido y se veía confundido. Su camisa blanca estaba tan roja como lo estaba la mano de su hermana, él no apartaba la suya de su cabeza, tratando de evitar que saliera más sangre.
La gente ya se estaba calmando y logré ver como los hombres uniformados de azul, se llevaban al abuelo de esos chicos hacia fuera del anfiteatro.
—¿Entonces, lo harás? —preguntó mirándome fijamente, sus ojos azules me hipnotizaban—. Tienes mi perdón.
Al terminar de hablar se echó de nuevo a llorar.
Me levanté y viéndola desde arriba le dije:
—Espero que así sea.
Caminé hacia donde vi por última vez al chico.
Estaba pálido, sudoroso y lucía desaliñado.
«¿Lo hago de una?» pensé tembloroso, pero con pasos firmes. «¿Le aviso? ¡Oh claro! ¿Cómo sería? "Hey mira, tu hermana no tuvo el valor de asesinarte y me mandó a mí, cierra los ojos por favor y cuenta hasta tres"» no, creo que no.
Le quité el seguro al revólver y me detuve a unos tres pasos de mi víctima.
La gente a mí alrededor me miraba, eso hacía que perdiera confianza.
Una niña pequeña se me quedaba viendo con un oso de peluche entre sus manos, se parecía mucho a Rudy por lo rebelde de su cabello. Una señora, creo yo que era la madre, la quitó y la colocó detrás de ella.
La mujer me asintió.
Llevé el arma hasta la cabeza del chico.
Y cuando estuve a punto de disparar, él me dijo:
—Gracias. —Sollozó—. De verdad te lo agradezco, sabía que Zoe no sería capaz... Si pudieras decirle a mi hermana que la amo con todas las fuerzas que tengo, sería genial. Pero creo que sería mejor que le dijeras que nunca se aparte de ti, ya no le quedará nadie en este mundo y no la quiero todavía al que yo me dirijo. —Tuve que retener la bala unos momentos para que terminara de hablar. Él estaba llorando.
Retenía las lágrimas o retenía la bala, una de dos.
—¡Tomen asiento! —Escuché gritar a los uniformados e igual lo hacían las personas que estaban en la tarima.
—No te conozco muy bien que digamos pero, estudio muy bien a las personas y créeme que desde cuando estuvimos haciendo la fila para entrar supe que eras un buen chico... Él que es bueno con su familia, es bueno con todo el mundo y pude notar que eres bueno con la tuya por como te disculpaste con tu hermano. —Se volteó a verme—. Cuida de mi hermana, sólo eso es lo que pido como último deseo.
Lo miré a los ojos. Algo que no se debe hacer cuando vas a asesinar a alguien. No era un asesino, pero desde que empezó todo esto, mi sangre estaba más fría que el mismo hielo.
Sus ojos, eran las mismas manchas rojas que tenía su abuelo. Los vi cuando perdían su color marrón y sus labios se agrietaban.
Se estaba convirtiendo en un Contemporáneo.
—La cuidaré con mi vida —Volví a apuntarlo—. Te lo prometo.
Y le disparé.
****
Luego de que se llevaran al cuerpo del chico hacia fuera. Luego de que la gente se calmara completamente. Luego de que Zoe se sentara a mi lado, ocupando el asiento de su abuelo y calmándose un poco, la charla volvió a comenzar.
Estaba tembloroso, había matado a un vivo y eso no me gustaba.
—Han pasado treinta años desde que "La Milagrosa" llegó a cada continente, a cada país, a cada estado, a cada casa. Muchos dirán que esto se hizo a conciencia. —Al escuchar eso, mi mente pensó en Frank y lo que le había dicho su padre—, pero les quiero decir que yo también he perdido familiares, al igual que ustedes.
El hombre que hablaba era el director de la compañía, esto lo sabía gracias a mi padre. El hombre llevaba unos anteojos grandes, su cabello estaba blanco y desde donde estaba podía ver sus ojeras y arrugas.
—Es muy engorroso saber que muchas personas han muerto y revivido por la vacuna que yo y mis colegas ayudamos a crear. —El hombre llevaba un pañuelo con el cual se secaba el sudor de la frente. No sé qué tanto calor pudiese tener, estábamos a once grados centígrados.
Escuchaba como las personas cuchucheaban entre ellas y esto hacía un sonido molesto cada vez que el director se tomaba unos segundos para continuar.
—Como bien sabrán, la vacuna fue mutada por un virus totalmente desconocido para nosotros y para ustedes también... —hizo una pausa larga y otra vez los murmullos aparecieron. El hombre buscó en el atril un papel de los muchos que allí había—. El nombre de dicho virus es: Toxoplasma gondii. Realmente no nació como un virus, sino como un parásito que su huésped principal eran los felis silvestris catus, o mejor conocidos como: Gatos.
«¿Los gatos? ¿No están escuchando lo ridículo que se oye eso?» pensé y miré a Zoe, ella estaba tan concentrada en la charla que me contagió de eso.
—Les explicaré detalladamente —dijo el hombre y detrás de él bajó una gran pantalla blanca que se extendió y se encendió, dejando ver una imagen.
En la imagen pude observar a una mujer muy sonriente con demasiados gatos, tenía a tres cargados, en su cabeza llevaba uno y alrededor de ella habían cincuenta, de todos los colores y de todos los tamaños.
—Ella es Gloria Zaal, una alemana de cincuenta y dos años de edad, que vivía sola en un pequeño departamento en Berlín. Además de eso, dueña de trescientos veintisiete gatos. Ella fue la primera infectada.
«La tía solterona...» pensé, era una broma, pero si la decía muchos desearían matarme.
Lo que pude escuchar entre los gritos que la gente aportaba al gran murmullo eran: "Maldita Gloria" o "¡Hay que matarla!" o "Si la tuviese al frente, ¡la estrangularía!" y muchas cosas más...
—Ella no tiene la culpa. —Me comentó Zoe sin mirarme.
—Claro que no, pero las personas no piensan cuando están molestas —respondí.
—¿Y tú no estás molesto? —inquirió.
—No tengo tiempo para estarlo. —La miré, la luz de la gran pantalla iluminaba nuestros rostros, sus ojos se seguían viendo hinchados—. Necesito sobrevivir y eso me lleva mucho tiempo.
Ella sonrió sin ganas y vio al frente.
El hombre seguía hablando:
—¡Bueno ya! —bramó el hombre—. ¡Hay que guardar silencio, recuerden que a ellos les atrae el ruido! —Volvió a gritar.
«¡Da el ejemplo y no grites!» pensé, viendo como el hombre se desesperaba.
Las personas con el paso de los minutos fueron disminuyendo sus insultos a esa mujer en la imagen y el hombre pudo continuar.
—Bien... Gloria contrajo la Toxoplasma gondii, gracias a sus gatos. Este parásito no es muy peligroso en personas adultas, sino en fetos y en bebés, y además en gatos como bien lo dije anteriormente. Causándole la muerte en un periodo de treinta a sesenta días. —La imagen de la gran pantalla cambió.
Ahora mostraba un esquema que era indescifrable para mí. Quizá Frank lo haya deducido.
—Gloria se inyectó "La Milagrosa" el cuatro de noviembre del 2015, para el veintisiete ya había muerto.
—¡Se lo merecía! —Escuché gritar a un hombre y las demás personas le siguieron.
«¡Mierda cállense!»
Para el hombre no fue sencillo mandarlos a guardar silencio otra vez. Tuvieron que hacer sonar una alarma para que se callaran.
—Van a atraer a los Contemporáneos —susurré, no quería que nadie me escuchara, pero Zoe sí lo hizo.
—No sé cómo vamos a salir de aquí.
«¿Cómo esta chica pudo llegar sana y salva aquí?» pensé intrigado
No estaba denigrando a esa chica, sólo me lo preguntaba ya que había llegado aquí con su abuelo moribundo y su hermano ya fallecido.
Cuando la alarma dejó de sonar el hombre prosiguió:
—La Toxoplasma gondii había mutado a la vacuna, convirtiéndola en un virus que la mató en veintitrés días. Pero los componentes de la vacuna, ya mutada, lograron revivirla.
La imagen cambió y ahora se veía un departamento en el que se veían muchos gatos degollados y esparcidos por ese lugar.
—Gloria, según los registros, fue la primera Contemporánea. La segunda, su hermana Madeleine, que pasaba por su casa a recoger unas cosas. Todos los que habitaban ese edificio luego se volvieron Contemporáneos por esas dos mujeres que fueron atraídas por el sonido de las llaves o por las risas de los niños o las peleas de las parejas.
—El ejército de Alemania, rápidamente tomó medidas en el asunto. Cerrando hasta dos manzanas desde el edificio y colocando una barricada en él, para que no pudiesen escapar. Lo que no fue muy bien pensado fue la incineración del edificio con todos esos Contemporáneos dentro.
—Ustedes pensaran que el fuego elimina todo, pero esa vez no fue así. El virus era tan fuerte que pudo sobrevivir a las llamas, esparciéndose por todos lados... Hasta en los cementerios...
Me incliné para ver mejor al hombre. Había tocado un tema que me importaba mucho...
Continuará...
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Seguí tu historia, interesante jejeje, me gusta, el equipo Cervantes apoyando a la comunidad.
¡Gracias! De verdad valoro esto, los sigo muy de cerca, la mejor comunidad sin duda alguna.
Muy buena manera de narrar una historia, logras enganchar al lector para que llegue hasta el final. Felicidades amigo, sigue así. Saludos!
Mi estimado, sus palabras me halagan. Saludos menorskis jajaja