A menudo percibimos el agua como un recurso algo común y corriente, pensamos en ella como aquella sustancia que nos permite solventar ciertas situaciones de nuestra cotidianidad. Sin embargo, desde tiempos inmemorables, al surgir la incertidumbre de conocer cuál es el origen de los seres vivientes, pensadores de la historia, incluyendo a Tales de Mileto o al propio Aristóteles, se planteaban que tras la gran variedad de elementos vivos y no vivos que pululan en nuestro planeta, debió existir un elemento indivisible que facilitara su formación y además interviniera en su proceso adaptativo. Ese elemento era el agua. Probablemente su idea cobraba sentido al evidenciar que el agua era indispensable para la mayoría de las actividades básicas de los seres humanos, animales y plantas. Desde esta perspectiva, es propicio preguntarnos ¿Es el agua una sustancia común?
El agua es una sustancia hídrica químicamente compuesta por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno. Sin embargo, la razón de sus propiedades y de su comportamiento va más allá de su composición química, pues básicamente esto se debe a la manera especial en la que están unidos los átomos que la constituyen.
En la molécula de agua tanto los átomos de oxígeno como los de hidrógeno tienen afinidad para ganar electrones; a este comportamiento se le conoce como electronegatividad. Además, presenta dos polos eléctricos; uno cargado positivamente, correspondiente a los átomos de hidrógeno, y otro cargado negativamente, representado por el oxígeno, en consecuencia, la molécula de agua es un dipolo o molécula polar. Esta condición es de suma importancia porque aun cuando el agua está en distintos estados, siempre estaremos frente a la agrupación de muchas moléculas conectadas, formando una especie de red que interactúa entre sí. Su condición de dipolaridad hace que estas moléculas se atraigan y esta acción desencadene una interacción electrostática entre las cargas parciales de cada una de ellas. A esta interacción se le conoce como puentes de hidrógeno y esa condición es la que propicia la presencia de las propiedades físicas y químicas del agua y permite la distinción de esta, respecto a otras sustancias conocidas en la naturaleza.
El agua tiene la propiedad de disolver muchas sustancias con las que entra en contacto, por ello esta es considerada como un solvente universal.
Otra propiedad derivada de su polaridad y de sus puentes de hidrógeno es la tensión superficial, pues las moléculas ubicadas en la superficie del agua poseen mayor energía que las que se encuentran en el interior del líquido aunque aún interactuando electrostáticamente entre sí, esto permite que la superficie se transforme en una capa cohesionada.
Es gracias a esta propiedad que algunos organismos vivos como por ejemplo los insectos puedan mantenerse en la superficie del agua, o al sumergirnos en ella sentimos cierto pinchazo.
El agua también manifiestan fuerzas de adhesión, absorción y capilaridad de gran importancia para el desarrollo y mantenimiento de la vida, ya que estas permiten la formación de gotas que se adhieren a ciertas superficies; la capacidad del agua para ascender en contra de la gravedad a través de espacios pequeños, como pitillos o capilares y, la de circular a través de cualquier tipo de poros y conductos.
En el medio biológico, el agua es conocida como una sustancia activa, pues gracias a propiedades como su condición dipolar y la capacidad para establecer puentes de hidrógeno, el agua tiene una inmensa capacidad para interactuar, combinarse y mezclarse con diversos compuestos de la naturaleza.
Desde esta perspectiva, el agua al estar en contacto con la superficie terrestre, se enriquece con las sustancias inorgánicas que se encuentran en el suelo y las rocas, al estar en contacto con el aire se incorporan gases de la atmósfera, además también recibe diferentes sustancias aportadas por la actividad de los seres vivos que viven en el agua o están en contacto con ella. Esta condición la convierte en un medio propicio para el desarrollo de la vida y en un excelente medio de transporte de los nutrientes necesarios para las funciones vitales de los organismos.
Se entiende entonces que el agua es el disolvente universal omnipresente en las células, pues por una parte disuelve sustancias y por otra, es en ella donde sucede la mayor parte de las reacciones metabólicas necesarias para el funcionamiento celular, además las formas mismas de los ácidos nucleicos, de las proteínas y de la estructura de las membranas biológicas son producto de la interacción directa de estos con el agua.
Por su parte, los organismos vivos se desarrollan básicamente por sistemas químicos. Estos son responsables de la diversidad de formas, comportamientos, crecimiento, reproducción y metabolismos de los individuos vivientes. Pero es importante recordar que los seres vivos están formados en su forma originaria por elementos como el oxígeno, nitrógeno, hidrógeno y carbono, y la abundancia de estos parte del papel que desempeña el agua en el surgimiento de la vida en la tierra. Es aquí donde asumimos que vivimos en un mundo acuoso y las propiedades disolventes que posee este preciado líquido son indispensables en los procesos biológicos. Muestra de ello es el cuerpo humano, el cual está formado por un 70% aproximadamente de agua, siendo esta inherente en el desarrollo de las reacciones metabólicas, así como también es el medio necesario para el buen funcionamiento de los sistemas de transporte de nutrientes y sustancias de desecho producidas por estos.
Se puede afirmar entonces que todos los organismos vivos que hacen vida en el planeta tierra, requieren del vital líquido para lograr alcanzar un desarrollo armonioso y equilibrado. Siendo la célula el ejemplo primordial, pues esta estructuralmente cuenta con una composición acuosa denominada citoplasma, en donde reposan todos los organelos celulares y además se produce el intercambio de sustancias necesarias para el buen funcionamiento de los seres vivos.
Berg, L. Martin D. Solomon, E (2001). Biología. 5ta Ed. Mc Graw Hill.
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