UN BESO EN NAVIDAD | Relato Parte 15/15

in #spanish5 years ago

UN BESO EN NAVIDAD, relato romántico que escribí inspirada en la época navideña y que está disponible en Amazon. Disfrútenlo…

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Capítulo 15.

El mundo no podía ser más difícil para Jessie. La conversación que había tenido con Ethan al salir del trabajo le había retumbado en los tímpanos sin permitirle dormir en toda la noche.

«Cuando estés preparada, llámame», recordó lo que él le había indicado. «Esperaré con ansias a que lo hagas».

¿Esperará? ¿Realmente, lo hará? ¿Después de todas las estupideces que ella había cometido?

La ansiedad por saber si aquello era verdad la carcomía. Necesitaba que alguien se lo confirmara, que la ayudaran a entender que esas palabras habían sido pronunciadas por él y no habían sido un producto de su mente defectuosa. Sus inseguridades siempre le ganaban la batalla.

Aquel día debía dedicarlo a prepararse para la fiesta de la empresa, pero los nervios no le permitían pensar en otra cosa que no fuera Ethan y en el miedo insoportable que le desgarraba las entrañas.

Jessie nunca había sido una chica de amores, se daba de a poco y con condiciones, como siempre había visto en sus padres. Le aterraba la traición y las mentiras, había vivido tanto entre ellas que estaba cansada. Deseaba alejarse de todo lo que pudiera ponerla a prueba.

Cuando conoció a Ethan, él transformó muchas de sus creencias. Su mirada absorbente le hacía tantas promesas que prefirió dejarse influir por sus emociones y olvidarse que aquella amistad estaba iniciando en base a secretos y ellos con el tiempo se transformarían en duras mentiras. Unas que le pesarían tanto sobre los hombros que no la dejarían nunca caminar erguida.

Aclararlas no le dio paz, le despertó una vergüenza que no podía dominar de ninguna manera. Recordó que él le había dado las gracias, aunque no entendía el por qué.

«¿Cómo lo sabrás si no dejas que él te lo explique?», le indicó una vocesita dentro de su cabeza, una a la que poco escuchaba.

Se pasaba la vida esperando por otros para que resolvieran sus problemas, como lo hacían sus padres, porque no sabía manejar sus sentimientos, pero se daba la espalda ella misma, quien era la única persona que en realidad podía ayudarla a superar sus debilidades y adversidades.

«Deja que él te lo explique», repitió la voz, encendiendo un fuego en el interior de Jessie. Corrió a la mesa de la cocina, donde había dejado su teléfono móvil, y lo llamó. No una, sino varias veces, pero todas las llamadas caían al buzón de mensajes. Le envió un par de Whatsapp y unos mensajes de textos, sin embargo, en toda la mañana no hubo ninguna marca de visto o una respuesta.

Él debía estar ocupado con su trabajo. La cafetería Martin’s ahora era la novedad de la ciudad. Ella estaba preparada para hablar con él, pero él ya no tenía tiempo para ella. No había salvación. Para ninguno.

Frustrada, se vistió y salió a la calle. Llegó a la cafetería sin saber muy bien qué haría, pero la fila de personas que iniciaba en el mostrador del establecimiento y continuaba en el exterior a casi una cuadra de distancia, le explicó por qué era muy tarde para arrepentimientos.

Con lágrimas en los ojos se alejó del lugar y entró en una peluquería para acomodarse los cabellos para esa noche. No quería que su jefe la viera tan abatida, temía perder su trabajo por sus inmadureces. De alguna manera tenía que superar aquella historia fracasada.

Las horas no solo pasaron lento, sino que se hicieron tensas. Al llegar el momento de ir a la fiesta, el ánimo de Jessie se hallaba por el suelo, pero igual se las arregló para dirigirse al salón donde se realizaría la celebración.

Se colocó un vestido entallado color coral, que resaltaba el tono trigueño de su rostro, así como su mirada achocolatada. Necesitaba de mucha ayuda para parecer una mujer con vida y no una zombi consumida por sus errores. No deseaba la lástima de nadie.

Al llegar, procuró compartir con sus compañeros, a pesar de no tener ganas de hablar con nadie. A los pocos minutos se alejó a la mesa de los aperitivos para esconder su desánimo, pero al encontrar entre los postres unos que habían formado parte importante de sus días felices, sonrió, sintiendo a su corazón palpitar de nuevo con intensidad.

¿Quién se había encargado del cáterin de la fiesta?

—Son los de la cafetería que está junto a la parada de bus. ¿Serán tan ricos como dicen por ahí? —expresó la recepcionista levantando un red velvet cheesecake para mostrárselo a los chicos con los que hablaba.

Todos miraron la pequeña torta redondeada y de color rojo con incredulidad.

—¡Son exquisitos! —respondió Jessie con emoción—. La torta es muy suave y tiene una mezcla de queso crema y chocolate increíble. Y la crema batida de arriba posee trozos de chocolate blanco y galleta. ¡Tienen que probarlo!

Las personas a las que les había hablado tomaron cada uno un postre detallándolo con interés. Cuando el primero dio un mordisco y gimió de gusto, el resto lo imitó. Jessie sonrió llena de satisfacción al ver las caras complacidas de todos, como si aquel postre lo hubiera preparado ella con sus propias manos.

—¿Te han dicho que no es bueno revelar secretos culinarios?

Jessie quedó de piedra al escuchar las palabras que pronunciaron a su espalda. Fue una voz muy conocida, capaz de hacerle vibrar los huesos con su cercanía.

Dudó en girarse para mirarlo. La alegría que la embargaba le había cortado hasta la respiración y le nubló los ojos con lágrimas.

Ethan respiró hondo al ver que ella parecía ignorarlo. La tomó por un brazo y la hizo dar media vuelta porque no podía pasar un segundo más sin mirarla.

Al subirle el rostro con una mano, todo su interior se agitó complacido. La repasó de pies a cabeza con una mirada hambrienta y necesitada.

—Estás hermosa.

A ella le costó sonreír, cuando lo hizo, arrancó una sonrisa de satisfacción en él.

—Traté de llamarte… —dijo casi en un susurro. Estaba tan emocionada por haberlo encontrado que le costaba expresarse.

—Lo sé. Hace pocos minutos vi los mensajes y las llamadas perdidas. Hoy ha sido un día muy loco.

—¿Por eso viniste? —preguntó ella, con la felicidad recorriéndole con rapidez en las venas.

Él volvió a llenarse los pulmones de aire antes de hablar.

—En realidad… no —reveló, apagando de forma súbita la alegría de la chica—. Estoy aquí porque a última hora acepté venderles algunos postres a los organizadores de la fiesta. No es un servicio que tengo pensado ofrecer este año, mucho menos, estos días en que estamos hasta el tope y me falta personal para cubrir todas las demandas, pero eran la única excusa que tenía a la mano para verte. —Esa última explicación la llenó de esperanzas y estuvo a punto de hacerla llorar por la dicha—. Aunque dije que te daría el tiempo que necesitabas, me desesperé. ¿Me perdonas?

Ella soltó toda la tensión que tenía acumulada en el pecho en un resoplido y sus labios se estiraron en una sonrisa por la sobredosis de felicidad que la embargaba, pero tuvo que pestañear varias veces para aguantar las lágrimas de emoción. No quería llorar y hacer el ridículo en medio de sus compañeros de trabajo.

Él se apresuró por socorrerla al percibir su estado.

—¿Quieres que salgamos un minuto?

—Sí… por favor…

Ethan la llevó a la terraza de un balcón cercano y se quitó la chaqueta del traje para cubrir los hombros de ella.

—Te morirás de frío —se quejó ella al notar que en el exterior la temperatura era muy baja.

—Estoy ardiendo por dentro, corazón. Eso será imposible. —Él se detuvo frente a ella y acarició con ternura su rostro, conmoviéndose por su mirada dulce y triste—. Quiero borrar la tristeza de tus ojos —dijo, muy cerca de los labios de ella.

—Ethan, por favor.

—¿No quieres que lo intente?

Jessie suspiró, ansiosa por decirle la verdad que palpitaba en su corazón.

—Claro que lo quiero. Pero…, ¿estás dispuesto a lidiar con mis conflictos internos? Son muchos, te lo advierto —bromeó, arrancando una sonrisa en él.

—¿Y qué te hace pensar que eres la única problemática en Brooklyn? —rebatió él, cumpliendo con su sueño de encerrarle el rostro entre las manos y acariciar sus mejillas con los pulgares. Solo le faltaba probar sus labios y estaba dispuesto a hacerlo esa misma noche, así tuviera que soportar el frío implacable—. Cuando conozcas mis conflictos y la particular familia que poseo, serás tú quien se asuste.

—No creo que tu familia sea más particular que la mía.

—Ya te lo dije, no te creas única —aseguró, tomándola con mayor firmeza y aproximándola a su rostro—. En realidad, sí eres única, pero para mí.

Jessie tuvo que cerrar los ojos al experimentar un oleaje de placer en su interior por esas palabras.

—Estás loco —gimió, estremeciéndolo.

—Déjame intentar hacerte feliz.

La sonrisa de la chica creció por la felicidad mientras asentía.

—Lo estás haciendo muy bien.

Ethan experimentó un sentimiento de triunfo tan poderoso que por un momento no supo qué hacer. Pensó que ella se negaría por mucho más tiempo, que lo obligaría a retorcerse de dolor por su rechazo en el momento en que más la necesitaba, porque en realidad tenía miedo, mucho miedo de fracasar en su trabajo, y no ser capaz de llevar a buen término todas las metas que se había propuesto.

Pero Jessie le regalaba un sí que lo hacía sentirse vigoroso y hacía crecer su determinación. Sin tardarse más, la besó, saboreando sus labios con los suyos, mordiéndolos con sutileza y paladeando su boca con su lengua como lo había soñado en muchas ocasiones.

Realmente era adictiva, mucho más de lo que podían ser los pasteles que tan bien se vendían en su cafetería. Su sabor dulce y embriagante encendía aún más las llamas en su interior y lo hacía arder en su propio fuego.

La abrazó con fuerza, sintiendo a su ropa fría aunque captando el calor que trasmitía su cuerpo.

Al detener el beso, notó que estaba nevando, y que ambos estaban siendo bañados por diminutos copos blancos.

—Mejor entremos, o moriremos congelados —propuso. Ella solo pudo reír mostrando su acuerdo. Estaba demasiado feliz para hablar.

Ethan la llevó adentro, donde pudieron mantenerse calientes mientras compartían una charla amena y un baile relajante. En unas horas sería Navidad, pero ya ellos habían recibido su milagro particular.

Sus miradas permanecieron unidas obsequiándose a sí mismos toda la noche, manteniendo activo el fuego que los devoraba y amenazaba con volverse demoledor.

Una oportunidad era lo que esperaban y no la desaprovecharían…

Feliz Navidad.

Gracias por acompañarme en esta aventura.
UN BESO EN NAVIDAD
Copyright © 2019 Jonaira Campagnuolo
Primera Edición Diciembre de 2019
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