Cambrige Analytica: El lío de Facebook, hombres de color naranja y la venta de perfiles psicográficos

in #spanish7 years ago

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(Foto: Getty Images)

¿Y si te dijera que un día, alguien extrajo la esencia de ti, tu avatar de otra dimensión, y la vendió a tu vecino para que él supiera de qué manera podría controlarte mejor?

¡Hijos de puta! Podrías pensar. Concuerdo.

Lo anterior pasó realmente. Tu “yo” de Facebook fue usado por una empresa que recolecta datos de navegación de internet para ponerlo al servicio de un hombre naranja con aspiraciones presidenciales, y todo indica que funcionó.

Cambrige Analytica (CA), una compañía que se dedica al análisis de datos electorales “consiguió” (extrajo sin permiso) los datos de 50 millones de usuarios guardados en los servidores de Facebook y los vendió al equipo de Donald Trump según indica la más reciente investigación realizada por The New York Times.

Siguiendo los resultados del portal, se concluyó que Alexander Kogan, investigador de la Universidad de Cambrige, contando con el permiso de la plataforma de Mark Zuckerberg, realizó una prueba psicológica a 270 mil usuarios de Facebook cuyos resultados pudo guardar. Luego, el mundo se enteró que Kogan se llevó otros 49,730, 000 perfiles de más (a cualquiera le pasa) y se los brindó a CA. Esta acción, para los senadores de Estados Unidos, no fue un acto de robo.

Usando la información extraída por Kogan, perfiles supercomplejos que no se limitan a edad, sexo y clase social sino que incluyen indicadores emocionales basados en… digamos “likes” a ciertas publicaciones (perfil psicográfico), Cambrige Analytica y el equipo de Donald Trump pudieron crear mejores “estrategias de propaganda”.

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Donald Trump ganó las elecciones del 2016 y aunque su equipo no negó el uso de estos datos e incluso declaró que no le sirvieron de mucho, aceptaron que la victoria del millonario de Nueva York se debió en gran parte por el excelente manejo de propaganda de Facebook.

Esa fue la noticia que provocó un descenso en la ya de por sí baja credibilidad de Facebook. Pero ¿El uso casi obsceno que se le dio a los datos es culpa de Zuckerberg? ¿Es de nosotros por confiar en redes sociales? ¿Cómo nos bajamos de este tren?

El escándalo radica en la filtración de los datos. La corrupción volvió a hacerse presente y como suele ser costumbre, millones sufrieron las consecuencias. El tema de las bases de datos en la era digital es un mar que provoca vértigo cuando se le ve de frente. No se trata de Facebook y las aplicaciones que enlazas a ella, sino de las huellas que vamos dejando en la red.

Facebook recopila tus datos y luego “lucra” con ellos. Usa tus estadísticas (que incluye todo lo que relacionas a tu perfil, Spotify, Instagram, etc.) para ayudar a otras empresas a posicionar mejor sus productos, colocándote en determinadas audiencias, mejorando las ventas. No es un secreto. Está en los términos de uso.

Esta forma de negocio también es usada por compañías proveedoras de servicios como Google, Microsoft, Twitter, etc. En toda la red hay información sobre nosotros que cedemos legalmente. Tu propio smartphone se encuentra guardando datos sobre ti, ahora mismo, que se enviarán a distintos servidores en otros países (dependiendo de cuantas “apps” tengas instaladas) para fines desconocidos.

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Nuestra bitácora de navegación e interacción es la moneda de las grandes corporaciones. El esquema se nos presentó tan sutilmente y nos encantó de tal manera que no nos dimos cuenta del momento en el que fuimos encadenados. Empresas como Cambrige Analytica compran esos datos, a eso se dedican.

Pese a todo, es innegable que la interconexión nos ha hecho la vida más sencilla y más llevadera. Hoy puedes acceder a cualquier información y recibir servicios sin costo. Incluso puede llegar a salvar vidas: Un breve mapa de nuestras interacciones virtuales puede advertir conductas autodestructivas y hacernos llegar ayuda.

Entonces ¿Qué se puede hacer? Si el anonimato se nos niega, un acto de solemne rebeldía es la creación de múltiples alter-egos en la red, lo cual provocaría que los datos resultantes fueran inservibles. Hay que permitirnos ser muchas personas, con gustos variados. Confundir el algoritmo. Ser alguien expuesto podría ser el equivalente al nuevo ser anónimo.

Quizá, además, leer los términos y condiciones de uso de todo aquello en lo que nos metamos no nos haría mal.

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