Belleza, una palabra de siete letras y tres silabas, con una pronunciación y ortografía que todos podemos manejar, incluso un niño de educación primaria, en general podríamos definirla como una palabra noble, buena como el pan, que no le hace daño a nadie; pero alguna vez alguien se ha preguntado ¿cuánto daño ha causado esta noble palabra? Estoy seguro que sí, al igual que yo muchos se han hecho esta misma pregunta y han intentado responderla. En lo personal me mueve el abrumante hecho de que estamos viviendo una época donde la vanidad es la prenda favorita de muchos, la superficialidad es la característica que más resalta en otros y el día a día de algunos otros está motivado por la egocentricidad.
Es cierto que la vanidad y la vanagloria no son cosas propias de estos días que vivimos pero lo que sí es un hecho es el valor y la importancia que se les han dado a estos conceptos, el ser humano se ha desviado tanto de lo verdaderamente notable de la vida, aspectos de esta que en ocasiones llegan a ser sublimes e intangibles.
El concepto de belleza física siempre me ha resultado muy subjetivo y a veces incluso raya en lo ambiguo, y resalto esto pues hoy en día el ser “bello físicamente” importa incluso más que lo que representa una persona. La integridad, la honestidad, la nobleza, los buenos actos y la autenticidad pasaron a un segundo plano o hasta un tercero o cuarto si es que se puede, ya no importa lo que una persona pueda aportar a la sociedad sino que más bien está condicionado a su aspecto físico y al beneplácito común que te da la sociedad o gran parte de ella si eres “bien parecido”.
Se están valorando muy poco las iniciativas que nacen de motivaciones positivas, los sentimientos y rasgos auténticos de una persona muchas veces se catalogan de “innecesarios” o poco importantes frente a lo vulgarmente elemental de este mundo. La originalidad, autenticidad y la sinceridad son sencillamente “cosa de otros tiempos”, aunque debo aclarar que esta manera de pensar no es una característica general de todas las personas, como con casi todo, existen muchas excepciones.
Diariamente encontramos historias que se están volviendo cotidianas, relatos donde se narra el maltrato, el desprecio y la burla hacia un individuo que se animó y se arriesgó a demostrar al mundo su talento, su oficio, su emprender, su trabajo, o sencillamente sus ideas e iniciativas y solo recibió a cambio menosprecio, rechazo y repudio por mencionar algunos, y todo porque para la “opinión pública” y lo que algunos llaman hipócritamente “sentir general” no era una persona físicamente agraciada o que cumpliera mínimamente con los cánones de belleza.
Lo peor llega cuando ese raciocinio se transmite abiertamente y de forma intrépida. Las redes sociales son el mejor ejemplo de ello. Lo que se refleja en ellas casi siempre es visiblemente superficial, algo así como que la vida de muchos se cuenta en likes, en followers y en la influencia que generan en los demás sin detenerse siquiera un poquito a denotar lo interno, lo genuino, lo implícito a la personalidad de cada uno. Ya se han vuelto cotidianas las historias de bulliying, de burlas y desprecio para los “menos agraciados” en las redes, llevando a muchos de ellos a finales drásticos y lamentables que se pudieron evitar o pudieron ser distintos, y todo gracias a que no contaban con la aprobación de los verdugos de la belleza.
Creo firmemente en la diversidad, en la pluralidad y en lo genuino de cada ser vivo, y aunque como todo mortal aprecio de buena forma la belleza física, estoy consciente de que es un concepto muy subjetivo; lo que para mí puede ser hermoso, para otros simplemente no es digno de admirar, y eso está bien pues cada persona merece que respeten sus ideales y pensamientos y debe respetar con reciprocidad los de los demás y he ahí la piedra angular de todo esto: No se puede valorar a una persona por como luce ni por lo que posee, es más bien lo que es y representa esa persona lo que debemos apreciar. Está claro que todos somos distintos, y lo que todos podamos aportar desde la diversidad es lo que debe ser primordial para todos. No hay cosa más bella que la nobleza y la sencillez propia del alma y el interior de un ser humano.
Gracias a quienes me lean, espero volver pronto con más. ¡Un abrazo y las mejores vibras! Recuerden ser parte de la solución y no del problema.
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