Una noche fría a principios de diciembre, la incesante nevada invade el condado entero. Los frondosos bosques vestidos de blanco se abren paso a cada extremo de la calzada, la lluvia en esos tiempos comienza a ser graniza, totalmente helada, empañando los cristales de los coches circulantes, el pavimento luce resbaladizo dificultando el manejo fácil para los novatos sin licencia. Las fuertes gotas de lluvia impactan sobre el parabrisas del viejo auto perteneciente a una rubia de preciosos ojos color azul, de mirada tan gélida como la nieve misma que se aproxima, pero de un corazón en llamas. Las calles que le conducían a aquel pueblo eran tan ajenas a su conocimiento, había decidido emprender una aventura en la que posiblemente su corazón volviese a estar entero.
Toda esta felicidad para ella resultaba tan asíntota que lograba llevarla al éxtasis de emociones más confuso de todos, apretaba el volante con ambas manos, con fuerza, expulsando la dureza pura por sus blanquecinos dedos. Las uñas adornadas con un intenso color rojo resaltaban entre la iluminada noche por aquella luna, la luna que siempre le ha acompañado, esa misma que en exuberancia ha contemplado. A pesar de la claridad que proporcionaba, se le hacía tan complicado visualizar completamente la desierta carretera, comenzaba a asustarse, nunca antes había conducido tantos kilómetros en soledad y a tan altas horas de la noche.
Resopla haciendo volar levemente su flequillo, estaba extasiada de tantas dudas que la carcomían por dentro, como grandes pirañas mordiendo salvajemente su cuerpo. Su mente en ese preciso instante era tan semejante a un nido de pájaros cubierto de filosas espinas. Pensó en su hermano mayor, en cómo reaccionaría al notar su ausencia en casa, al ver todo el armario vacío sin dejar tan siquiera algún tacón ya pasado de moda. Él la conocía muy bien, sabía que en cuanto esa llamada llegara ella lo dejaría todo y se iría. Ya no podría salvarla, ya no podría pelear con ella, ya no la vería por un largo tiempo, pero él lo sabía ¡Claro que lo sabía! La última vez que ella quiso huir casi sale herida por un vagabundo deambulante por las calles, la noche era fría pero no le llegaba ni un poquito a esta, él la buscó por todas partes, gritando en cada rincón de Chicago su nombre desquiciadamente. Aún recuerda esa noche, las manos de aquel mugriento hombre sobre su cuerpo, intentando soltar la falda vaquera que llevaba en ese instante, su hermano apareciendo justo a tiempo, en esa zona alumbrada del callejón, golpes, botellas rotas por el aire. Un acto violento en el que ella y él lograron salir victoriosos.
Una cálida lágrima se deslizó por su mejilla, acompañada de otras en abundancia, cada una resultaba más y más dolorosa que la anterior, cargadas de remordimiento y con ese sabor amargo que le mojaba los labios. Una batalla en su interior en donde no sabía si volver o seguir por la escabrosa calzada. El irritante sonido del neumático trochado la hace frenar de un golpe, se lleva ambas manos a la cabeza e instintivamente le lanza un puñetazo al claxon. Coge el móvil de la fina cartera rosa y vuelve a resoplar, en esa zona no hay ni una barra de señal.
Está perdida. No tiene cómo llamar y si tuviera ni siquiera sabría a quién. Su hermano no volvería a ser el héroe, claro está. Menos a tanta distancia que se encuentra de Chicago. Observa su alrededor, no hay más que bosques apenas alumbrados por la luz de la luna y los altos pinos que se abren paso como temibles gárgolas listas para espantar. La carretera rústica debido a los huecos existentes ha sido el problema, algo ha pinchado el neumático dejándola estancada y sola en aquel lugar desconocido ¡Increíble! Ni siquiera ha llegado al punto de encuentro y se ha quedado accidentada, echa otro vistazo, pero sigue sin lograr ver más allá de la oscuridad del bosque. Suspira pensando, dentro de sí misma, que corre peligro en esta carretera desierta y oscura ¿Acaso es un imán para el peligro?
Todo ocurrió en cuestión de segundos, el cristal de la ventana hecho pedazos y ella intentando huir, las congeladas gotas de lluvia cubriéndole cada espacio del cuerpo y las ramas de los pinos arañándole la piel. Sí, había huido, pero hacia el oscuro bosque que resultaba más temible que el atacante que la perseguía justo ahora. Sus azulados ojos visualizaban rápidamente el panorama, agarrando atajos entre los caminos de los densos árboles cubiertos de rocío. Su corazón latía demasiado rápido, podía escuchar su pulso aún en medio de la carrera, sentía como si la sangre se arremolinase en su cabeza impidiendo la entrada de oxígeno. Inevitablemente resbaló, su rodilla crujió y sus manos cayeron sobre un cuerpo inerte iluminado por la claridad de la noche, las lágrimas salían de sus ojos a borbotones del dolor que desprendía su pierna y el horror que le escandalizaba el rostro que tenía debajo de sí ¿A dónde había ido para aquel reencuentro?
Pasos se escuchaban cada vez más cerca de ella logrando opacar el sonido incesante del corazón, estaba cegada por el pánico y las gotas granizadas de lluvia le adormecía poco a poco la piel. Quería pensar que todo tan solo era una horrible pesadilla y que despertaría a salvo, pero no, la luna brillante en el cielo naval fue lo último que vio. Ahí quedarían todas sus metas por tan solo ir a un reencuentro con su padre. Un reencuentro que, quizás, para algunos nunca se llevó a cabo, por ser la noche de su muerte.
Buen contenido...Felicidades... Un beso...
Muchas gracias, amigo. Un beso
Mucho éxito con tu libro. Felicidades!
Gracias, corazón
Lindo contenido, muy buen material... Espero tu exitoso libro.
Graciaas por tu apoyo
Felicidades por atreverte a tan gran experiencia. felicidades.
¡Graciaas!