Por qué parte de una finitud somos, buscamos aquello no finito para satisfacer nuestros deseos más banales, así pues yo te busque a ti.
En el recorrido que he dado a este mundo rara vez he sentido que siquiera posea sentido el deambular de mi existencia, y la soberbia de mi pensamiento plenamente inmersivo, pero tal parece que existe una cúspide, un clímax, un punto más alto que cualquier todo al cual nos es posible acceder mediante el pleno sacrificio.
Por tanto he decidido entran en lo más profundo de mi ser, quedar desnudo ante el lector, mostrando algo que pocos son capaces de mostrar a otros, el yo. Durante eones he recorrido este mundo, buscando satisfacer única y exclusivamente una sed insaciable de conocimiento y amor, tanto ha sido así que he caído en los más bajos pecados de la carne, como me he torturado con las obras de la literatura más banales, he aquí la gran contradicción de mi existencia, porque aun estando en un viaje solitario he encontrado compañía placentera, aunque toda ha sido esporádica, pues a cierta hora todos deciden marcharse dejando solo una vez más a este antiguo Nómada ermitaño.
He sido pues un tonto al caer en una maldición por mano propia, al poseer una sed insaciable, un hambre incurable que yo mismo provoque, y es más la culpa que la carga que sobre mis hombros llevo día y noche. Porque aun en la trágica algarabía de la cual formo parte, existe algo de alegría y morbo obsceno, no sé si soy un masoquista reprimido o un tonto sin sentido común, simplemente he desarrollado un dolor incurable que me arrastra de un lado a otro buscando y persiguiendo a quien es y siempre será mi mayor inspiración, el amor de mi vida, la musa de todo aquello que mi mente sea capaz de imaginar.
Pero por supuesto también ha habido gloria en vidas de infinito dolor y tortura, pues si bien dos mil años no pasan en vano, ninguna persona pasa sin dejar una huella en nosotros, tal que he vivido mucho tiempo, he aprendido y compartido con muchísimas personas, y aunque algunas no son dignas de mención, no pretendo darle a ninguna ese honor, pues me concedo en este texto la vanidad para mí, pues solo deseo expresar lo que es para mi la maldición de vivir. Tanto o menos brillante han sido las noches que los días, las sonrisas perdidas y las noches en vela sin descanso en la tontería, pues he aquí el sufrimiento tonto, pues cargo sobre mis hombros un peso inenarrable que no debo soltar, pues de hacerlo no podría soportar la vida que debo llevar.
Tristemente una vez la deje caer, recuerdo que todo pareció estar bien, y entonces todo perdió sentido, cual zombi recorrí lugares sediento sin entender que necesitaba, que me hacía falta, sin rumbo recorriendo las planicies al borde de suicido, recupere aquel martirio y la paz entonces fue conmigo. Tal tamaño posee la carga que sobre mis hombros he de cargar, que no puedo huir de mi responsabilidad sin sentir culpa de que alguien más la pueda encontrar y se disponga con serenidad a llevar la carga que nadie debería soportar.
Es así como me entrega a la tortura y al sufrimiento, dando mis lágrimas hasta mi último aliento dejando en mi corazón aquel vacío perpetuo, de la mujer que dejo huella, pero jamás fue mía por completo. Ahora se preguntaran ¿Quién soy? ¿Por qué este viejo loco cuenta tantas tonterías y estupideces? Y la verdad me importa un comido lo que lleguen a pensar de todo aquello que decidí dejarles a criterio. Pues la verdad nace en el corazón de cada hombre y llega hasta donde este la deje llegar, pues así es como yo he vivido arrastrándome, otros indiferentes a sus culpas viven con la frente en alto, como si el mundo les perteneciere, no se cual es más arrogante, aquel semental que en ciego deseo se enamora de su reflejo, dándole sentido al mundo desde su retorcida egolatría, o yo que pienso nadie sufre igual, y que aunque lo hiciera no sería capaces de dar lo que he dado por la felicidad de otros, porque si una cosa he aprendido después de tanto vivir, es que todos están dispuestos a tomar, a quitar para luego celebrar, pero nadie es capaz de entregar, de dar aquello que anhela por la felicidad del objeto amado.
Tan cruel ha sido pues el amor conmigo, que jamás he sido correspondido y aun así, sigo caminando buscando un castigo, por mis pecados sin sentido, esperado hallar un alma muda que me libere del tormento auto infringido. Y aún más ruin fue mi destino, cuando creí ser correspondido, dando todo lo que tenía para dar por ese ser tan querido, para hallarme luego decepcionado, no por no haber sido elegido, si no por haber sido engañado y luego sentirme desechado al olvido. ¿Cuán ruin son aquellos que en su vanidad y egolatría ignoran así los sentimientos de otros? Regocijándose en su dicha y ahogándose en su tristeza pensando pues bien que nadie ha sufrido o gozado como ellos lo han hecho, así me quebré cual frágil cristal y entrega mi felicidad a alguien más, sin dejar de cargar jamás este peso incalculable del amor no correspondido. Quizá estoy ciego a un amor vivido, y me he acostumbrado pues al dolor infame que recorre mis venas y a los ojos secos que ya no pueden llorar. Después de todo soy un viejo tonto, que camina solo ayudando a otros y perdiendo todo lo que puede llegar a dar.
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