Aquí les dejo la segunda parte de mi escrito. Si aún no han leído la primera pueden conseguirla aquí. Sin más preámbulos los dejo con mi yo de 19 años:
Sin embargo retomando nuestra vista interna de muñeca rota, del lado opuesto del corazón dañado, había una constelación de recuerdos que le permitían respirar, ahí convivían perfectamente las palabras nunca pronunciadas. Todas aquellas palabras sin decir existían armoniosamente flotando en un cosmos de posibilidades que jamás se materializaron, por nunca haberse pronunciado.
Nos acercamos más a ese universo desconocido y en el centro brilla un sol. Dicen que se llama esperanza y flota ahí en medio de tantas palabras. Parece ser el centro de este universo y el que proporciona tal magnetismo que mantiene a todas esas palabras que de vez en vez forman ideas enteras. Toda esta magia va dentro de ella.
Pasamos de esta hermosa vista y vamos más hacia el rostro. Tropezamos con un algo duro que casi nos tumba por completo. Y ahí está una masa de músculos endurecidos. Lo que debía ser una lengua suelta y ágil, ahora era una musculatura densa. Claramente entrenada para rebatir ideas, defensa personal y otros debates que necesitaran justificar cada palabra pronunciada. La dureza de las palabras también entrena una lengua dura y filosa para cualquier asunto de relaciones públicas.
Cuando nos alejamos un poco aturdidos con semejante obstáculo, notamos una sonrisa. Si, una sonrisa. Pero ¡un momento!, es una sonrisa interna. El rostro está dividido en dos y no a mitades externas, sino dividido en exterior e interior. Y dentro hay una sonrisa de gran belleza. Sus labios forman una curvatura digna de ser escalada y conquistada. Cada uno de esos dientes parecen cascadas de agua pura, brotando de la hermosa tierra que aún no ha sido conquistada. Su brillo puede ser fuente de inspiración para cualquier artista.
Seguimos ascendiendo en su interior y chocamos de pronto con sus recuerdos. Están muy desordenados y dispersos en la cabeza. A donde sea que voltees hay uno y viaja a toda velocidad. Sin embargo ningún recuerdo choca con otro. Cuando no hay mentiras todo coincide dándole armonía al interior de este modo. Nada choca, nada se contradice.
Ahí viene hacia nosotros mostrándose los recuerdos de su última dueña, seguro muñeca rota en este momento está recordándola. Tenemos de frente una escena de la niña dulce que antes solía ser su propietaria. En ese momento estaba peinando sus rizos con mucha delicadeza. Lavaba su ropa para mantenerla siempre limpia, siempre bella. De pronto y como salido de la nada viene un chico que le arrebata a muñeca rota de las manos tirándola a un charco de lodo cercano.
Muñeca pudo ver cuando su dueña se fue encima de este chico, mientras este último respondía entre risas “¿no estás muy grande para las muñecas?”. Que insistencia la de arrebatar a los más chicos su niñez, siempre en términos de hacer que maduren y tengan capacidades de enfrentarse a la vida.
Esta escena se cuela rápidamente de nuestra vista dándole paso a otra donde la tranquilidad se puede sentir incluso a través de este recuerdo que no nos pertenece. En esta oportunidad está muñeca, reposando en la cama, limpia, perfecta, sonriente. La rodean juguetes y sueños infantiles de una vida de risas, abarrotada de éxito y reconocimiento mundial por habilidades que su dueña le encantaba imaginar que tenía. Cada tarde sus habilidades iban en aumento, incluso una vez llegó a la luna con un osito panda afelpado que su papá le había regalado de regreso de la feria por ser su cumpleaños. Sería curioso ver a un panda en la luna.
La imagen poco a poco se va nublando hasta desaparecer, cuando nos reubicamos y recordamos estar en la cabeza de muñeca rota, viene otro recuerdo. Esta vez el recuerdo es de la noche en que Victoria mató a sus padres.
Muñeca rota parecía sostener el cuchillo en sus manos. En este recuerdo Victoria sostenía a muñeca y al cuchillo en la misma mano. Su inocencia y culpabilidad en un mismo lugar. Alzó sin compasión el filo de su arma y lo empuñó con fuerza. En contra de muchos años de represión y abusos por parte de su padre. Como esos abusos que noche a noche le iban arrebatando la niñez de su cuerpecito de 9 años.
El golpe certero del cuchillo al corazón de su padre significó mucho. El tic tac de un alma se detuvo. Finalmente rompió el pasar de los años de lo que creía era la fuente de sus desdichas, por supuesto con el tiempo se daría cuanta que no era así. Que en ese instante no sólo detuvo el reloj de un alma, sino también rompió el reloj de la suya propia. Y si bien no se detuvo este reloj, si se quebró lo suficiente para seguir andando sin marcar ningún compás posible. Ya no había camino alguno, todo había terminado para Victoria.
Muñeca quiso acompañarla, pero fue imposible que Victoria la tomara en sus brazos antes de huir de la oficial que trataba apresarla. Con el tiempo todos se olvidaron de que ella seguía en el piso que ahora vestía de rojo.
Con esta imagen tan escalofriante nos apartamos hasta salir de todo del interior. De regreso nos cuesta mucho atravesar la gruesa capa de porcelana que a pesar de darle un aspecto hermoso a la vista, no es más que una armadura que cubre tantos sentimientos diferentes y tantas historias sin terminar. Así como era la cubierta de un hermoso universo que aún y cuando en lo alto existieran recuerdos tan perturbadores, en su corazón permanecía lo hermoso de saber existir.
Cuando salimos nos topamos de frente con Victoria. Al parecer ella iba caminando por la orilla de la playa cuando encontró tirada a muñeca rota. Esta vez sí la tomó en sus brazos y con lágrimas en los ojos se sentó en su lugar montándola en sus piernas y meciéndola como en un arrullo de su propia infancia. Una infancia que quería dormir para siempre pero que a su vez era toda la fuente de su fortaleza.
Esta vez vemos de frente a los ojos de Victoria y notamos lo imposible. Sencillamente aquí el mar no se refleja. No hay nada en ellos. Hay lágrimas, si, muchas lágrimas, pero no hay sentimiento alguno. La modelo que todos admiraban no llevaba nada por dentro.
Hacemos un acercamiento a su interior… ¡no puede ser! ¡No hay nada! Son solo objetos de cerámica en lugar de órganos. Es tan dura en el interior que nada palpita, nada vive. Todo por dentro está tan perfectamente elaborado que funciona coordinadamente sin algo mágico que lo movilice porque no hace falta. Cada pieza va en el lugar adecuado y tiene la medida exacta. Todo concuerda con lo que los libros y la sociedad establecen.
La cerámica cubre su interior. Un humano totalmente mecanizado sosteniendo una muñeca totalmente humanizada. No siempre los títeres y sus operadores ocupan el puesto exacto que se merecen. Y cabe preguntar ¿quién es aquí la muñeca rota?
Nos alejamos de nuestra pieza de porcelana viva, de su dueña, de la historia, de esa orilla junto al mar, de ese mar inmenso, del planeta, del universo, del cosmos, del infinito. Y ahí reposa infinitamente en el ojo de la muñeca un punto azul como el mar, como el infinito. Es un punto que ocupa su lugar entre millones formando un todo. Reposa tranquilamente entre miles de historias que se quedaron sin contar.