Te despiertas una mañana, o cien, o mil, pensando que ya basta, que ya no quieres más de lo mismo. Estar despierto te duele demasiado, una vez más.
Tienes un arma, la coges, la miras, la hueles, la sientes, la cargas.
Crees estar preparado y metes el cañón en tu boca, tu dedo va al gatillo.
Aprietas el frío y duro metal con tus dientes y eso te hace salivar.
Tu corazón retumba en tus sienes.
Tu mano tiembla y suda.
Tus ojos cerrados lloran.
Fracasas.
Vives.”
“Las cosas han ido empeorando las últimas semanas y nada de lo que has hecho ha podido aliviar tu sufrimiento.
Te sientes mal, muy mal, demasiado mal, y no tienes ni idea de qué puedes hacer para cambiarlo.
Escribes una carta de despedida para tus seres queridos y para la persona que más amas porque te importa, porque les vas a hacer daño y eso te duele, y te duele porque estás vivo.
Tienes un arma, la coges, la miras, la hueles, la sientes, la cargas.
Crees estar preparado y pones el cañón apuntando a tu corazón, tu dedo va al gatillo.
Notas la presión del frío y duro metal contra tu pecho.
Tu corazón palpita con normalidad.
Tu mano es firme.
Tus ojos abiertos miran.
Disparas.
Mueres.”
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