cCon movimientos fluidos atravesó los imponentes pasillos de un Palacio cincelado hacía eones en el escarpado risco de mármol negro y piedra caliza. La estructura descendía hasta las profundidades de la montaña en intrincados y laberinticos corredores que llevaban a cientos de habitaciones que cambiaban de lugar cada cierto tiempo como perfectos engranajes. Una fortaleza cuyo final era desconocido pues algunos susurraban este era una entrada hacia el mismísimo Tártaro. La única verdad era que sin importar cuán profundo te adentraras en el, siempre llegaba a ti el constante romper de las olas del océano negro contra la base del afilado risco. Era el eterno compañero en ese mundo de ensueño y tinieblas donde el sol apenas se asomaba por el horizonte.
Vestía un hermoso peplo dorado que fluía suavemente ajustándose a su cuerpo dando la ilusión de que ella flotaba, cada paso dejaba entrever por entre la abertura del peplo la ornamentada y delicada daga que llevaba sostenida en su pierna. Realzando las impresionantes y suaves alas del color de la medianoche que se erguían orgullosas y regias a su espalda. Su rostro era de huesos finos y elegantes, sin embargo nunca denotaba emoción alguna. Una fría princesa alada, susurraban algunos a su espalda cuando creían que ella no escuchaba. Hacía tiempo que aprendió a hacer oídos sordos de los susurros maliciosos de otra manera no habría tenido ninguna oportunidad para sobrevivir.
Entro en la habitación ovalada de columnas dóricas a través de las cuales serpenteaba con paso suntuoso el rio Lete a cuyas orillas crecían decenas de amapolas de un vivido tono rojo que despertaba los sentidos resaltando como un solitario punto en medio de ese monocromático paisaje de negros y grises marmoleo con profundas ranuras de oro y plata. Un verdadero manjar para la mirada hambrienta de ella quien aun en contra de su buen juicio se encontraba volviendo una y otra vez a ese rincón apartado donde la línea divisoria entre su mundo y el de los mortales era tan delgada que el mínimo desequilibrio podría romperla y sumir todo en un caos.
Ella era una Oniro, hijos de Hipnos el Dios griego del sueño. Su tarea era velar por los sueños de los mortales, noche tras noche traspasaba el etéreo y flotante telón que separaba el mundo de los sueños del mundo mortal. Era una caminante de sueños, una guardiana, un observador en los recónditos y brumosos pasadizos llamados sueños donde todos escapaban entregándose a los brazos de Morfeo, permitiéndose bajar las barreras que les protegían durante la consciencia. Dioses y mortales no eran ajenos a ello, mientras dormían eran vulnerables a los peligros que acechaban en las sombras, era su deber protegerles y traerles un poco de paz sanadora.
Se detuvo frente a la pequeña fuente que coronaba el centro del lugar, si alzabas la mirada no verías fin si hacías lo mismo pero mirando hacia el frente tampoco serias capaz de ver un final. Algunos decían que existían dos caminos uno que conducía hacia una puerta hecha de cuerno desde donde surgían los verdaderos sueños y otro que se habría paso hacia una puerta de marfil que representaba los sueños falsos, lo cierto es que solamente el receptor podría decidir aquello.
Aquel lugar resultaba incierto y cambiante pocas cosas permanecían estáticas para una inmortal como ella, resultaba atrayente. Sin embargo, no era esa la razón por la que volvía una y otra vez.
Sus dedos juguetearon distraídamente sobre la superficie del agua, cuidando de no acercarse demasiado pues corría el riesgo de quedar atrapada. Los segundos transcurrieron La temperatura descendió varios grados, la energía comenzó a aflorar en el aire electrificándolo en un veloz crescendo armonioso mientras pequeños hilosinvisibles comenzaron a formarse, al principio estos apenas visibles luego tomando rápidamente forma y volumen. Algunos de un brillante violera, otros verdes, azules, rojos, negros una paleta de resplandecientes colores que representaban las emociones y un canal abierto entre ella y los cientos de mortales a los que estaba conectada.Era como tocar una melodía de colores.Mágico, misterioso e inusual tal como la aurora boreal. Navego a través de ellos buscando una mente en particular.
Para alguien que tenía poco contacto con las emociones y sentimientosquedesconocía el toque consolador de una madre al tener una raspadura en la rodilla o el hombro consolador de un amigo. La mente de ese mortal le atraía tentándole como la luz a una polilla. Había tanto color, tanta luz. Sus sueños eran nítidos y claros, cargados de una paz que muy pocos serían capaces de alcanzar jamás.
Sonriendo con cierta anticipación traspaso el límite y entro en el sueño.
De pie en aquel puente desvencijado de madera que había visto tiempos mejores le observo desde lejos.
Hoy se encontraban en la playa, últimamente él siempre parecía escoger este lugar en especial. El sol desaparecía lánguidamente por el horizonte tiñendo con distintos tonos rojizos y violetas el cielo en donde no se percibía ninguna nube que lo cubriera; las gaviotas planeaban en lo alto en la búsqueda de su próxima comida. El aire se llenaba con constante ulular de las olas coralinas contra la orilla de fina arena casi blanca, un solitario cangrejo se deslizaba de vuelta a su guarida en las rocas que se amontonaban a un lado de la playa en aquel idílico rincón dondetodo confluía en perfecta armonía pareciendosumir la imagen en una especie de trance irreal.
Temía hacer algo que perturbara la calma que reinaba.
Él se sentaba en la orilla con las piernas dobladas frente a él y los codos sobre sus rodillas llevaba una camiseta gris y los pantalones con más agujeros que otra cosa arremangados dejando a la vista sus tobillos. Su cabello chocolate que seguramente necesitaba un buen corte bailaba en todas las direcciones debido al jugueteo del viento.
Ella frunció el ceño, había algo extraño en el hoy. Sus hombros se veían un poco alicaídos desde la distancia. ¿Era tristeza lo que parecía estar tallado en su apuesto rostro rodeándole como una segunda piel? No podía entenderlo ¿Qué podría haberle causado aquella tristeza a un hombre que parecía sonreírsiempre?
Sin darse cuenta ya había dado un par de pasos antes de que la madera crujiera bajo su peso.Consciente de que ya no se encontraba solo, el mortal se giró hacia ella, toda la tristeza que hacía unos segundos parecía embargarle hasta consumirle repentinamente pareció retroceder dando paso a una emoción que la Oniro fue incapaz de identificar. Ella se congelo y su pecho dio un pequeño aleteo traicionero, nada cómoda con ese despliegue de descontrol, obligo a su cuerpo a volver a la calma.
Sus miradas se conectaron a través de la distancia que les separaba en medio de una danza prohibida, rodeándose pero sin tocarse. Anhelando traspasar el límite que les mantenía separados. Caminando en el fino borde del peligro y la seguridad. El riesgo era enorme, las consecuencias no tardarían en llegar. Atraídos y repelidos como dos fuerzas opuestas poco podían hacer para detener el inminente choque.
-Llegas tarde, Ángel- Dijo él con voz presumida.
Ella le miro con frialdad.
-El tiempo no corre igual en mi mundo como lo hace en el tuyo. Nosotros no somos prisioneros de el- Respondió con voz seca.
Él se llevó una mano a su corazón con una expresión adolorida en su rostr,aunque sus ojos brillaban con maldad.
-Esa mirada un día terminara congelándome y entonces ¿Quién intentará sacarte una sonrisa?- Había zalamería en su voz.
Ella opto por ignorarle, como siempre hacia cuando él hacia ese tipo de comentarios. Sabía que no debería estar aquí, si alguien la descubría…- No quería pensar en ello, ni las consecuencias de sus actos.- Estaba cansada. Algunas veces en la soledad de su habitación cuando volvía luego de una misión y se permitía dejar caer su armadura. Se sentía como un fantasma, una versión desdibujada de quien fue una vez. El orgullo por quien era, el deber que conducía su vida ya no la llenaba, cada día el vacío que había en su interior se volvía más y más grande. Un vacío del que no fue consciente hasta que tropezó por casualidad con este mortal y tanteo el sabor de la vida.
Él, quien cuya vida solo seríaalgo más que un soplo en la de ella, había vivido más de lo que ella jamás haría. Porque no mintió cuando dijo que el tiempo para ambos corría de manera muy distinta. Una vida no se mide en cuanto tiempo vives o cuanto tienes, se mide en cuantas vivencias acumulabas, cuantos recuerdos podías guardar profundamente en tu corazón… Él era un coleccionista de momentos o así se había definido así mismo en una de sus primeras charlas, cuando ella ya no pudo seguir negándose a acercarse.
Mientras él parecía vivir cada día al máximo mientras que por su lado ella vivía prisionera de la tradición y el deber en una jaula de oro llena de traiciones y mentiras.
Con sus pies hundiéndose suavemente en la arena camino hasta sentarse junto a él, siempre cuidando una la distancia segura entre ambos. Sus alas estaban ocultas, ya corría un riesgo enorme mostrándose ante él como para permitirle ver su verdadera forma.
Por algunos minutos solo permanecieron sentados sin decir ninguna palabra. El silencio no era incomodo ninguno de los dos sentía la apremiante necesidad de llenarlo, ambos eran conscientes de que aquel era un momento robado, un momento sin ataduras que guardarían muy con mucho cuidado en lo más profundo de su ser.
-¿Por qué la tristeza nubla tu mirada hoy, Nathaniel?
Él dio un respingo, alejado de su trance. Sus ojos oscuros se fijaron totalmente en ella. Ella estaba maravillada con ellos y las pequeñas motas doradas que resplandecían en las profundidades de ellos como pequeños soles, tentándola a perderse y quemarse en ese manto aterciopelado que parecía ser un universo inexplorable para ella.
-¿Algún día me dirás tu nombre?- Él le miro que gesto serio mientras formulaba esa pregunta.
Ella arqueo una ceja, era un juego al que jugaban, pero decirle su nombre seria traspasar una línea que ella misma había impuesto. Aunque durante algunos momentos, deseaba poder escucharle decir su nombre.
-Responde a mi pregunta, Nathaniel- Contestó mientras se obligaba a recordar la firme linea que habia trazado en su mente.
Nathaniel negó divertido la cabeza, la terquedad brillando en las profundidades oscuras de sus ojos. Ojos que repentinamente la miraban con una atención alucinante, una que la hizo querer removerse incomoda bajo su peso desconcertándola ya que nunca antes alguien la había mirado de esa manera. Pero ella se negó a moverse. Él parecía estar detallando cada rasgo del rostro de ella en su memoria como si lo estuviera tatuándolo profundamente en sus retinas a fuego lento.
Un escalofrió recorrió su cuerpo, una señal inequívoca de que algo no andaba bien.
-Llega un momento en queno puedes continuar postergando lo inevitable, Ángel.- Tomó un puñado de arena entre sus manos para dejarla ir en el viento. - El final del camino cada vez se hace más visible. Luchas, te resistes a el, entonces ese momento siempre llega. Así que sí, aceptas el final está aquí pero que te condenen si no es otro que el que este bajo tus propios términos.
La fuerte mandíbula se endureció con determinación. Él acortó la distancia entre ambos, sus dedos casi rozándose…
-Juegas un juego peligroso, Eirene- La ronca voz de Morfeo la arranco de golpe del mundo de los sueños, lejos de Nathaniel, lejos del túmulo de emociones que repentinamente estaban volviendo a la vida en su interior.
Le tomó unos segundos recomponerse, pero ella sabía muy bien ocultar tras una máscara inalterable. Eirene levantó la barbilla orgullosa, negándose a bajar la cara o a aceptar que Morfeo tenía razón, porque nada le detendría.
-¿No te cansas de jugar, Morfeo?- Preguntó con desapego- ¿No tienes hambre de algo más allá de esta existencia repetitiva y claustrofóbica?
El aroma a cuero y cierto picante floto hasta ella rodeándole, pero ella no reaccionó a él. Por el rabillo del ojo miro al alto hombre que llevaba el cabello negro cortado casi al ras cuyos translucidos ojos grises no traicionaban sus pensamientos. A diferencia de ella, él había optado por pantalones, una camiseta blanca y pesadas botas. Sus alas tan negras como el ala de un cuervo, le daban un aire letal. Jamás se podría confundir el poder que emanaba de él o la forma arrogante con que se movía con nadie más que no fuese la mano derecha de Hipnos.
-Los juegos son parte de lo que somos- Morfeo desvió la mirada hacia el Lete perdido en sus propios pensamientos. Si bebías una sola gota de ese rio y todos los recuerdos tus serian borrados. Toda tu existencia desapareceria en segundos.- Sin embargo hay líneas que nunca deben cruzarse.
-Nuestras almas se corroen lentamente.- Un filo peligroso se deslizo en la voz de ella, el aire repentinamente tenso- Volviéndote insensible al sufrimiento ajeno. ¿Ser dioses nos da el poder para juzgar a otros? ¿Nos coloca por encima de los vulnerables?
Ahora todo el peso de la mirada de Morfeo estaba puesta en ella.
-¿Preferirías ser un simple mortal ignorante de todo lo que ocurre más allá de sus ínfimas existencias? Somos lo que tenemos que ser. Nuestra tarea es defenderles.
Fue el momento de Eirene para mirar con atención a Morfeo. Buscando alguna señal de aquel larguirucho adolecente que una vez la llevo en sus hombros y le enseño a volar cuando apenas podia sostenerse en sobre sus piernas.
-Has cambiado- Sentenció con voz suave y triste.
Ninguno dijo nada solo se observaron intentando desentrañar el misterio que resultaba el otro. Morfeo acorto la distancia entre ambos, acunando el rostro de ella entre sus manos. Manos que podrían acabar con alguien a una velocidad apabullante.
Él era peligroso… pero ella también lo era. En esta oportunidad él solo aparto un rizo rebelde de su cara que había escapado del apretado recogido con que sostenía su cabello.
Un recuerdo que había estado sepultado en las profundas arenas de su memoria salió a flote. Un Morfeo muchísimo más joven, casi un niño haciendo ese mismo gesto cuando se cuidaban y protegían sus espaldas.
-La inmortalidad nos cambia, pequeña- Dijoél con tono sombrío, era la voz de alguien que había visto y hecho demasiado.
-Temo convertirme en una cascara vacía- Confesó con el pesar tiñendo su voz- o convertirme en algo peor.
Morfeo negó con vehemencia.
-No lo harás, siempre has sido diferente al resto de nosotros.- La completa convicción en cada una de sus palabras.- Eres luz en medio de este mundo de tinieblas, Eirene.
-Morfeo…- Una solitaria lagrima bajo por su mejilla.
Morfeo depósito un casto beso en su frente.
-Haz lo que tengas que hacer, tienes 24 horas- El poder en su voz le erizo los vellos de la nuca.
Eirene se sintió desvanecer arrancada bruscamente de su realidad su mente se convirtió en un gran hoyo negro entonces ella cayó.
Fuente
Muchisimas gracias por leerme.... Pronto subire la segunda parte
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