CAPÍTULO IV
Me despierto como cualquier día y me alisto para ir a clases, tengo una sensación desabría por mí mismo, aquella voluntad que sentí cuando hablaba con mis amigos la semana pasada se me ha ido disminuyendo poco a poco, tanto así, que me apetece aislarme en mi miedo y timidez, como siempre lo he hecho, pero es algo que no quiero, no quiero entrar de nuevo en mi zona de confort, no después de sentir tanto, de querer tanto, jamás en mi vida había sentido lo que siento, no puedo dejar todo esto atrás, no puedo sentarme en las sombras esperando a que alguien me saque, tengo que salir, tengo que salir y expresar lo que siento.
¿Por qué no le llego? ¿Por qué no le hago una simple pregunta? ¿Qué perdería? -Me pregunto. Es como si tenerle miedo al rechazo fuera un acto suicida, fuera como si al otro día estuviera condenado a morir, ¿Por qué pienso de esta manera? A veces, es inevitable sentirme ridículo por mí mismo.
Llego a la escuela atareado como siempre por la estela de rayos solares que me impactan en el camino, no es novedad, lo que si es novedad son las hermosas trenzas que Verónica trajo hoy, siento que con ese peinado, sus ojos resaltan más de lo que antes lo hacían, ojalá ella me atareara todo los días con sus ojos en vez del estúpido sol. Estoy en clases de biología y no dejo de pensar en cómo los leucocitos y los telómeros van a aportar algo a mi profesión(ya que, biología es totalmente diferente a lo que voy a estudiar en la universidad), aunque de los telómeros me ha quedado un mensaje contundente, el profesor explicó que nuestros telómeros se van desgastando conforme pasan los años hasta finalmente morir, eso, subraya más la importancia de expresar lo que sientes a tiempo, antes de que los telómeros se desgasten, una muy buena metáfora, pensé.
Llega el momento del receso, en donde podré contemplar a Verónica, salgo con mis amigos del salón vacilando y primeramente hacemos cola en la tienda para comprar la merienda, mientras estoy en la cola, Ricardo(un querido amigo mío) importunadamente me pregunta si hice la tarea de literatura, mi reacción fue de sorpresa, ya que desconocía de esa tarea, debía hacerla, Ricardo me comentó que se trataba de crear una historia, yo alardeando le repiqué diciendo que era un trabajo fácil para mí, acto seguido, lo dejé en la cola de la tienda y corrí hacia nuestro salón, tomé mi cuaderno y lápiz y me vino a la mente lo increíble que es que únicamente con dos objetos puedas escribir un mundo fantástico(hablaba por los buenos escritores de libros), después de tomar mis materiales de trabajo, salgo del salón, ya que no se puede estar en los salones en la hora de receso, cuando llego al patio de la escuela, me siento en una banca, pero estoy algo perplejo, porque cuando iba por el pasillo estaba Verónica con sus amigas y, inevitablemente yo la iba a mirar, de eso no había ninguna duda, lo que si me sorprendió fue que ella, ¡ella me devolvió la mirada! ¡Me miró! Aún no lo digiero, pero, tengo que ponerme manos a la obra, porque debo entregar esta historia después del receso.
Sentado en la banca, enfocado en mi historia, no me da mucho margen para apreciar a Verónica, después de 15 minutos, llega Ricardo con unas buenas botanas para estimular mi estómago y darme energías, Ricardo se sienta junto a mí, viendo cómo hago mi tarea y también mirando a sus alrededores, yo estoy mirando hacia mi cuaderno y no puedo saber qué pasa a mis alrededores, con la cabeza agachada no puedo divisar nada, de un momento a otro Ricardo me perturba con su codo, insinuándome que levante mi cabeza y mire hacía delante, miré y era ella, era Verónica que estaba en la banca del frente con sus amigas, pero no me estaba viendo, de hecho estaba de espaldas, algunas de sus amigas están sentadas en la banca y otras(incluyéndola) paradas, yo sonreí y volví a lo mío, agaché la cabeza, y pensé en que hace poco, ella me miró y que ya debería perder el miedo y aunque sea, preguntar su nombre(que ya me lo sabía), em mi esfuerzo despiadado por terminar mi tarea, la hora de receso pasaba y yo, me estresaba más, no obstante, aunque no lo crean, se me da bien trabajar bajo presión así que, me inspiraba más que la hora de receso se estuviera terminando.
A cinco minutos de acabarse la hora, en mi auge por terminar la tarea, me pasa algo increíble, algo que, ni en mis más humildes sueños me lo pude imaginar, yo sentando, con la cabeza agachado mirando mi cuaderno, veo unos zapatos de chicas por el bordillo del libro y escucho una dulce voz, esa voz diciendo ''¡Hey!'', yo indignado, levantó mi cara para saber quién era, y como de por si fuera grandiosamente ridículo el hecho de que me mirara en el pasillo, esto me parecía más fantasioso aún, era ella, Verónica está delante de mí, mirándome fijamente y dirigiéndose hacia mí, cuando la ví, me quedé perplejo, Ricardo se regocijaba en silencio a mi lado, respondí lo más pronto que pude un ''dime'', la verdad, no sabía qué esperar de las palabras que salieran de su boca, me alegró que fuera una pregunta, una pregunta que marcaría el inicio de una nueva historia, mejor que la que he escrito impetuosamente para no suspender literatura, me preguntó mi nombre y yo, con mucho gusto se lo dí, luego de ello, giró y se fue de nuevo con sus amigas, la veía caminar mientras se alejaba y después miré a mi amigo, el cual estaba tan sorprendido como yo, nos miramos los dos, él soltó una carcajada, yo sonreí y nos abrazamos, ese día me selló y desde ahí supe que los sueños se podían hacer realidad.
Capítulos anteriores: Siempre #1 Siempre #2 Siempre #3
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