He buscado consuelo en todos los rincones que he podido y no he encontrado nada que alivie el dolor de su partida, más que escribirle bonitas cartas que no leerá nunca jamás.
Estoy bastante segura de que usted no comprende la magnitud de lo que ha causado en mí su traición, ya que para usted las cosas siempre han sido sencillas, blanco o negro, duro o suave, rápido o lento, sin puntos medios, sin muchas explicaciones.
Puedo intentar explicarle, aunque no estoy segura de que existan palabras para expresar lo que llevo arrastrando desde ese maldito día; me doy el lujo de maldecir, ojalá me perdone, sé lo mucho que odiaba mi forma tan vulgar de hablar.
Desde que usted se fue, todo parece haber sido cortado a la mitad. Decapitado.
No he sido capaz de disfrutar de un almuerzo, a la mitad del plato, quedo sin apetito.
No conozco lo que es dormir una noche completa, parece que Morfeo también decidió dejarme sola. Lo poco que puedo dormir, lo hago del lado izquierdo de la cama, pegada a la pared fría, con la esperanza de sentirlo a usted a mi lado, ¿Si recuerda como solíamos dormir? En la oscuridad de la habitación, me gustaba observarlo, parecía un niño, con sus rasgos tan varoniles relajados, me gustaba intentar adivinar que estaba soñando, ¿soñaba usted conmigo? Pasear mis dedos por su cuerpo y si tenía suerte, me buscaba aletargado, me estrechaba en su pecho y no me soltaba.
Señor, se lo juro, drenaría hasta la última gota de sangre de mi cuerpo a cambio de una noche más durmiendo entre tus brazos.
No consigo beber una taza de café en su totalidad, el brebaje oscuro se enfría en mis manos mientras observo fijamente el lado opuesto del sofá, donde me acompañaba los domingos por la mañana a beber café entre besos y miradas profundas. ¿Ya lo olvido?
Sea sincero conmigo. ¿Ha olvidado todo lo que fuimos? De ser afirmativa la respuesta, le suplico que me enseñe a olvidar también, porque desde que usted no está, he vivido a medias, como un fantasma, una pobre alma en desgracia que no ha conseguido paz para descansar.
Pensará usted que hablar de mi misma como un ser sin vida es exagerar, siempre pensó que yo era muy dramática, pero dígame usted si no hay drama en los finales, sobretodo un final como el de nosotros, escrito por tantas personas ajenas, no fuimos guionistas de nuestra propia historia.
Dijo usted "firmaste la sentencia" pero se equivoca, yo no he sido juez en este caso. Usted fue el asesino, el culpable y aun así, también fue el juez que dictó la condena.
Nos condenó al olvido, a la nada. Me condeno a mí a una vida vacía sin usted, a pagar por un crimen que no cometí, no hay perdón para mí, que no he dejado de perdonarlo a usted todos los días de mi vida a ver si eso ayuda en mi suplicio.
Lo que sea que yo le escriba, amigo monstruo, también está a medias.
Nunca conseguiré decirlo todo, sobre nosotros, siempre tendré algo para decir.