Para quien le gusta la Naturaleza y le apasiona la exploración, internarse en la selva nublada tropical es una experiencia fascinante. Cada planta, un diminuto insecto o con suerte un animal mayor, representa un descubrimiento que nos evidencia una y otra vez la fuente de conocimiento y satisfacción que representa el mundo silvestre.
Sin embargo, es un mundo para nada exento de peligros. En una ocasión, siendo aún estudiante universitario estábamos en una de nuestras acostumbradas excursiones como parte del club de excursionismo de la facultad, subíamos por una ladera rocosa de la selva, desde el punto de vista de la ascensión realmente no era una vía difícil y en consecuencia lo hacia con cierta rapidez y despreocupación, la verdad que prestaba escasa atención a donde me sujetaba o donde apoyaba los pies. Fue uno de esos momentos en que la buena fortuna te sonríe y al alzarme impulsado por haber apoyado el izquierdo en una saliente y sujetada la mano del mismo lado en una roca, justo me disponía a colocar mi mano derecha en otra saliente que conformaba una especie de cavidad, cuando mi distraída vista divisó una mapanare, tigra mariposa o cuatro narices como se conoce en Venezuela, con diversos otros nombres comunes en otros países (víbora X, talla X, jergón), en su característica posición de reposo, enrollada y con su cabeza apoyada en el cuerpo dirigida hacia el exterior.
Afortunadamente siempre me he caracterizado por tener bastante autocontrol en situaciones de peligro. Por unos segundos me quedé mirando fijamente a la serpiente mientras ella hacia lo propio conmigo sacando y metiendo su bífida lengua, con mi mano aún en el aire en el ademán de posarse en la roca, para luego, lentamente, retroceder por donde había llegado.
Aún hoy, cada vez que se me viene a la mente ese episodio, reflexiono sobre el papel del azar en la vida, ¿qué hubiese pasado si justo en ese paso, como en otros que di en esa subida, no hubiese dirigido mi mirada hacia allí y hubiese puesto distraídamente mi mano en la cavidad? Pues lo más probable es que o no lo estuviese contando o me costase escribir este artículo debido a carecer de dedos o la mano entera.
La denominada mapanare (serpientes del género Bothrops), en este caso una Bothrops venezuelensis, es una serpiente venenosa sumamente peligrosa. Su veneno contiene una hemotoxina que causa problemas de coagulación y cardiovasculares, con efecto proteolítico (disuelve los tejidos y causa necrosis), por lo que aún corriendo con suerte, en el sentido de no morir en el proceso, es muy probable que la persona termine perdiendo la extremidad mordida. Siempre recuerdo una lectura que me impresionó mucho, de uno de los libros que me tocó consultar para un trabajo que realice sobre serpientes venenosas, como parte del curso de Zoología Agrícola que era obligatorio en la carrera; allí se narraba como un especialista que trabajaba nada menos que en el Instituto Butantan en Brasil, uno de los centros de investigación mas reputados en la investigación ofidiológica (el estudio de serpientes), fue mordido por una Bothrops, y pese a contar obviamente con atención inmediata y precisa, es decir tenían el suero antiofídico específico, perdió el dedo pulgar donde ocurrió la mordedura.
Desde entonces no me descuido en cuanto a estar pendiente de mi entorno cuando ando en trabajo de campo, y ahora como docente, siempre instruyo a mis alumnos para que tomen previsiones cuando hacen salidas de campo para buscar muestras botánicas. Los idílicos paisajes y la embriagadora sensación de paz y tranquilidad que se disfruta al caminar por los parajes silvestres, nunca deben hacernos olvidar los peligros que también encierra.