En la fría noche silbaba el viento invernal ¿quizás nubes de lluvia eran las que se asomaban en la lejanía? Devorando el cielo con una inquieta voracidad; sentado sobre el techo de tejas de terracota roja, las cuales crujían por su frágil consistencia, sentado estaba un joven de cabello marronoso que observaba el firmamento y las estrellas siendo cubiertas por el grisáceo y triste tono que anunciaba lluvia, tras un ligero respiro, exhaló en una oración.
-Feliz cumpleaños a mi...-Observó una vez más la oscuridad del cielo, perdiéndose en sus pensamientos a la velocidad que la luna desaparecía de sus pupilas.
-Hey ¿qué tal allí abajo?-Interrumpe su meditación una voz que, a pesar de haber acabado con el pacífico silencio, resultó familiarmente reconfortante. De la elevación celestial, a los ojos de una joven brillante, y no en un ámbito intelectual, su piel desprendía un fulgor blanquecino, su cuerpo, sus ojos e incluso su cabello estaban impregnados del mismo brillo y color ¡Era como si la luna reflejara su luz para adoptar una figura antropomorfa! Y aunque el escenario era algo que dejaría sin aliento incluso a los escépticos, el aura del joven no pareció perturbarse, sin embargo al bajar la mirada, su mente solo alcanzó a concebir modestas palabras de asombro y desconcierto.
-Wow...-le observó en análisis y detallándola de manera imprudente.-¿Eres un ángel?-Trato de encontrarle pies y cabeza, un sentido puro de su verdadera naturaleza.
La joven le miró, con gracia pícara y dejó salir una pequeña risa acompañada de una sonrisa amigable.-Muchas razas me han llamado así, desde hace eones he estado tratando de sacarles esa idea de la cabeza... Claramente no he tenido mucho éxito.-Volvió a reír, sin cohibirse de que su acompañante seguía examinando su estructura.-Parece que te gusta curiosear.
Las mejillas del joven se tornaron rojas por la vergüenza, haciéndolo clavar la mirada en el techo bajo sus pies, mientras estos bailoteaban moviéndose de lado demostrando un ritmo nervioso.-Lo siento... n- no quise ser grosero...-Se disculpó el muchacho haciendo un ligero gesto con sus manos.
Ella río, a carcajadas si, pero no de forma chocante y estruendosa sino, a una manera divertida y, una vez más, reconfortante. Cada vez que ella reía, un calor intenso se impregnaba en el pecho del joven, lo que alejaba todo sentimiento negativo de su mente, aclarando y disipando la nubosidad en su cabeza. -Si no eres un ángel...-se cuestionó- ¿entonces quién eres?
Ella le miró a los ojos, con una sonrisa levemente arqueada, mostrando una seriedad flexible ante la curiosidad del chico frente a ella. -Eso no puedo decirlo. Mi nombre no puede estar en boca de cualquier humano. Sin embargo me han puesto muchos nombres: Athenas o Atenea, Eva, María, incluso me han llamado Anubis, aunque... no creo tener cara de perro... y eso de dios de la muerte no me llama... La verdad solo soy un cometa, una luz que nació tras La Guerra de Los Soles, creo que ustedes lo llaman... “Big Bang”. He estado existiendo desde el inicio, vivo con ustedes, sobre ustedes y entre ustedes. Me he codeado con su raza y con otras miles, he visitado millones de planetas y estrellas... y cada cierto tiempo... en una fecha especial, aparece una oportunidad única que ofrezco a un ser aleatorio en todo el vasto universo. Un deseo, lo que más anhele el corazón de un ser, puedo cumplirlo.
Ella se veía segura y orgullosa, tras su anécdota, ya parecía clara en su objetivo ¿un deseo? Un deseo concedido por un tipo de diosa de antaño, que se mueve entre los seres de la existencia en la totalidad del universo. El chico, tras procesar y tratar de comprender todo el cuento y promesa, sacudió ligeramente su cabeza buscando ponerse en su lugar, las tejas se habían movido, la inclinación de su cuerpo las había sacado de su lugar, quedó tan abstraído por su historia que había ya olvidado porque estaba en aquel tejado, eso había desaparecido, ahora estaba frustrado porque en su mente buscaba y rebuscaba ¿qué deseo pediría? ¿Qué es lo que su corazón anhelaba? Luego de un rato la joven miró, y palmaditas al espacio a su lado, al techo dio.-Siéntate conmigo, aún no logro pensar en un deseo...-se excuso, una vez más con vergüenza, pero más confianza con ella. El destello sonrió suavemente, y a su lado se sentó con los ojos cerrados, para luego mirar a su lado, al chico que se rompía la cabeza, tratando de encontrar y apartar de su corazón deseos codiciosos.-Te vas a fundir... ¿te gustaría ayuda? Ví que tu casa estuvo un poco sola en esta fecha importante, no existe una fiesta que de tan pocas personas sea buena.-riendo comentó, tratando de darle ideas.-¿Una novia tal vez?
El chico la miró, con seriedad pero sin frialdad.-Me gustó mi celebración... no me sentí solo, no necesito la compañía de 20 personas para pasarla bien...
Ella, sorprendida un poco por el comentario, jugó con su cabello, buscando en su mente, antigua y sabia como ninguna mente existente en el plano mortal, algo para concederle al muchacho que se perdía en el desierto mental de su cabeza.-¿Qué tal mucho dinero? ¿O poder tal vez? A los humanos les fascina eso. Tal vez un carisma como nunca se ha visto en la tierra, le agradarías a todos y serías muy exitoso.
Una vez más, la mirada de seriedad flexible se posó sobre ella.-Esas cosas se oyen bien...-La estrella sonrío, irguiéndose orgullosa por haber atinado.-Pero pobres deseos si a mi me lo preguntas...-dijo el muchacho explotando su burbuja.
Ya cansada y un poco molesta, movía su pie descalzo impaciente a causa de la indecisión del humano a su lado.-Oye, no tengo todo el día ¡Desea cualquier cosa! ¿Qué tanto puede pensar un ser tan simple?
-Más allá de lo que una “diosa” puede hacerlo al parecer.-La respuesta inesperada del joven le descolocó, agitando su milenial ser. Trató de refutarle, pero razón no le faltaba, había vivido tanto entre los seres existentes, se había codeado con tantas personas que no pensaban más allá de lo que sus codiciosos corazones deseaban, que había olvidado que los seres vivos, muchas veces pueden ser únicos, a pesar de ser tan iguales entre sí. La chica resplandeciente se reincorporó aclarando su garganta, y con una voz más apaciguada disculpó su comportamiento.-Lamento la insolencia... supongo que, para haber vivido tanto sigo siendo un poco inmadura... Lo siento.
El joven sonrió levemente, aceptando sus disculpas.-Creo que ya tengo mi deseo.
-Muy bien ¿qué quieres que te de?-le miró mientras una gema en su pecho se habría en un resplandor fulguroso.
-Quiero volver a verte.-La mirada del chico reflejo un brillo tan resplandeciente como su acompañante.
Sus palabras apagaron un poco la luz de su pecho, mientras ella le veía con genuino asombro. Esbozo una leve sonrisa que pronto creció en una carcajada.-Muy bien.-Sonrió- Entonces así será.-La perla en su pecho llenó de luz el lugar, y pasados unos segundos ésta se volvió a cerrar.-Deseo registrado, humano. Es tiempo de que parta.-Se levantó de su lado, mientras su pies se elevaban de las tejas de terracota roja.
-¡Espera!-Tomó su mano el joven siendo ligeramente elevado con ella, por el resplandor lunar.-Mi nombre es Alex.
Ella le miró mientras su cabello volaba en el cielo nocturno, y sonriendo cálidamente, como fuego fatuo espiritual, estrechó su mano suavemente con firmeza.-Phoebe, mi nombre es Phoebe.
Y tan rápido como apareció, así su luz se desvaneció, las nubes del cielo se disiparon y las estrellas volvieron a dar su luz.
En el tejado de una casa, en una noche oscura e invernal, un joven de cabellos marrones, Alex decía llamarse, observaba la luna con una gran sonrisa y en sus manos sosteniendo un collar, cuyo Dije tenía la forma de fuego ardiendo de color blanco que brillaba al tocar la luz de la luna.
Él esperaba volver a verla y Ella, no podía esperar para volverlo a encontrar.
-J
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