El universo ordenado que necesito para resolver mi duda debe ser el más simple posible, si fuese de un elemento sería ideal, pero me restaría margen de acción. Otro de dos no es suficiente para establecer las referencias necesarias. Debe ser entonces un conjunto de tres. Podría constituirlo por: Un gran ojo centrado al interior de un triángulo, yo con pelo largo, barba y bigote, y una paloma. En ese orden.
El día menos pensado se me presenta el ojo (inserto, como siempre, en su plano tetraédrico perfecto al acecho de la cuarta dimensión), y me comenta que ha preparado un pastel cósmico, que si bien no tiene la cualidad de ser perfecto, se compensa con ser infinitamente justo. Me comenta también que al elaborarlo se percató que la naturaleza propia del pastel le exigía que éste fuese compartido con el arreglo de igualdad y justicia que implica un universo de tres, de otra forma el pastel estaría, en sentido estricto, incompleto; "así pues, he tomado ya mi parte en proporción y justa medida, ahora es necesario que tomes la tuya en la porción correcta para que la paloma a su vez haga lo mismo, y una vez distribuido el pastel cósmico pueda constituirse. No tardes en tu encargo, quiero constatar cómo me quedó". Deja un última pista en solemne despedida. "Recuerda, no importa cuán justo puedas ser, sino cómo es que lo eres". El ojo se diluye. Yo me quedo con un pedazo de torta y la sensación de no ser perfecto.
Sé bien que el ojo nunca se equivoca y en materia de justicia es implacable, por ello para evitar el error hay que tener en cuenta que la justicia cuando se administra entre iguales es conmutativa y equivalente para todas partes; y que cuando se imparte entre desiguales, la administración de la misma se da en proporción al mérito de cada uno de los implicados. Esta dualidad permite que en el universo que busco no seamos iguales pero tampoco diferentes.
Por ejemplo:
El ojo me dejó medio pastel, yo lo parto a la mitad; así tenemos que el ojo tiene 1/2, y la paloma y yo un 1/4 cada uno. Entre la paloma y yo no hay diferencia, mientras el ojo es el doble de igual que cualquiera de los dos; lo que no corresponde al orden universal que necesito, en todo caso yo debería ser el doble de igual que la paloma, porque el ojo es el doble de igual que yo. No existe entonces una relación de proporciones que nos diferencie a cada uno de los tres entre sí, sólo a dos.
Por ejemplo:
El ojo me dejó dos tercios de pastel, yo parto a la mitad el pedazo; así el ojo tiene un tercio, yo un tercio, y la paloma lo mismo, somos idénticos y tenemos un universo justo pero desordenado. Como los elementos idénticos pueden presentarse en cualquier orden sin que se perciban diferencias, esto causaría un desorden en el universo ojo-yo-paloma, o acaso paloma-yo-ojo. Así pues esta excesiva justicia no corresponde al universo que busco habida cuenta de que en él debe haber igualdad y diferencia. Al proporcionar de esta manera el pastel, más que igualdad entre los elementos lo que tenemos es identidad.
Corrijo el exceso de justicia con arbitrariedad, cierro el entero con un tercio perfecto y dos aproximaciones (.335 el ojo, .333 yo, .332 la paloma), entonces no hay una relación que nos indique que tan iguales somos, sino sólo qué tan diferentes. Para rastrear el justo medio entre diferencia e igualdad es necesario desequilibrar el exceso de justicia entre los tercios idénticos con una iniquidad, pero una iniquidad justa.
Por ejemplo:
El ojo me dejo una fracción de pastel, él tiene una parte, y yo la otra, la paloma que nada tiene debe verse favorecida en extremo en la partición de tres. Levanto el pastel, lo sopeso y con fina sincronía lo separo en dos pedazos, el mio de .618 y el de la paloma de .382, justo entonces se abre el cielo, se iluminan las nubes y desciende hacía mí la paloma. Le ofrezco su ración. La observa, le da vueltas con una pata, después de un breve lapso me comenta:
-Es una porción generosa, apenas y la podré llevar entre mis patas. Gracias.
-Son mutuas, le señalo.
-¿Tú lo hiciste?
-Sólo le di el toque final. Es un regalo del ojo.
-Gracias a ambos, me lo llevaré para compartir con elementos de otros universos a los que también pertenezco- me dice a manera de despedida.
-Gracias a ti también- le contesto y acoto en despedida, -recuerda compartirlo en forma justa.
La paloma se da por enterada, bate sus alas y llevándose entre sus patas la porción de pastel cósmico se eleva con dirección al cielo.
La miro perderse en la distancia y la admiro, a pesar de tener la porción mínima su intención es compartir. Su visita me ha dejado un bienestar interior que quisiera hacer extensivo al ojo, por ello agradezco a él el alimento, y mientras lo degusto, repaso:
En el primer bocado:
La justicia debe tomar pequeñas tendencias en un universo de diferencias.
El que es menor en proporción debe ser el más favorecido aunque se altere todo el sistema.
En el segundo bocado:
En mi universo la paloma es en proporción el menor, de ahí que su tercio sea el extremo; es decir, en lugar de un presunto .350+.330+.320 para ajustar el entero, la relación entre los desiguales debe ser .310+.310+.380, o más justo aún es .309+.309+ .382 (la paloma).
Al cargarse, la fracción mayor con el elemento menor, los dos tercios restantes no pueden ser inferiores cada uno a .382 (la paloma). Sería injusto sólo recorrer la cobija cuando aún queda mucho pastel (yo y el ojo), de ahí que los tercios se vean recompensados por su generosidad con generosidad al dejar de ser dos (.309+.309) y fundirse en un solo .618 (yo).
Al partir el pastel me he diferenciado de la paloma y a la vez he utilizado la porción y por tanto la proporción que el ojo ha indicado, así si me comparo yo (.618) con (.382), soy mayor que la paloma 1.618 veces, y por tanto el ojo debe ser mayor que yo 1.618 veces, lo que es lo mismo decir .999.
Así pues, he encontrado el universo ordenado en las justas proporciones para cada uno de sus elementos, formado por el ojo-yo-la paloma, 3/3 generadores, 2/3 generosos, 1/3 favorecido.
Tercer bocado y se acabó el pastel:
Para el ojo el pastel cósmico es imperfecto, quizá porque se puede ser infinitamente justo, ya que los tercios generosos se cierran de manera infinita (1.618033988749894848204586..., número de Fídias, número áureo, divina proporción, razón dorada, razón áurea, media áurea, etc. -1 más la raíz cuadrada de 5, sobre 2-) mientras que para mí, el patrón con que está elaborado es perfecto ya que permite una gran diversidad en una justa relación de proporciones. De esta forma, según se ajuste el cierre de los tercios de la paloma y mio (1.618, 1.618033, 1.618033988..) para determinar el entero, los tercios generadores variarán del .999 al infinito, lo que corresponde en mi universo ordenado a 3/3 generadores. Se hace evidente entonces, que el ojo al elaborar el pastel cedió más de la mitad del total, pero además y lo más importante, cedió la chispa generadora de la partición, la misma que permite ajustar los tercios para cerrar la unidad estática (el pedazo de torta) y que a su vez no permite cerrar los 3/3 generadores que complementan la unidad dinámica, o infinito pastel cósmico.
Así pues, el que la paloma tenga 1/3 favorecido, yo 2/3 generosos y el ojo 3/3 generadores en las proporciones justas, no implica tanto que el pastel cósmico sea tres fracciones iguales y diferentes al mismo tiempo, ni mucho menos tampoco que haya dos enteros de pastel, sino más bien, que hay un sólo pastel cósmico idéntico y único.
El Ojo, yo y la paloma.
Así sea.