Había una vez un reino y en el reino una vieja abuela que preparaba las galletas más ricas de toda la colonia y sus alrededores, pero también había otra anciana malvada y horrenda, que trataba de hacer dulces y galletas para la venta pero que por su mala intensión y envidia nunca le quedaban tan buenas, por consecuencia, sus ventas eran nulas. Una tarde de aires navideños, la abuela Berta y su nieta, terminaban de hornear las galletas para la venta, cuando la vieja bruja, se asomó por la ventana, observó que estaban haciendo y dejó caer para los adentros de la casa un poco de sal y se fue. Entonces, una pisca maliciosa de esa sal tomó vida inesperadamente, saltó al recipiente donde aún se encontraba la mezcla para preparar un par de bandejas más. Ni Evana, la nieta, ni la abuela Berta se dieron cuenta de ese hecho, lo cierto es que luego de moldear el resto de las galletas y prepararlas, Evana salió presta a venderlas en el mercado, pero para llegar a este lugar, tenía que atravesar el inmenso y peligroso camino del bosque.
Al principio era sencillo, porque los caminos estaban cubierto de hermosas flores, grandes árboles y un millón de pajaritos, pero por la mitad, cerca del rio, las cosas no eran muy bonitas, el lugar se transformaba en húmedo y frio, las lechuzas se habían encargado de dejar en claro a quien transitara por ahí, las violentas jornadas que de noche solían hacer. Lo cierto es que justo en ese lugar, donde la soledad parecía cantar a voces llenas, Evana, sintió como de la cesta donde llevaba las galletas que había horneado con su abuela, cobraron vida y saltaron hacía ella, con el único objeto de destruirla. Las galletas habían cobrado un aspecto horrible, parecían pequeños diablillos dispuestos a matar. Los gritos de Evana, despertaron la fauna salvaje del bosque y todos los animales que se encontraban enterrados en aquel lugar, empezaron a desterrarse y a salir, sus esqueletos trataban de defenderla pero eran innumerables las galletas que habían hecho y al partirse se multiplicaban. Oliver, el príncipe del reino, siempre había sido despreciado por feo, estaba deprimido caminando por el bosque cuando de pronto se encontró con aquel suceso, rápidamente y ante las suplicas de Evana, fue a su auxilio. Rápidamente se devoró todas las galletas, por suerte tenia estomago para que le entraran todas, los animales horrendos temerosos de ver acabados sus huesos rápidamente se volvieron a sus sepulcros. Evana en agradecimiento tuvo que casarse con el príncipe, pero era tan feo y tan gordo que ella la primera noche de boda, no soportó estar a su lado, busco el hacha de su tío y lo picó en dos. Guardo el cuerpo dentro del closet y se acostó, planeando al día siguiente decir que se había desaparecido. Así fue como se acostó a dormir, pero las terribles galletas una vez más cobraron vida, salieron de en medio del cadáver del príncipe y despacio abrieron la puerta del closet, sigilosos, picarones y perspicaces, para no hacer ruido y así poder cumplir con la tarea que les había encomendado la bruja.
Fin
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Hola! si amigo... lo sigo desde que abrí mi cuenta! Saludos... =)