El maestro llamó su atención por tercera vez y el niño al fin alzó su cabeza y se desperezó con un largo bostezo, tenía su cuaderno bañado en baba y el lápiz mordisqueado por haberlo masticado inconscientemente al dormir. Los otros niños alrededor lo miraron por un instante y al otro volvieron a poner atención a sus vacíos escritorios evitando su mirada. El maestro enojado le pregunta al niño sin honor que fue lo que había explicado mientras él dormía y roncaba interrumpiendo su clase y este con solo mirar la pizarra le dio una respuesta digna del mejor alumno de la clase, el maestro soltó un suspiro y continuó la clase como si nada. El niño con irritación y sueño esperó hasta que sonó la campana y salió del salón de primero para recorrer los pasillos de la escuela en busca de diversión.
El niño vio a lo lejos a otro estudiante que con cuidado metía sus cuadernos en su casillero, ese estudiante veía a su alrededor como si esperara una sorpresa e intentara evitarla. Los otros niños veían como el niño sin honor caminaba en su dirección y se alejaban rezando en silencio por el niño del casillero, al acercarse el niño sin honor, el pequeño se sorprendió al ver que lo que estaba evitando estaba frente a él, soltó un suspiro de costumbre y dejó que el niño sin honor lo arrastrara con él al baño de niños.
“¿Que le hiciste a ese niño?”, preguntó el ángel de la muerte sacándolo de su ensoñación.
“¿Qué? ¿Cómo...?”, preguntó el niño sin honor desorientado.
Se encontraban en el sitio donde estaba hospedado en la ciudad de la muerte, se dio cuenta el niño sin honor con pesar mirando las paredes grises y vacías de su actual habitación, fuera por la ventana se veía oscuridad y almas ennegrecidas caminando por la calle principal de la ciudad esperando que la suerte los ayudara esa vez, y frente a él, el ángel de la muerte lo veía enojado, esperaba una respuesta que el pequeño no le daría ni aunque la supiera.
“¿Que le hiciste?”, repitió el ángel.
“Nada.”
Sin esperarlo el paisaje de su sueño volvió. Dentro del baño el niño sin honor empujó al niño pequeño, contra la pared y aprovechó al ver que había otro niño observando quien había salido de uno de los cubículos, el niño sin honor sonrió y vio frente a sí más diversión.
“¿Y al otro niño?”
“No sé de qué hablas.”
“Esos sueños tuyos que no son sueños, son simples recuerdos de tu vida, recuerdos que atormentan el alma.”
“No hice nada malo”, dijo el pequeño por tercera vez en aquel lugar muerto.
“Sigue diciéndote eso y nunca encontrarás paz en este basto lugar”, el ángel se fue, deslizando su túnica por el suelo y dejando atrás al niño sin honor que continuaba recordando sin parar.
El estudiante, la víctima número…no lo sabía, el niño sin honor había perdido la cuenta; las lágrimas llenaron sus ojos con terror y retrocedió mientras el perverso niño se acercaba a él con una sonrisa. El espectador miraba con la boca abierta en lo que se había metido e intentó escapar, más no pudo porque el niño sin honor bloqueaba la entrada. Ambos, el espectador quien ahora se había convertido en su segunda víctima del día y el pequeño niño tendrían que pasar por el para lograr salir de aquel baño desolado. Era una escena bastante cruel a pesar de que se trataba de un “pequeño caso de típico bullying de niños” como decían los maestros cada vez, sin darle mucha importancia.
El niño sin honor se acercaba a ellos cada vez más, y los pequeños de tanto alejarse chocaron con la pared y sin escapatoria se vieron entre ellos buscando una solución. El niño sin honor miró con horror como aquellos dos unían sus extremidades y partes para convertirse en algo más, sus piernas de caballo, cabeza de águila, aquellos ojos y aquellas alas negras rodeadas de una profunda y familiar sombra dónde distintos ojos se asoman mirando al niño sin honor con malicia y deseo.
“Ven con nosotros”, susurraban lo que se encontraba dentro de la sombra.
Invitándolo a acompañarlos al abismo. El guardián del Abismo sonrió con la mirada y dio un paso, solo un paso y el pequeño ya se encontraba en su habitación agitado y sudando.
No lo entendía. ¿Acaso no era aquel un recuerdo? ¿Porque de repente se había convertido en una pesadilla? Una pesadilla que estaba enfrentando en la muerte. El niño sin honor se arrodilló al lado de la cama y rezó, rezó y rezó a aquel dios que reinaba aquel lugar donde se encontraba, al mismo que le rezaba cada domingo en la iglesia por obligación, pero esta vez no le pedía el último modelo en teléfono, esta vez le pedía que jamás volviera a ver a ese ser oscuro que atormentaba su mente. Pedía paz y nada más.