Hoy les quiero compartir una hermosa y muy edificante historia Bíblica. Me gusta mucho leer, así que paso un rato agradable leyendo historias como estas.
En el libro de Génesis 25: 19-34, nos encontramos la historia de dos hermanos. Uno llamado Esaú, y el otro llamado Jacob.
Estos dos hermanos, no siempre se llevaron bien, eran hijos de Rebeca e Isaac. El primero en nacer era pelirrojo y tenía mucho vello (pelo) en su cuerpo. A este le llamarón Esaú, el segundo en nacer estaba agarrado del calcañar (talón) de su hermano. Este era lampiño y le pusieron por nombre Jacob.
Al ir creciendo los hermanos, se notó la diferencia entre ellos. Esaú llego a ser un excelente cazador que pasaba mucho tiempo afuera, en el campo. Pero Jacob era más calladito, prefería mantenerse cerca de la casa y le agradaba mucho cocinar.
Una tarde, Jacob hizo un guiso de lentejas, cuando Esaú llego del campo, olió el guiso y dijo: “Dame de comer de ese guiso, porque tengo mucha hambre”. A lo que Jacob respondió, “Te daré del guiso si me das tu derecho de hijo mayor”, mientras movía la olla. “De esa manera yo seré el mayor”. ¿Qué quería decir Jacob? Bueno, según las historias Bíblicas, en ese tiempo, el padre generalmente le pasaba todo lo que tenía, sus propiedades, su herencia, a su hijo mayor, en lugar de dividirlo entre sus hijos como se hace ahora. Lo que hacía pensar a Jacob que saldría perdiendo al morir su padre Isaac. Nadie puede asegurar que sucedería de ese modo, pero si Isaac seguía las costumbres, lo haría así. Esaú le contestó a Jacob, “Mira, estoy a punto de morir de hambre, ¿de qué bien me sirve ser el mayor en este momento? ¡Dame del guiso!” Pero Jacob insistía: “Primero debes jurar venderme tu primogenitura”. Así que Esaú vendió su primogenitura por un plato de lentejas.
Según la historia, estos hermanos tenían una constante lucha desde que estaban en el vientre de su madre. Eran dos naciones queriendo gobernar al otro. La astucia de Jacob llama mucho mi atención, él no quería ser el menor, porque quería tener el derecho que tenía su gemelo, Esaú, y lo más impresionante es que Esaú no había entendido o no valoró el lugar que tenía, la honra que Dios le había dado y desechó su bendición sin pensarlo dos veces. Así que Jacob, en conspiración con su madre, quien le amaba y había oído a Isaac decir a Esaú lo que deseaba antes de morir. se valió del cansancio y falta de astucia de su hermano para quitarle su primogenitura y heredar él la bendición de su padre.
Muchas veces pasa así con nosotros, cuando no entendemos el lugar y la honra en que estamos, cuando no valoramos y le damos poca importancia a lo que tenemos, lo que nos ha sido entregado en nuestras manos, desechamos la bendición y cuando nos damos cuenta es tarde. Fue lo que le pasó a Esaú, cuando su hermano recibió la herencia que por derecho a él le correspondía, se lamentó, le dolió, persiguió a su hermano, pero ya era tarde, ya había desechado su bendición. Ojalá no pase así con nosotros, valoremos y cuidemos el lugar donde Dios nos ha puesto, y todo lo que ha entregado en nuestras manos. Cuida tu herencia.
By, @luzmary
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