Ésta es la historia de una serie de fotografías que tomé hace unos días en el parque donde suelo pasear a mi perro, Fiu. Aunque es una narración, lo más importante son las fotos, pues están ligadas a muchas experiencias de un proceso/proyecto de crecimiento personal, y son muy significativas para mí.
Luego de comenzar a pasear a Fiu, tuvimos algunos problemas en la calle; otros perros se le acercaban y se sentía amenazado, y siendo él un pitbull tan fuerte, me costaba controlar la situación, así que decidí dejar de salir con él durante un tiempo, pero tras un par de meses me di cuenta de que, por su bien, necesitaba una actividad.
Antes, el Parque de Fiu (como lo llamo yo, porque siempre somos sólo él y yo los que lo visitan), solía ser un sitio muy bonito y popular en mi comunidad, pero con el tiempo, las hierbas fueron creciendo, las estructuras fueron vandalizadas, las instalaciones eléctricas se dañaron y dejó de ser segura.
Éste parque siempre estaba solo y sin duda no habría ningún perro que pudiese incomodar al mío, así que comenzamos a caminar allí sin importar lo deteriorado que estaba.
Me di cuenta de que cada vez que salíamos luego de llover, había una cantidad enorme de caracoles en todo el lugar. No les di mucha importancia, más bien me parecían fascinantes, e incluso en una ocasión me llevé uno prestado para un corto proyecto artístico donde tenía que grabar un vídeo de un caracol superando una serie de obstáculos.
Tras unos meses, cada vez que salíamos, lloviese o no, veía cada vez más de estos caracoles, hasta un punto en que, si el ambiente estaba apenas ligeramente húmedo, se hacía complicado caminar con tranquilidad puesto que cada treinta centímetros nos encontrábamos con una fila de caracoles.
Un día se lo comenté a mi mamá, y ella se alteró bastante. Resulta ser que estos caracoles eran populares por ser portadores de muchas bacterias y capaces de causar enfermedades. Son una especie originaria del continente africano que de una u otra forma llegó a Sudamérica, y se convirtió en una plaga. Decidí hacer una pequeña búsqueda en Internet al respecto.
Durante algunas semanas, aunque seguíamos pasando tiempo juntos, se me hacía imposible salir a caminar con Fiu porque tenía clases desde la mañana hasta la noche, y mis fines de semana los aprovechaba para hacer deberes y otras cosas fuera de la universidad, y dejamos de ir al parque.
Para mi sorpresa, al momento de regresar, había cambiado un poco: las instalaciones seguían igual, y aún sin faroles de luz, pero las hierbas habían desaparecido y los caminos estaban completamente despejados.
Resulta ser que durante nuestra ausencia, el parque pasó por un proceso de limpieza y mantenimiento, y todas las malas hierbas y basura habían sido quemados; con ellas, aunque suene terrible decirlo, también desapareció la plaga de caracoles.
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Muy buen post me gusto mucho saludos
aaaaaaaa me encantoooooo!!!!! jajaja que bello Fiu y las fotos, pero lo mejor es que publicaras la historia de los caracoles, morí con eso