Érase una vez: Septiembre
El viento sacudía sus cabellos mientras se alejaba, él la veía cual espectador paciente mira las estrellas caídas al anochecer. Sentado en un banco de piedra, sin mover un solo músculos. Así, sin hacer absolutamente nada, casi esperando un golpe de suerte o un milagro, la dejó partir. Pensaba mientras la veía, en correr tras ella, tomarla por el brazo, besarla y decirle: ¡quédate!... Pero que no lo hizo, estaba esperando quizás que ella diese vuelta y lo mirase una última vez, solo una vez más le bastaría, para quedarse a su lado para siempre. Pero claro que ella no volteó, muy por el contrario, siguió caminado sin mirar atrás, hasta perderse entre la plaza, las calles y la gente.
Todo estaba ocurriendo demasiado rápido, él estaba paralizado, ausente. Si alguien le preguntase en que momento se detuvo su vida, sin duda respondería que en ese instante. Su mente estaba en otro tiempo. Recordaba la primera vez que la vio, su sonrisa podía iluminar toda una vida. Adoraba verla reír, perderse en sus ojos verde gris, que eran la ventana al mismo firmamento... Él sabía que ella nunca supo que era tan maravillosa. (claro que él jamás se lo dijo).
Era el peor momento para recordar los pequeños agujeros en la comisura de sus labios, y su risa escandalosa que contagiaba felicidad. Era el peor momento para cerrar los ojos y ver su cabello rojo como el fuego, jugar con los rayos del sol... Ella no lo sabía, pero fueron sus ojos, su risa y sus labios. Los que lo hicieron vivir otra vez.
Era sin duda el peor momento para él, porque con cada recuerdo, se convencía de que estaba perdidamente enamorado de esa mujer. Justamente de esa mujer, que en aquel momento estaba caminando en una dirección distinta a la suya, alejándose para siempre. Y que fue precisamente él, quien le pidió que lo hiciera... Porque por más que quisiera, por más que la amara. No podía hacer nada con ese amor. Entregarle su corazón, era proporcional a perder toda la vida que conocía. (Al menos eso era lo que él pensaba).
Ella sentía el viento empujando sus pasos, sabía que no podía regresar. Era para ella también el peor momento para recordar cuánto lo amaba. Iba mientras caminaba, dándole a cada paso un motivo para no volver. Sin embargo, no podía evitar recordar las historias que le contaba antes de ir a dormir, como podía fácilmente describir el cielo con sus palabras; era brillante... Y su sonrisa, su sonrisa era más que suficiente para hacerla feliz. Pero lo que más le gustaba, lo que la había enamorado de él, era el brillo de sus ojos grises. En ellos podía ver su alma, maravillosa y con ganas de vivir... Era un alma cautiva, a la que ella quería regalarle alas de libertad.( Claro que esto el si lo sabía, porque ella se lo decía en cada beso que le entregaba)
Era sin duda el peor momento para recordar cuánto lo amaba, porque minutos antes, él le había dicho adiós... Había esperado demasiado tiempo antes de aquella decisión. A pesar de que su corazón aún seguía esperando, deseando sentir su mano en el hombro y escuchar el susurro de su voz, con el "quédate" que sus ojos le gritaban. Pensaba que aún en ese momento, sólo eso le bastaría para volver.
Pero claro que esto tampoco sucedió. Él seguía teniendo demasiado miedo de volar, y ella tenía unas alas cansadas de esperar... Pensarán ustedes que es fácil escribir historias de amor, pero esta no es una historia cualquiera. Es mi historia y quizás también la de ella; Magdalena era su nombre. El mío ahora no importa, yo solo fui un hombre que la amo y al llegar septiembre la ha perdido.
La historia ha terminado. No esperes un final feliz. No todos los cuentos de amor llegan a suceder. Algunos como el mío, no pasaron de la puerta de posibilidades que da el "Érase una vez". MDLHC
Excelente relato @marialuna, de verdad muy bonito y una forma de presentarlo bastante original. Gracias por hacérnoslo llegar en El Arca. Un gran abrazo de nuestra parte.
Una historia muy conmovedora, el amor siempre con sus altibajos creo que la vida siempre nos depara deliciosas desgracias...