Cuentos de MariQ: Mi ángel esclavo (doceava parte)

in #spanish6 years ago (edited)
A la mujer blanca no le gusta que protestes. Si quieres sobrevivir en este lugar tendrás que ser sumisa, nada de estar tomándote licencias atrevidas, usurpando puestos que no te corresponden, me dice Jacinta señalando a la matrona, que en ese momento duerme tumbada en la hamaca sobrellevando el infernal calor que se ha apoderado de Caracas. Jacinta es una esclava regordeta de ojos chicos y sonrientes, encargada de los quehaceres de la cocina y que con mano de hierro mantiene a los esclavos en total obediencia. Su rostro no dice su edad, ella misma no sabe cuántos años tiene, ni cuándo fue la fecha de su nacimiento, solo que un día la vendieron a este burdel y que lo único que ha conocido es miseria y trabajo, mucho trabajo.

A la ama le molesta que sus esclavos se tomen atribuciones de gente blanca, continua. Tu te comportas como si nunca hubieses conocido la esclavitud, eres arrogante y presuntuosa, con razón tantos castigos. Si no aceptas tu condición morirás en el intento de parecerte a los blancos.
Me mira de arriba a abajo y sin decir una sola palabra me da a entender que mi color y mi aspecto son un pasaporte a la miseria.

Pero esa noche, mientras la luna se desgarra entre espesos nubarrones, habría de descubrir el oscuro y repugnante secreto de aquella blanca, que se sofoca en el día y desfallece en las noches. Dicen que solo logra apaciguar sus calenturas con los esclavos de grandes miembros que la acechan por los rincones y ella apaga ese fuego revolcándose en las barracas. Pero no es suficiente, su apetito es voraz que, cuando las noches se vuelven tediosas, ansiosa de nuevas aventuras, segura de que ojos insidiosos no la vigilaban, la veo salir a hurtadillas, envuelta en pañolones y perfumes caros.

Así debe olor el paraíso, dicen que los manda a traer de España, y que son los mismos perfumes que se usa en las cortes europeas, una especie de fragancias como el jazmin, el ambar, algunas especies, almizcle, mirto, esencias de rosa, la flor del azahar salvaje, etc. envueltos en finos pañuelos que guardan en un pequeño bolsito amarrado a la cintura.

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Allá va la blanca casi corriendo por las calles oscuras y polvorientas. La estela de sus perfumes marca el camino que recorre y por su manera nerviosa de caminar pareciera que va a llegar tarde a una cita muy importante, quizás con su amante que la espera enojado por la tardanza.

Después de cubrir una importante distancia llega a una barriada miserable y maloliente, popularmente conocida como La Candelaria. Con la mantilla que lleva sobre sus hombros, cubre su hermoso rostro de las miradas curiosas de los transeúntes que miran como se introduce en una casucha de techos bajos y paredes desconchadas cuya puerta decolorada por el tiempo, se cierra con unos enormes aldabones oxidados que la aseguran de que pueda ser abierta por algún imprudente. Me mata la curiosidad por saber que hace una blanca acostumbrada a la buena vida y los lujos, visitando esta barriada donde pulula gente de mala fama.

Este cuento es de mi autoría: @mariqyes

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Como siempre, una narrativa que atrapa. Te felicito.