¡Saludos, amigos!
Me reporto con la entrega de la continuación que me retó a hacer @alevil de "La casa de doña Elena", de @devinalivaudais. Es un cuento maravilloso y muy bien escrito que los invito a leer; les va a encantar.
Me costó mucho llegarle al tono de la narración. Espero salir sin moretones de esta, @jcalero, @sansoncarrasco, @adncabrera, @bertrayo, @flamendialis, @amaponian, @nancybriti, @isauris y @rjguerra.
Si quieren entender este reto relámpago de continuación de historias en 48 horas, pueden hurgar aquí.
La casa de doña Elena. Parte II: Abel regresa
"La casa de doña Elena", post original de @devinalivaudais.
Debí detenerla cuando pude.
El señorito estaba ya muy maltratado. La visión de mis manos ensangrentadas me sorprende con más frecuencia. La soledad de la casa me está afectando más de lo que puedo soportar.
Doña Elena ya no quiere comer. Se sienta a la mesa y me ve de reojo, sin probar bocado. “Haz que me lo devuelvan”, me dice.
Ya van casi seis semanas desde que desapareció el señorito. El fin de semana pasado le mandé un recado a mi primo Ernesto, que vive en el pueblo vecino, para que envíe por mí, pero todavía no recibo respuesta.
Hoy, mientras estoy sentada en la lomita, doña Elena me sorprende por la espalda. Casi me mata del susto. Últimamente, temo que intente matarme. Me la paso lo más que puedo fuera de la casa. Trae un papel en las manos y la mirada fija en el monte pasando el limonero. Tardo un rato en percatarme de lo que es.
Fragmento del cuaderno de Abel encontrado en el cajón de la mesita de noche en mi habitación:
Nana me llevó pasando el limonero y encontré la salida del túnel.
Abril. Fecha borrada.
¿Quién había dejado la nota? Anoche no había nada en mi cajón. No que yo recuerde. Siento que me desmayo, pero doña Elena se desploma primero y de la pura impresión espabilo enseguida. Temo no poder levantarla, pero ¡Ave María purísima!, es una plumita; ha perdido mucho peso. La cargo para llevarla a la casa.
Llego hasta el porche. También me he debilitado mucho últimamente. De nuevo siento que se me van los tiempos. La recuesto en la mecedora y voy por agua con azúcar. Cuando estoy en la cocina, siento un golpeteo en la puerta del sótano. No sé si es real; creo que estoy paranoica. Es un sonido suavecito, como de un animal mediano, un gato o un perro pequeño. Pero no hay animales en la casa. Con la excusa de las alergias, nunca tuvimos ni un canario.
No me atrevo a abrir y estoy considerando seriamente no volver a entrar a la casa. Ni bien la doña se reponga, me voy a la policía, así sean cuatro horas a pie; no me importa.
¿En verdad era un niño cambiado? ¿Pero qué digo? Esas son supersticiones nada más. Estoy desvariando; es mi cabeza tratando de justificar mi complicidad. Debí haber hablado con la policía a tiempo; contarles sobre los abusos físicos al señorito Abel; sobre la crueldad de la abuela y las ideas locas de la bisabuela Moraima, que en paz descansen, que si malograr a la criatura para que los duendes vinieran a devolver al verdadero, que si quemarle en los bracitos, que si pellizcarlo con las tenazas en la espalda. Jacinta me había advertido sobre eso; lo peor, que se lo creía. Pero yo sabía que no había otro niño y que por más que lo maltrataran, ningún duende iba a hacer ningún trueque. Aún así, me quedé callada.
Además, para mí que al señorito lo enfermaron a propósito; si él estaba bien sanito cuando yo llegué a esta casa. Sí, lo enfermaron para no sacarlo, para que la gente no preguntara por qué era tan raro, por si le descubrían lo magullado. Se convencían de mentiras, de fantasías, para evadir la verdad. Siempre me pareció sospechoso aquel hombre que llegó a buscar su ropa y sus cosas. Cuando entró, Natividad, el más viejo de los sirvientes, lo llamó don; y era la viva imagen del difunto padre de la doña. Nunca hice caso de lo que me decía el viejo Natividad; tenía casi cien años y de vez en cuando soltaba un disparate. Pero ahora comprendo. Aquel era el papá del señorito. ¡Ay, Santísimo!, no quiero pensar más allá, seguir desenterrando más barbaridades.
Estoy que me caigo. Como puedo, arreglo para quedarnos en el porche. Ni loca me quedo a dormir dentro. Lo que sea que hay ahí sigue rascando la puerta del sótano; aunque ya no confío en lo que oigo.
Es casi medianoche y ya estamos instaladas para dormir. La doña sigue ida, delirando. Yo no puedo pegar el ojo a pesar de estar toda enclenque. De repente me parece ver que se mueven cosas alrededor de la casa, como hombrecitos, que se desvanecen como humo.
La imaginación me está traicionando; han sido demasiadas historias desde que llegué a esta casa, demasiados cuentos de hadas. De repente veo una silueta más grande, humana, como un hombre. La vista me falla; el cansancio me hace ver todo borroso. Pero esta imagen es cada vez más nítida y en un pestañear, está frente a mí.
—¡Ernesto! Primo, ¡el Señor bendiga!
Saco energías de donde no tengo y trato de explicarle lo que viene pasando. Me interrumpe y me pregunta por qué no hemos tomado al niño que devolvieron.
¿De qué niño me habla? Entonces se me va aclarando la vista y me doy cuenta. No es Ernesto. Es un hombrecillo larguirucho, barrigón y medio deforme.
El hombrecillo insiste. Dice que debemos aceptar el cambio, que no puede pasar a la casa por el frente, que me encuentra del otro lado. Algo que no puedo explicar me impide desobedecerle. "Deben honrar el trato", dice. Mi mente trata de darle sentido y voy recordando cosas; cuando se rompió el bombillo…
Voy hasta la puerta que da al sótano. El golpeteo sigue igual. Tengo la piel de gallina y los nervios me revuelven el estómago. El corazón se me quiere salir. Ya no aguanto. Mejor terminar con esto ya. Abro.
En el piso está un niño. No es el señorito. Es blanco como la leche, enjuto y arrugado, como un viejito. Tiene las piernas medio atrofiadas y trae una esclavita de oro blanco en la muñeca. Me quedo paralizada, sin reacción. Detrás de mí se asoma doña Elena, viene arrastrando los pies. Me pasa por la derecha y se agacha. Acaricia el cabello de la criatura:
—¡Mi niño!
Yo le había enseñado al señorito, o a quien sea que yo cuidaba, la salida del túnel que daba hacia el sótano. Para que pudiera escapar si la doña se desquiciaba por completo. Pero nunca preví esto.
Detrás de la escalera, hacia el fondo del sótano, un duende más grande, como de un metro de alto, sostiene al señorito al final del pasillo y detrás de él está el que acaba de hablar conmigo. Está más o menos oscuro y la poca luz hace que brillen diferentes colores en incrustaciones a lo largo de las paredes, como en un sueño. Todos sonríen ahora; dan la vuelta y se marchan. Nunca me había percatado de lo realmente pequeño que era el señorito; tal vez porque nunca lo vi junto a otros niños. Era grotescamente pequeño. Mientras se aleja, voltea un poco la cabeza: "Ahora sí puedo salir; gracias", me dice.
Todo se me nubla; de repente, los cuentos de Jacinta tienen sentido.
He
quedado
encantada.
Ha sido maravilloso leer mi historia desde una óptica que pone a dialogar elementos que apenas se sugerían en la primera parte y que fueron expresados con buen tino sin romper la atmósfera ni la tensión. Gracias a @alevil por nominarte para esto. Resultó brutal <3
Gracias, @levinalivaudais ♥ Honor que me haces, pues me encantó este relato tuyo.
Sabes qué, "hueles a reto". Hasta aquí llegan los aromas XD
Jajajajaja cónchale, me tocará ver qué hacer con ese tufo xD
Bien.
Que buena continuación. Ahora no solo tenemos un cuento maravilloso, que es el de @devinalivaudais, sino que tenemos otro: esta continuación tuya. Y que tu cierre sea con los cuentos de Jacinta, que es el inicio del primero, me encanta
Gracias, @alevil. Ya he corregido como cien detalles que se me fueron. Terminé anoche casi a la medianoche. Mi abuela decía que sarna con gusto no pica. Esperemos que @edudisdiaz se reporte ☻
Espeluznantemente hermoso este relato, @marlyncabrera. Una presentación impecable desde el punto de vista narrativo. La atmósfera de suspenso fue muy bien trabajada y las descripciones del espacio y de las emociones del narrador contribuyen muchísimo a envolver al lector en esas mismas sensaciones. Felicitaciones por este relato.
¡Saludos, @eudisdiaz! ♥
El cuento de partida pertenece a @levinalivaudais. Es una excelente escritora.
Y yo te he nominado a ti @eudisdiaz, otra excelente escritora, a responder a un post de otra baraja del mismo palo, @alidamaria.
¿Aceptas?
No puedo agradecerte por nominarme porque me has metido en un lío pero... lo asumo, @marlyncabrera. Espero estar a la altura de este reto y no decepcionar (mucho) a @alidamaria con mi respuesta.
Perfecto. Bienvenida al reto, @eudisdiaz.
Tu oportunidad para cumplir con el reto caduca pasado mañana, miércoles 23, a las 7 p.m. UTC (3 p.m., hora Vzla.). Al final de tu post, debes retar a otro usuario, siguiendo las reglas del reto.