Cuando nos disponemos en la vida a realizar una actividad en particular, acostumbramos hacerlo con todo el ánimo y disposición, sin permitir que nada ni nadie nos interfiera en el objetivo a alcanzar.
Es así, como debemos actuar en nuestro servicio a Dios, con alegría, con disposición, sin excusas al momento que nos necesite para trabajar en su reino y ante todo hacerlo con amor, dedicación; sin fijar la mirada en el hombre sino entendiendo que todo lo que hacemos es para Él. Como hijos del Dios vivo entendamos que el servicio para El, es una semilla sembrada en tierra fértil, la cual al tiempo dará su fruto y por lo tanto tendremos que recoger la cosecha.
En muchas ocasiones, seremos atacados con dardos de duda, envidia y otros tantos sentimientos negativos, pero debemos entender que al hacer las cosas con amor y sin mirar las cosas tangibles o naturales, nos ayudara a servir sin condiciones y a cumplir la palabra de Dios cada día en nuestra vida.
Entendamos, que nosotros aceptamos el llamado que el Padre nos hizo y es por eso que le servimos, no por casualidad sino por causalidad, es decir, que lo hacemos por un propósito y para la Gloria de Él. No importa que las personas nos lleguen a criticar en un momento dado, por el servicio que realicemos al reino, lo que importa es hacerlo con entendimiento, disposición y amor.
Cuando servimos a Dios, nos debe embargar un sentimiento de felicidad, entrega, disposición entre otros tantos buenos sentimientos, siendo de esta manera manifestado Cristo en nuestra vida; si no logramos disfrutar todas estas emociones es porque el servicio lo estamos haciendo para el hombre y no para el Padre Celestial.
Autor:
@mateo2122