Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Atrapada.
Los esclavos de épocas pasadas no elegían su salida. Sin libertad de elección, las salidas disponibles eran escasas. La más común era salir del mundo. Con suerte, llegar a uno mejor en el que la esclavitud no existiera. Otros, menos afortunados, salían de una mala situación para entrar a una peor. ¿Cuántos esclavos entre los mil millones en la historia de la humanidad lograron ser libres? ¿Cuántos de ellos por voluntad ajena?
Como dije, a mí me ha tocado una gran mano. No llegué a una mala situación de la que era indispensable salir. Pero la maldad es relativa. La juventud conllevaba la inocencia, o, mejor dicho, la ingenuidad de ver solamente el lado bueno de cualquier cosa ajena, y solamente el lado malo de cualquier cosa propia. A ésa se le sumó la posibilidad de salir de una situación que realmente no era mala. Porque si hubiera sido realmente mala la posibilidad de salir ni siquiera hubiera existido.
No cualquiera se atreve a salir de su zona de confort para emprender rumbo hacia lo desconocido. La salida atrae a los que no tienen una zona de confort.
Salí para mejorar. Cambié para mejorar.
La lotería de la vida nunca está arreglada. Empiece donde empiece uno en la escala arbitraría de peor a mejor, la posibilidad de empeorar o mejorar es igual.
La igualdad universal. La igualdad inigualable. La igualdad divina.
No se sabe hacia qué dirección va uno hasta que tire el dado, y para entonces la opción de volver a tirar dejará de existir. La opción de no tirar el dado nunca existe.
Uno elige su camino. El mundo que lo rodea elige el destino del camino.
Salí.
... continuará...