Pancrasio busca oro y encuentra el mensaje de un tiranosuario.
La crisis azotaba a los habitantes de la gran mina, Pancrasio investigaba que hacían los demás para sobrevivir, entre los oficios que mas ganaban estaban los ladrones, los especuladores, los vendedores, los de seguridad y los mineros, hacia esos oficios la mayoría de los habitantes habían dirigido sus vidas, así que pensando Pancrasio que los dos primeros causaban perjuicio a sus semejantes, no podía incursionar en seguridad por no ser de su agrado y no era muy buen vendedor se decidió probar con la minería, total, casi todos los terrenos de la gran mina estaban vacíos luego del gran éxodo y además no valían nada, el gran caudillo se había asegurado de eso al eliminar la propiedad. Así pues, agarra Pancrasio y se va para sus tierras en la sabana, el sabia que por allí habían pasado grandes compañías demarcando el petróleo y se escuchaba que había oro, luego de un largo viaje llega Pancrasio a la sabana, tierra hermosa pero difícil de cultivar y le pidie a Dios ayuda desde su corazón, se dirige a un arroyo cercano de aguas límpidas, próximo a las demarcaciones de las antiguas empresas extranjeras, donde se veían transitar los peces en cardúmenes y en el fondo del agua cristalina brillaban las arenas de sílice, allí pues excavo Pancrasio con la pala por varias horas, no tuvo éxito alguno más que extraer arena y unas rocas rojas pedregosas, por ningún lado se veía el oro o algún tesoro, así pues después de toda una tarde de trabajo se recostó en el borde del riachuelo a pensar en la razón de su desventura y en que sería muy agradable vivir allí, con esos peces y algunos cultivos no tendría que preocuparse más por comida pero Ruperta nunca accedería a mudarse allí, la tarde llegó presurosa y así decidió Pancrasio irse a dormir a la casa de piedra abandonada que un familiar le había prestado, denominada el Cofre, transcurrió la noche entre los sonidos de los mangos, los cocoteros y el chillar de los murciélagos mientras Pancrasio le pedía a Dios orientación en su búsqueda del día siguiente. Amaneció con el cantar de los pájaros y las guacharacas en el riachuelo, preparó Pancrasio un café desabrido, bollos con mantequilla y se alisto a comenzar nuevamente, decidió buscar los tesoros en las faldas de una montaña que estaba cerca del riachuelo, ya que luego de analizar concluyó que si había algún tesoro debía estar por allí, así pues, Pancrasio empezó a hacer un hoyo de donde salían diferentes pedruscos, cavaba mas y mas, tomando frecuentemente agua de su improvisada cantimplora, una botella plástica de coca cola, mientras transcurrían las horas sin éxito y la tarde volvió a llegar, para ese momento había alcanzado al menos dos metros de profundidad y ya los primeros destellos del ocaso aparecían, había sido un día duro y Pancrasio se resignaba a no encontrar nada, cuando de pronto, al rozar la pala con el fondo del hoyo emitió un sonido metálico diferente al de chocar con los pedruscos, Pancrasio se agacho y con una sensación de temblor y hormigueo vio brillar de color amarillo una roca, pensó que debía ser una ilusión óptica causada por los rayos amarillentos del sol del ocaso, casi toca el suelo con la quijada viendo la roca y la fue descubriendo con sus manos, el color dorado lo impresionaba, no lo podía creer y en sus adentros pensaba, lo he logrado, he conseguido oro, retiro la piedra que era rectangular de unos 12 cm, tenía una grieta que formaba un cuadro en el lado izquierdo, la sopeso en la mano y pensó, esto debe ser más de medio kilo de oro, con esto resuelvo mi vida, incorporo la vista asegurándose que Carrao, el llanero de la finca cercana no lo viera, le había dicho que iba a sacar una rocas para reparar unos huecos en el Cofre como coartada para no llamar la atención, por ningún lado se veía Carrao, así que agarro la piedra la cubrió con un trapo y comenzó a echar los terrones en el hueco, total, ya con ese poco de oro su vida estaba resuelta y si necesitaba más sabría donde buscarlo, al llegar al Cofre era de noche nuevamente, guardo la piedra de oro dentro del bolso que tenia, colgó su chinchorro y salio a preparar otra vez su nueva ración de bollos con mantequilla, la monótona comida de todos los habitantes de la gran mina, luego de comer y beber agua dulce se acostó feliz, pensando por largo rato como cambiaria su vida ahora que era inmensamente rico y a su vez como se llevaría el día siguiente su piedra de oro al poblado, luego de cavilar concluyó que debía partirla y llevarse solo un pedazo como medida de seguridad, entrada la madrugada se durmió. El alboroto de los pájaros despertó nuevamente a Pancrasio quien se levanto presuroso a preparar su café desabrido y una arepa con mantequilla, luego de desayunar y darle la enésima mirada a su piedra de oro, se dispuso a separar un pedazo para hacerlo analizar por un amigo joyero que tenía en el pueblo, había leído que el oro se podía cortar con una segueta, como no logró conseguir una en el Cofre, opto por usar un cuchillo de sierras pues debía cortar el oro, se apresto a usarlo y el cuchillo producía un sonido como si se estuviera amolando mas no cortaba la roca, pensó esto debe ser oro 24 quilates o quizá oro con platino porque es muy duro, intentó una y otra vez y nada, se sentó a pensar y concluyo que si usaba un machete, lo colocaba sobre el trozo de oro y lo golpeaba con una roca debía cortarlo, admirado de su plan y su inteligencia se dispuso a ubicar una roca grande pues el machete ya lo había divisado en una esquina del Cofre, encontró una roca que le pareció excelente para la tarea y coloco el machete sobre la roca de oro, en donde tenia la grieta del lado izquierda y procedió a golpear sobre el machete con el pedrusco, asesto un golpe y un chispazo salio del pedrusco y la roca dorada se rompió en dos pedazos, un olor a huevos quemados se desprendió y un rollito amarillo salio de la roca, Pancrasio tomo los trozos de la roca dorada y el rollito incrédulo, vuelvio a repetir el proceso con el lado menor de la roca dorada y al golpearla se rompio, volando esquirlas por todas partes, Pancrasio las recogio extrañado pues creía que el oro no se fragmentaba así, pero pensó, debe ser que no es puro, dio por terminada su labor y abrio un hueco en el piso de una esquina del Cofre donde guardo todo el oro en pedazos grandes lo cubrió con tierra y coloco un pesado rollo de alambre sobre el lugar, quedándose con las esquirlas doradas que metió en un frasco de vidrio y con el rollito amarillento, había llegado el mediodía de ese día, debía decidir si irse de una vez al pueblo o irse en la mañana, como debía pedir un aventón para volver al pueblo decidió descansar esa tarde, preparo pastas con mantequilla comió y se fue a bañar en el riachuelo, feliz de su proeza. Transcurre la noche con los acostumbrados sonidos de la penumbra, cuando amaneció Pancrasio se alisto y salio a la carretera roja con las primeras luces del alba a esperar algún carro que le pueda dar un aventón, pasan horas y nadie se divisa, tiempo en el cual Pancrasio le echa una ojeada al rollito amarillo, lo toca y ve que tiene la textura de las hojas del árbol de tabaco, lo trata de abrir y se encuentra con un conjunto de puntos como si en el rollito de hojas hubiese una especie de escritura, en ese instante se oye el ruido de un motor, y divisa una camioneta, Pancrasio guarda el rollito de nuevo y comienza a hacer señas para que lo lleven, afortunadamente el conductor se detiene y lo monta con destino al pueblo. Una vez en el pueblo va Pancrasio sin demora donde su amigo el joyero, lo saluda con afecto y espera que salga el cliente que estaba siendo atendido para evitar tener que hablar frente a desconocidos, una vez solo con su amigo le pide que observe lo que le han regalado para ver si era oro sin denotar mucho interés, su amigo lo saluda, le pregunta por la familia y agarra las esquirlas de piedra, una mirada le basta para darse cuenta de lo que es, vuelve su mirada a Pancrasio y con ojos tristes le responde, esto no es oro, esto es una piedra de pirita, Pancrasio le ve con ojos que parecían preguntar, ¿estas seguro? y su amigo le reitera, esto es oro de los tontos, la raspa con una lima y le pide a Pancrasio que la huela, le dice este olor es por el azufre que tiene, el oro no huele a nada y es amarillo más intenso, ya convencido por las pruebas Pancrasio le da las gracias a su amigo y sale de la joyería conteniendo las lagrimas, ya que todos los planes se habían derrumbado, triste y decepcionado vuelve a su hogar llevando el bolso donde traía también el rollito amarillo que salió de la piedra. Una vez en su casa del llano, cumplidos los requeridos saludos, ¿el cómo te fue por el campo? y demás formalidades de su familia, se tiende en su cama a pensar sobre su infortunio, se voltea, recoge el bolso y al abrirlo encuentra regadas las esquirlas de piedras doradas, en un arrebato de ira las lanza contra la pared y se queda mirando el rollito de papel lo toma y lo va abriendo con delicadeza, las hojas aunque más gruesas que las de tabaco se sientes débiles por lo añosas, una vez abiertas ve marcas hechas de puntos, en figuras geométricas, no parecen significar nada pero evidentemente tienen un patrón, extrañado calca en papel los puntos y empieza a tratar de entender si hay un significado, recuerda que desde su corazón había pedido a Dios que lo ayudara y como firme creyente apostó que eso podía ser el mensaje esperado que resolviera su vida, prontamente busca en internet en el computador de la casa significados de los puntos, intenta unirlos, luego ve constelaciones en la galaxia que lleven esos puntos, aplica series matemáticas y trigonometria a los puntos y asi transcurre una semana, pero al estar absorto no ve que el tiempo pasa y siendo tan inteligente como había demostrado antes que llegara el gran caudillo, ni su madre ni su esposa le objetan nada. La mañana del martes de la siguiente semana consigue Pancrasio el eureka que esperaba, decodifica el mensaje que estaba escrito en sencillo código Morse, el mismo decía lo siguiente: “Hola a quien pueda leer este mensaje, te escribe un tiranosaurio Rex, hace un mes cayo una enorme bola de fuego que había hecho desaparecer por días la oscuridad en nuestro mundo, cuando cayó el cataclismo movió toda la superficie, seco los mares, la mayoría de mi familia murió y lo mismo sucedió con todas las presas, yo me salve porque se creó una montaña gigante cerca de mí con el impacto inicial y me protegió de la letal estela que mato a casi todos, ya no hay alimento, una nube oscura tapa el sol, las plantas mueren por doquier, los únicos seres vivos que se han salvado son los que estaban en los huecos, yo no quiero comerlos son muy pequeños y no me sacian, ellos engullen lo que sea, vegetales, carne, hongos e insectos, se pelean entre si y al parecer ninguno quiere al otro, su código de vida no existe, solo comen y viven para comer, no respetan las leyes sino por la fuerza y su manada es solo circunstancial, he intentado comer hiervas pero no puedo mi estomago las devuelve, no encuentro que hacer, hasta ayer mi mundo era perfecto hoy es solo un lastre, estoy donde la piedra del cielo trajo algo amarillo y pequeñas pirámides brillantes quedaron en la superficie, el mar se seco y los cuerpos de mis hermanos de la tierra y del mar yacen por doquier, no sé qué hacer, moriré en este mundo de caos porque no estoy adaptado a vivir aquí, si lees mi mensaje aunque hayan pasado eones no cometas mi error aprende a cambiar, no te confíes nunca porque solo el cambio es constante, aprende de mi, un rey que esta desfalleciendo, sólo, en este pedazo de tierra cubierto ahora por octaedros brillantes ... hasta pronto”. Luego de haber leído el mensaje, hubo entendido Pancrasio lo que Dios le susurraba, debía cambiar, para no vivir el mismo destino que el tiranosaurio Rex, porque en la gran mina solo el cambio asegura sobrevivir.
Fuentes: Fotos y texto corresponden al autor. @mayuyero 2018
Dedicado a mis abnegadas madre y esposa.
Si vas a copiarlo me siento halagado, pero por favor sígueme y vota.