Hola a todos.
Les ofrezco una historia a la que he titulado "La vida de Najea", la cual iré compartiendo con ustedes por capítulos. De igual forma espero que les guste.
Entré a uno de esos lugares en los que abundan hombres desesperados, cansados de ser rechazados por muchas mujeres a lo largo de sus vidas. Realmente no tenía nada que buscar allí, simplemente quería pasar el rato hasta acabar ebrio. Pedí una copa de ron con tres cubos de hielo —así como mi ex novia solía pedirlas— y me concentré en beber a grandes sorbos.
La música era agradable, hacía que el ambiente tuviese un mejor color: estaba sonando Feel de Robbie Williams. Muchas personas se levantaban de sus asientos para bailar, otros estaban que no daban para más por tanto alcohol.
Comencé a pensar cosas, a caminar fuera de ese lugar sin levantarme de la silla. Y un momento después —asumo que debieron haber sido tres minutos, o quizá diez, o una hora— se acercó a mí un tipo con barba de al menos tres meses sin afeitar, con la típica camisa que usan los que se creen ganadores, desabrochada a la altura del pecho, con miles de pelos brotando por ese espacio libre y casi al borde de quedarse dormido. No le dije nada, sólo lo saludé con la mirada, pero él se mostraba interesado por lo lamentable y asqueroso que se encontraba mi rostro.
—Debió haberte hecho mucho daño, compañero —dijo el hombre barbudo, de unos cincuenta y tres años de edad posiblemente.
—Ella llevaba una falda un poco corta —dije yo, sin tener problema alguno con que no lo conociese— hasta la mitad de los muslos, y se veía preciosa. La estaba mirando desde hacía cinco minutos y no se daba cuenta en ningún momento de mi atrevimiento.
—¿Atrevimiento? —preguntó con una sonrisa sarcástica en su rostro.
—Sí, ya sabes, atrevimiento por querer levantar su falda y agarrar su trasero.
—Seguramente era una prostituta, una cualquiera —dijo mientras encendía un cigarro.
—Se equivoca, señor —levanté la voz para que notase mi molestia—. No era nada de eso. Era la mujer más bonita que había visto en toda mi vida.
Su comentario estuvo totalmente fuera de lugar. Me molestó, por supuesto, me tocó los huevos, ¿pero qué podía hacer en contra de eso? Toda persona puede decir lo que se le venga en gana y nadie debería impedírselo. Aun así, ingerí el último trago que quedaba en la copa y me despedí.
—Buenas noches, caballero —le dije con un toque sarcástico y enojado—. Ha sido usted un imbécil muy atento. Ojalá esa barba le traiga larga vida. Hasta luego.
Y me largué. Tomé un taxi, aunque no sabía adónde ir. Quería descansar, tumbarme en mi cama y morir hasta el día siguiente, pero eso sería aún más triste. Así que llamé a Natalia, una chica blanca de ojos grises y cabello corto (era idéntica a Uma Thurman en Pulp Fiction), con un buen trasero, sin gran tamaño en sus senos pero muy sexy, con un abdomen plano e indestructible —así la veía yo—, con piernas envidiables y una personalidad extravagante y divertida: una chica hermosa por donde se la mirase.
Quedamos en que iría hasta su apartamento para pasar la noche y divertirnos. La conocía desde hacía mucho tiempo, diez años para ser más preciso. Éramos muy buenos amigos y nos «salvábamos» (salvar porque era casi como volver a la vida) el uno al otro cuando ninguno de los dos estaba saliendo con alguien.
El taxi tardó más de la cuenta porque el conductor —supuestamente— no conocía la ciudad, de esa manera logró estafarme. No puse objeción alguna ya que era tarde y sólo quería bajarme del auto y descubrir qué pasaría el resto de la noche. Llegué a la entrada del edificio y llamé por el intercomunicador. Natalia atendió a los diez segundos y dijo que en un momento bajaría.
Luego de cinco minutos bajó y estaba preciosa: vestía ropa deportiva, pero se veía muy guapa. Abrió la puerta y la saludé con un beso en los labios. «Qué suaves labios», pensé.
Me invitó a subir y fuimos hasta el ascensor. Ella vivía en el décimo tercer piso de quince que tenía aquél edificio. Todo el recorrido dentro del ascensor fue muy agradable. No parábamos de hacer comentarios pícaros y comprometedores. Reíamos y reíamos, y yo estaba encantado cual persona hambrienta con un sándwich a las 3 a.m. Por fin el ascensor abrió sus puertas y salimos de él. No pude evitar golpear su gran trasero. Abrió la puerta de su apartamento y me sugirió un trago, el cual acepté y me tumbé sobre el sofá.
Sencillamente, ella comprendía mi situación; sabía que mi ex novia se había largado y yo estaba destrozado. Siempre agradeceré el hecho de que ella supiese cómo alegrarme cuando más lo necesitaba. Encendió la radio y puso un disco de Jazz, bajó las luces y comenzó a bailar muy lentamente. Cómo me gustaba ver su cintura moviéndose al ritmo de la música. Se acercó a mí y me permitió apreciar la belleza de su cuerpo. Iba de aquí para allá y sus nalgas eran todo un espectáculo. Bailó hasta cansarse y yo se lo agradecí arrancándole la ropa y teniendo sexo hasta que estaba por amanecer. «Sí, fue una buena noche después de todo», pensé.
Continuará...
Historia original de Ajean Medina | Fuentes de las imágenes: I, II, III, IV, V, VI, VII
Super interesante tu post... espero la continuación con ansias.... gracias por compartirlo... saludos y te invito a pasar por mi blog @maleudi y ver mi última publicación sobre una caminata de 42K por un camino muy lindo y boscoso, ya me contarás que te pareció... Saludos y aquí tienes una seguidora más... +upvote
Gracias por leerlo @maleudi.
Te mando un saludo.