"Es nuestra luz y no nuestra oscuridad lo que en realidad nos asusta".-Nelson Mandela.
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El tercer año al que tanto le había tenido miedo ya se encontraba presente en mi vida y como dicen en mi casa “Para atrás ni para agarrar impulso”.
Nervios, ansiedad, emoción todo en uno un mix, un 3 en uno de emociones me albergaron días antes de comenzar mis idas al hospital.
Mi bata blanca, mis instrumentos, mis pocos conocimientos que había ido acumulando durante los primeros dos años de carrera, mi grupo de semiología, nuestras ganas de aprender más a flor de piel, junto con una etiqueta que titula “Novatos” en nuestra frente, entramos justo por la emergencia del hospital buscando a quien por unos pocos meses se convertiría en nuestro ejemplo a seguir, de quien aprenderíamos entonces el movimiento hospitalario, bueno en realidad por primera vez nos sentiríamos parte de él.
Tantos rostros nuevos, un montón de camas llenas de personas buscando una señal de esperanza sobre su situación en ti, el lugar donde un “Cómo sigues” puede volverse importante para aquellas personas que ameritan no solo cuidados de su condición física sino también de sus emociones, un corazón roto no sale en ninguna radiografía, esa es la causa de muchas muertes ya que su diagnóstico casi nunca se precisa.
Un paciente tras otro, aquellos cuya estadía en el hospital sobrepasa semanas inclusive meses, se vuelven cercanos para ti, los saludas constantemente, se vuelven tus amigos, ya no solo preguntas por cómo están ellos sino también sus familiares, personas con las que quizás te rías, llores, en fin su dolor será tu impulso para buscar su mejoría.
Y llega el día en que el Dr me dice “Melanny examina al paciente” y con mis manos temblorosas y un montón de pares de ojos viendo, tomé mi estetoscopio, mi tensiómetro y mis conocimientos para colocarlos sobre una persona, que no sabe quién soy, no sabe cuánto sé sobre situación ni siquiera sabe si puedo lidiar con ella, lo único de lo que está seguro es que tiene frente a su rostro alguien que porta una bata blanca y eso para el paciente es un signo de confianza que no se debe tomar por sentado.
Una vez analizado su situación, tomado en cuenta sus signos y síntomas, a través del palabrerío médico, le indico al doctor un posible diagnóstico, el cual el acepta, y me ofrece otras opciones de lo que podría presentar el paciente, nos muestra un universo de posibilidades, que poco a poco a través de la práctica vamos reduciendo hasta llegar a encontrar aquello que tanto aqueja a nuestro paciente, y fue en ese momento luego de haber cruzado un par de palabras con esa persona no tan bien de salud un “Muchas gracias Dra.”
Llegó a mis oídos, no sabía que decir y lo mejor que pude hacer fue no decir nada, estar aquí en esta experiencia me hace saber que en algún momento será real, pero mientras aunque no haga récipes, ni pueda atender directamente a alguien que lo necesite, seré la Dra que les brinde a todos un “Buenos días”, un “como estás” aquella que quizás te cuente un chiste, o encuentre la forma de hacer a los pacientes reír, quizás no logre curar las enfermedades graves que son el motivo de consulta de todos los que se encuentran en un hospital..
Lindo post. Esas emociones seguirán estando allí, de seguro más controladas porque adquieres experiencia a medida que avanzas en el ejercicio médico, pero el paciente siempre debe encontrar en ti al menos consuelo, aunque no siempre la cura de su mal.
Gracias por tus palabras!!, significan mucho!, bendiciones.