Hay de soledad a soledad. La que afecta y la que se disfruta. La que se goza y la que se padece acompañado. La soledad real y la que se aprende. De la que hablo es la que puedes hacer tu aliada.
Decir que la soledad es una actitud mental, puede sonar retórico pero es real. Todos hemos pasado por períodos breves o prolongados de soledad y aunque no identifiquemos su naturaleza, nos dejamos arrastrar por una sensación de vacío, de ansiedad y por un profundo sentimientos de incomprensión. Estar con uno mismo, a veces aterra.
No obstante, lo que ignoramos es que la soledad es un proceso psicológico tan natural como nuestra condición misma de seres sociable. Sin embargo, al no saberla manejar no encontramos otra alternativa que sufrirla.
Siempre ha sido angustioso centrar la atención en las personas y las cosas que nos rodean para depositar en ellas el sentido de nuestra vida, creando así, la mayoría de las veces, fuertes apegos y dependencias.
En la sociedad existen toda clase de prejuicios en torno a las personas que viven solas por necesidad o elección. Cuántas veces, a lo largo de la infancia, escuchamos comentarios que se hacían acerca de la pobre tía que nunca se casó, sin importar que hubiera viajado mucho, que tuviera una carrera exitosa y que se sintiera satisfecha con su vida.
No tenía un hombre a su lado y eso la hacía, a los ojos de los demás, un ser incompleto, alguien diferente. Se cree que la soledad sólo es para genios o para locos.
“En este mundo hay millones de personas que sufren la más aguda soledad. La mitad pertenece a un sexo y la mitad, al otro. Si tan sólo pudieran comunicarse, ponerse en contacto, acercarse, este mundo sería diferente”, Jacques Arnell.
En los hombres tampoco es distinto. Cuántas veces hemos oído: “Cásate o te volverás un solterón. Los varones solos, no saben hacer nada”. Muy pocas veces escuchamos: “Cásate con alguien que te haga feliz”.
Por supuesto, cuando terminamos una relación de pareja y caminamos por la calle o salimos a tomar un café, parece que el mundo es de dos. No sabemos, ni queremos saber, si ellos se aman o se odian; lo importante es que cada quien tiene a su cada cual.
Mucho menos pensamos que quizás la soledad más penosa sea la que se sufre en compañía; personas que tienen una pareja, hijos, una intensa vida social, es decir que cuenta con una “perfecta estructura” familiar y económica, pero que carecen de motivaciones individuales que enriquezcan sus vidas y las liberen de su jaula de oro.
Las bodas son el dolor de cabeza de las personas sin pareja, se bloquean desde el momento que reciben la invitación: “Cómo voy a ir solo”, “con quién voy a bailar”, “cómo me voy a regresar”. Todo se vuelve negro, incluso la propia invitación produce enojo.
Nada es tan terrible ni tan malo. Ir a una boda, como asistir a cualquier evento, puede ser divertido si no te pones obstáculos y en lugar de decir “pobre de mi”, llamas a los amigos y te organiza o aceptas con entusiasmo la experiencia de salir “contigo mismo”.
Esta etapa es difícil porque nuestra cultura nos ha inculcado que si no vamos a estas celebraciones con pareja, no podemos pasarla bien. Nada de ello es cierto, es una etapa de transición, algo pasajero, que si quiere puede aprender a manejar y sacarle provecho.
Es natural que te sientas extraño si estuviste en una relación de pareja largo tiempo y te acabas de separar. Pero tienes que hacerte responsable de tu nueva situación y vivirla tan plenamente como te sea posible.
“Aquí no hay extraños, solamente amigos que no han sido presentados”, leyenda en el muro de un restaurante de la Ciudad de México.
Muchas personas no están acostumbradas a llevar el automóvil al taller, a cocinar o a pagar sus impuestos. Normalmente, al decidir romper con la pareja no se toma en cuenta este tipo de inconvenientes, que son momentáneos, y sientes que el mundo se les viene encima, provocándoles sentimientos de desamparo y frustración.
Nos angustia vernos solos frente al mundo con todas nuestras carencias y defectos, porque nunca nos dimos la oportunidad de reconocerlos, aceptarlos y trascenderlos. Así que es necesario conocernos, saber quienes somos, que queremos, que nos gusta y que nos desagrada de nosotros mismos para cambiarlo o para aceptarlo. Esto ya es un gran paso. Únicamente así podremos estar a solas sin desasosiego.
Deja atrás los prejuicios, ya que eres capaz de hacer lo que quieras con tan sólo proponértelo. Esto te dará seguridad y te impulsa a experimentar con tu independencia. Nada ni nadie es exclusivo, indispensable o insustituible, todos podemos hacer las mismas cosas basta atreverse a probar.
La soledad también tiene sus encantos. Hay muchas cosas que podemos aprender a disfrutar: la cocina, la música, el arte, los viajes, los amigos. Situaciones que siempre estuvieron junto a nosotros pero nos negábamos a ver.
Durante esta etapa, lo mejor es trabajar y buscar experiencias positivas que te ayuden a crecer interiormente. De ese modo tendrás la capacidad y el valor de empezar de nuevo las veces que sea necesario.
Nada es para siempre, no sabes si vas a encontrar al príncipe azul o la princesa encantada en una semana, en un mes o en un año; pero mientras llega, pásala bien y aprende a reconocer a la persona indicada, por un genuino sentimiento, no por miedo a la soledad.
En tanto, también, puede echar una miradita al futuro a través del Tarot:
Fotos: ACI Prensa, hipwee.com
Interesante lectura.. muy reflexiva sobre todo para estas horas.
Gracias, eres muy gentil. Saudos
WoW GENIAL¡¡¡ exelente post¡¡ pasate por mi post y echale un vistaso https://steemit.com/castellano/@andyliotta/si-necesita-ayuda-busquela
Excelente tema y me encanta como lo abordaste, Gracias.
Tu comentario, me confirma que no estamos solos. Si coincidimos, formamos un lazo.
Me encanto este Post, siempre he pensado que hay alguien para cada quien en este mundo, siempre habrá alguien para amarnos tal cual somos, también hay personas que disfrutan de la soledad, excelente escrito, también te sigo. Un saludo!
Soy del segundo tipo, pues siempre hay mil cosas que aprender; pero no soy misántropa, también disfruto de la verdadera compañía.