Confesó llorando aquel que intentó y no pudo, con una sarta de palabras sórdidas que lo llevó a echar espuma por la boca. Detrás de las paredes ciegas, aquel hombre anciano venido a menos repetía las mismas palabras con una mezcla de rabia exacerbada y sucia tristeza: “No me verán nuevamente confiar en alguien más”. Nadie entendía a qué se refería ni qué hacer para remediar en alguna medida el descanso del señor que solo hallaba reposo cuando caía del cansancio en alguna esquina.
—Algo hay que hacer por él —exclamó Fernando, exaltado—. Él era uno de los comerciantes que hacían vida en los alrededores de la plaza 9 de mayo, en el pueblo de La Esquirla. —¿Qué vamos a estar haciendo nosotros por nadie, Fernando? El pobre lleva dando vueltas sin rumbo por semanas, apenas y sobrevive al hambre con las limosnas de algunos clientes de por acá. Nosotros no somos quién para estarnos inmiscuyendo en la vida de un loco sin fortuna. —Le respondió Daniel, otro de los comerciantes de la plaza.
—No estoy de acuerdo, Daniel. Se me hace irresponsable por nuestra parte quedarnos de brazos cruzados. Intentaré ver cómo puedo tenderle la mano. —dijo finalmente Fernando, decidido como pocos cuando se trataba de solucionar un problema. Esperó a que bajara la noche, cuando ya había que cerrar, y se acercó al desahuciado señor con un vaso de agua y un plato de comida en la mano.
El hombre tartamudeaba las mismas palabras mientras comía, esto a Fernando le picaba en la curiosidad, dado que le resultaban contradictorias sus palabras con sus acciones. Se sentó al lado del hombre e intentó sacarle conversación. —¿Y entonces qué hace usted por aquí, estimado? ¿Tiene nombre usted? —le preguntó Fernando. —Adalberto —le dijo el hombre a Fernando, tras tomarse el vaso de agua rápidamente.
Fernando confirmó entonces sus sospechas respecto al hombre, este no estaba completamente loco. De hecho, su manera de agarrar los cubiertos le resultó más bien educada. ¿Qué habría traído a esta persona hasta estos lados? Ansioso por encontrar respuesta a este enigma, siguió conversando con Adalberto.
—La vida maltrata, te hace caer en esquinas donde un día escupiste. No importa la hora, todos la pagamos con creces cuando menos lo esperamos —continuó Adalberto, con la mirada perdida a la luz de uno de los faros de la plaza. —¿Y qué ha hecho usted para ser merecedor de ese maltrato? Preguntaba Fernando, extrañado —He pecado de confiado, buen hombre. Entregué mi confianza a quien no debía —respondió Adalberto, llorando sangre y pidiendo perdón en voz baja a la nada. Convulsionaba mientras un aterrado Fernando intentaba socorrerle.
La mano gélida de Adalberto apretó el cuello de Fernando con fuerza sobrehumana mientras este le asistía. Fernando forcejeó hasta zafarse al último momento de ser brutalmente ahorcado. Salió como una bala de aquel lugar, corrió y tropezó torpemente con una valla, pero el desespero no le hizo desacelerar hasta refugiarse detrás de una casa. Agitado, pensó haberse salvado, pero justo cuando se creía totalmente seguro de aquello sintió la mano gélida en su hombro y escuchó claramente una frase que quedaría marcada en él para siempre: “No mañana, no hoy, pero pronto…”.
La mañana siguiente Fernando llegó como todos los días a su toldo en la plaza, un poco más tarde de lo usual. Le preguntaron a qué se debía su tardanza y si se había enterado de que el viejo loco de la plaza había desaparecido. Fernando hizo caso omiso a ambas preguntas y solo musito sus mismas palabras: “No me verán nuevamente confiar en alguien más”. Hizo un esfuerzo para sonreír y los demás lo tomaron como una broma.
Pero para él no lo fue, ni un momento.
Se dice que durante los veranos de los años terminados en números ímpares a las personas muy confiadas se les aparece el espíritu de Adalberto Román. Según se rumorea, el espíritu de Adalberto no halla descanso desde el brutal asesinato de su familia, causado por fiarse demasiado de gente de la mala vida. Desde su muerte —poco tiempo después de aquel suceso— aparece y desaparece por las plazas del pueblo de La Esquirla, la mayoría de veces como un anciano demente.
Una canción para el momento
Una canción para durante o después de leer
Como melómano, siempre he creído que mis relatos deben tener al menos una canción que acentúe de fondo el sentimiento que estos desprendan. Al igual que con el anterior escrito de esta serie una canción oscura, ambiental e instrumental es la que sirve de ambientación para este relato. Elemental Trigger de Robert Rich y B. Lustmord fue mi elección tras tropezarme con ella mientras hacía los retoques finales a La Esquirla.
Notas del autor
La serie Experimento de Terror es —tal y como lo dice su nombre—, un experimento con el género literario del Terror. Quise salir un poco de mi zona de confort y coquetear con un estilo que difiere totalmente de las historias de desamor agrias en las que normalmente me desenvuelvo. Estos escritos fueron hechos durante los meses de junio y agosto del 2018.
La Esquirla es el segundo relato de esta serie. Fuertemente inspirado por las leyendas del folclor venezolano como El silbón, me decidí a incursionar con una que se asemejase a esas historias que son tan sencillas de recordar y que podían aterrar a más de uno. Fue escrito rápidamente en una tarde nublada pero calurosa, casi olvido su existencia hasta desempolvarlo para esta serie.
Aunque creo que está sobreentendido, no está de más aclarar que este relato es un trabajo de ficción. Cualquier parecido con hechos y personajes de la vida real es mera coincidencia.
Excelente relato. Parece que se te da bien ese genero. Leere la habitacion 102 a ver que tal.
¡Gracias, caranax! Bienvenido eres a pasar a leer el resto de la serie o alguna otra que haya hecho en mi blog de Steemit. Un gran saludo ;)
¡Súper agradecido de la apreciación de vuestro equipo Goya! Mi cariño sincero para todos los de @cervantes
Me encanta. Te apoyo... y me animo a seguir escribiendo...
¡Gracias, Daviana! Escribiendo poco a poco se llega a ser mejor, siga adelante. Un abrazo.
Que interesante, hay mucho talento por el mundo.
Atrapante la historia, muy bien relatada. Exitosa incursión en el género de terror. Felicidades.